Borges por Piglia: una escena de lectura

Las cuatro clases que Ricardo Piglia dio sobre Borges en la Televisión Pública Argentina, los sábados en horario estelar, aparecen publicadas en un solo tomo que invita, una vez más, a pensar sobre la tradición, la innovación y lo que existe entremedio: una tensión permanente que solo los grandes saben resolver. Y lo hacen no tomando partido por lo clásico o lo nuevo, sino asimilando los elementos de uno y otro para crear una obra única.

por Hernán Ronsino I 5 Agosto 2025

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A fines del siglo pasado, Pierre Bourdieu publica el famoso discurso crítico que hace sobre la televisión. Por esos años, la televisión ocupaba un lugar de centralidad en la formación de conciencias, en la educación sentimental, como canal informativo. Y Bourdieu, uno de los intelectuales más importantes de Francia, decide intervenir para pensar desde adentro el funcionamiento de esa maquinaria. Una de las preguntas iniciales que se hace es para qué tiene que aparecer un intelectual en la televisión. O de qué modo un intelectual tiene que intervenir en la televisión, si en la televisión las condiciones del uso de la palabra están administradas por los editores, por los intereses de los medios, por cuestiones políticas. Entonces, Bourdieu plantea que un intelectual, para hablar genuinamente y para que su palabra no sea distorsionada, debe poner condiciones.

En general, y por las circunstancias que marca Bourdieu, es difícil encontrar espacios que promuevan el pensamiento en la televisión. El pensamiento fluye con una lógica opuesta a la del entretenimiento. La tensión que plantea Bourdieu es entre intelectuales y fast thinking. Estos últimos son los que habitan en los falsos debates televisivos. Pero cada tanto surgen excepciones. La de Bourdieu fue una de ellas. Más cerca de nosotros, también lo hizo Ricardo Piglia en la TV Pública de Argentina. Y lo hizo dos veces. La primera, con las clases sobre escenas de la novela argentina en 2012. Y la segunda, en 2013: las cuatro clases sobre Borges. Es decir, con el formato de clases magistrales, Ricardo Piglia interviene en la televisión pública los sábados por la noche para hablar de Borges.

“Uno va a cualquier lado si va a decir lo que tiene que decir, por eso yo estoy acá”, dice Piglia en algún momento de las clases, y esa afirmación —que también es la recuperación de un gesto borgeano, el de intervenir en cualquier espacio en la medida en que lo que se diga no sea condicionado— es una respuesta al dilema que plantea Bourdieu.

La relación de Piglia con Borges viene de lejos. Digamos, de una escena fundante en la propia mitología de Piglia. Una escena que habla del vínculo con la lectura y de lo que significa leer. Una escena que forma parte de los diarios de Emilio Renzi. Piglia lee en el umbral de su casa en Adrogué un libro al revés. Es muy pequeño. Tendrá tres o cuatro años. De pronto, un hombre que viene de la estación de trenes le acomoda el libro. Piglia juega con la idea de que ese hombre que le acomodó el libro para leerlo bien era Borges, que pasaba los veranos en Adrogué. Juan Forn dice que en esa escena “el chico que se sentó con el libro al revés se llamaba Ricardo Piglia; el que se levantó, con el libro al derecho, ya era Emilio Renzi: ya tenía a Emilio Renzi viviendo en su interior, aunque aún no lo supiera”.

El modo en que Piglia lee a Borges es el mismo en que lee a Arlt. A través de una apropiación. Son dos tradiciones supuestamente opuestas que Piglia intenta sintetizar. “Borges lo tiene todo, Arlt no tiene nada en el mito de origen”. Si Borges, como lo plantea en la segunda clase, intenta en su obra reconciliar la civilización con la barbarie del siglo XIX, es decir, sintetizar a Sarmiento y a Hernández, Piglia se lo propone con las dos líneas antagónicas del siglo XX. Ya lo planteaba de este modo en sus diarios el 22 de abril de 1970: “Todos nosotros nacemos de Roberto Arlt: el primero que logre engancharlo con Borges habrá triunfado”. ¿Qué querrá decir eso? La idea del triunfo seguramente refiera a la superación de un dilema entre corrientes literarias antagónicas. Triunfar sería enriquecerse con la potencia de ambas.

