Chile a ojos de Lucia Berlin

“Andado. Un romance gótico” es otro relato magistral de la escritora estadounidense ambientado en nuestro país, donde ella vivió en los años 50. En una suerte de catarsis entre dos jóvenes mancilladas, Laura (hija de un alto ejecutivo norteamericano) y la hija de la cocinera, se miran y nada dicen, pero saben todo y rompen en un llanto potente y fugaz. En dicha escena se suspenden las jerarquías, el dolor es compartido y lo que en apariencia es confuso, para ellas no: han perdido la inocencia en toda la amplitud de la palabra.

por Milagros Abalo I 9 Julio 2025

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—Soy Laura. Fue muy amable al invitarme al fundo, aunque mis padres no puedan ir. Don Andrés retuvo su mano.

—Ted dijo que iba a venir su hijita, no una preciosa mujer.

—Tengo 14 años. Solo me he arreglado para esta fiesta. Adelante, por favor.

En el cuento “Andado. Un romance gótico”, incluido en su libro Una noche en el paraíso, Lucia Berlin narra la visita de la joven Laura al fundo de don Andrés: un millonario chileno de apellido Ibáñez-Grey, amigo y socio de su padre norteamericano. A Laura la mandan en representación de la familia. La descripción que va haciendo del campo, abierto a lo oscuro, sin rastros de civilización, es sorprendente. Los Andes son el único testigo de una soledad y de un silencio brutal, y las flores amarillas de los aromos iluminan los caminos y los detalles de esta historia al sur del Biobío. Según el hijo de la escritora, Jeff Berlin, este cuento es la reescritura de una novela Sudamericana titulada Acacia (la flor aquí conocida como aromo).

La escritora muestra el mundo de una clase acomodada, con mozos que van y vienen a la siga del patrón, quien desde que ve a la jovencita no le quita los ojos de encima, despertando en ella una sensación confusa entre deseo y miedo. Para una adolescente de 14 años, todo es amor y deseo, y don Andrés Ibáñez-Grey no pierde la oportunidad de olfatear y azuzar esa virgen inquietud. A punta de halagos, flores, miradas lascivas, vino y jerez, logra hacerse de Laura en la confusión de un accidente, y ella se queda de una pieza, por no decir con las piernas abiertas, con un hombre 40 años mayor encima. La ambivalencia se apodera de su sangre.

En un diálogo posterior al abuso disfrazado de romance —Lucia Berlin fue dueña de un oído privilegiado para las conversaciones— revela la forma que tiene la clase alta chilena de sacarse la culpa, victimizándose y depositándola en la víctima, quedando libres de polvo y paja. La cuestión de la culpa es clave para entender los códigos que rigen las acciones de dicha clase a ojos de Berlin, quien, hacia el final, muestra una escena conmovedora, una suerte de catarsis tan sutil como femenina entre dos jóvenes mancilladas, Laura y la hija de la cocinera, su chaperona; una por el patrón, la otra por el hijo del patrón. Se miran y nada dicen, pero saben todo, y rompen en un llanto potente pero fugaz. En dicha escena se suspenden las jerarquías, el dolor es compartido y lo que en apariencia es confuso, para ellas no: han perdido la inocencia en toda la amplitud de la palabra. Es una escena hecha con la elegancia de los gestos. Después todo sigue igual, sin drama.

“Andado. Un romance gótico” es una pieza etnográfica y antropológica de Chile, de su modo de relacionarse, del poder del dinero que arrasa y arrastra, mueve los hilos y tapa las historias. Por dinero se manda a la hija a la casa del amigo pudiente para quedar bien, por dinero todos miran para el lado, por dinero hacen como si nada. Un cuento poderoso que, envuelto en lo que se calla, recrea un mundo reconocible por todos lados. En clave chilena se podría haber llamado “El gato cuidando la carnicería”.

‘Andado. Un romance gótico’ es una pieza etnográfica y antropológica de Chile, de su modo de relacionarse, del poder del dinero que arrasa y arrastra, mueve los hilos y tapa las historias. Por dinero se manda a la hija a la casa del amigo pudiente para quedar bien, por dinero todos miran para el lado, por dinero hacen como si nada. Un cuento poderoso que, envuelto en lo que se calla, recrea un mundo reconocible por todos lados. En clave chilena se podría haber llamado ‘El gato cuidando la carnicería’.

En el “Apéndice biográfico” que el hijo de Lucia Berlin elaboró para el libro Una nueva vida, señala que “Ted la manda a pasar una temporada en el rancho de un socio importante, que viola a Lucia”; y Ted es el padre de la escritora. Ted también se llama el padre de Laura en el cuento. Y luego agrega que el cuento “gira alrededor de esa violación”. Su otro hijo, el mayor, señala: “Mi madre escribía historias verdaderas”. Y la propia Lucia, cuando se refería a su escritura, decía: “Exagero mucho, y a menudo mezclo la realidad con la ficción, pero de hecho nunca miento”.

A Lucia Berlin en el Chile de los 50 le tocaron terremotos y dos inundaciones. La depresión y el alcoholismo de su madre tocó fondo aquí, donde no se levantó de la cama; como la madre del cuento. Su padre trabajaba en mineras y también para la CIA como informante, igual el padre del cuento. “Vivíamos cerca de la avenida Las Lilas, y de la iglesia arrebatadoramente moderna de El Bosque. Era una parte preciosa de Santiago, en aquel momento, cerca del colegio internacional donde estudiábamos Molly y yo