Una de las maneras de Piglia, entonces, de “enganchar” a Borges es a través de la construcción de una mitología y de las clases. Pero de unas clases que da no solo en la academia (en la Universidad de Buenos Aires y en Princeton), sino también a través del género popular televisivo, como si fuera un folletín por entregas. Lo alto y lo bajo que Borges trabajó entre cuchilleros marginales y la enciclopedia británica, Piglia también lo replica en su obra (las discusiones literarias en Respiración artificial o el despliegue criminal de unos ladrones de banco en Plata quemada). El Borges que aparece en estas clases es la interpretación que Piglia construye a través de una escena de lectura. Esta escena de lectura es también una forma de incorporarlo a su obra como precursor: el Borges de Piglia.

El modo en que Piglia lee a Borges es el mismo en que lee a Arlt. A través de una apropiación. Son dos tradiciones supuestamente opuestas que Piglia intenta sintetizar. ‘Borges lo tiene todo, Arlt no tiene nada en el mito de origen’. Si Borges, como lo plantea en la segunda clase, intenta en su obra reconciliar la civilización con la barbarie del siglo XIX, es decir, sintetizar a Sarmiento y a Hernández, Piglia se lo propone con las dos líneas antagónicas del siglo XX.

El curso está organizado en cuatro clases. Cada clase trabaja con un tema preciso: la primera, “¿Qué es un buen escritor?”; la segunda, “La memoria”; “La biblioteca”, y finalmente “Política y literatura”. Las clases televisivas están organizadas en tres partes: el desarrollo de Piglia, la entrevista a personalidades destacadas de la literatura que estén en relación con el tema abordado y, luego, las preguntas del público, que representarían en este formato al alumnado. La edición publicada por Eterna Cadencia incluye no solo el guion de los programas —el detalle de lo que Piglia va a decir en un tiempo aproximado—, sino también los programas de los cursos sobre Borges que dio en distintas épocas, tanto en Argentina como en Estados Unidos, y una inédita entrevista que Piglia le realizó a Borges en 1972.

Uno de los aspectos centrales que marca Piglia de por qué Borges es un gran escritor tiene que ver con su carácter revolucionario. Es decir: es más importante el creador del soneto que Dante, dice Piglia. Porque quien crea la forma permite que otros también lo puedan hacer y encontrar bajo ese formato la mejor manera de decir. Para Piglia, Borges hace eso. Crea una forma literaria que denomina la ficción calculada o especulativa, y con ella modifica la literatura del siglo XX.

Hay dos linajes muy importantes en la escritura de Borges, según Piglia, que configuran sus búsquedas narrativas. La memoria y la biblioteca. “La memoria y la biblioteca son grandes estructuras de construcción de ficción para Borges, son máquinas de construir ficción”. La memoria recuperaría la tradición oral, y la biblioteca, la tradición erudita. Esas líneas se cruzan y son exploradas en toda su obra.

Las clases de Piglia se centran en algunos textos fundamentales: “Hombre en la esquina rosada”, “Funes, el memorioso”, “El Aleph”, “Tlön” o “El sur”. Estos textos vuelven una y otra vez para componer esa escena de lectura que materializa Piglia en un set televisivo, replicando un auditorio universitario. La idea de escena es fundamental para Piglia como crítico y narrador, y también como lector lúcido de la literatura argentina. Piglia engancha a Borges en su linaje, lo hace convivir con Arlt y sobre esos pilares descansa para trazar sus búsquedas narrativas. Como plantea Edgardo Dieleke en el ensayo incluido en este libro: “Borges, en lugar de ser un peso, resulta fundamental para Piglia para formular una idea de ficción que se acerca al ensayo o a la ficción especulativa”. Estas clases compiladas ahora en un libro vienen a reforzar esa escena de lectura.

Hay una interesante referencia que marca Lucas Adur, autor de una monumental biografía de Borges que está a punto de salir, sobre la parte final de estas clases. En la última secuencia, Piglia refiere al texto “La supersticiosa ética del lector”, de 1931. Piglia cita un fragmento que, según dice, se sabe de memoria. Pero Adur marca aquí un detalle interesante: Piglia recuerda mal la cita o cita con una errata en la última palabra. Dice así: “La literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fe”. Pero Adur nota que Piglia “cita mal, creativamente mal”, porque en lugar de fe, Borges escribe fin. “Quizás no está mal —dice Adur—, la literatura como una forma de acercarse con fe a los finales, como la fe de que haya un fin, un sentido”. O tal vez este error en la cita responda a un mandato borgeano que dice que lo único que se puede hacer con la tradición es cambiarla.

 


Borges por Piglia, Ricardo Piglia, Eterna Cadencia, 2024, 218 páginas, $29.900.

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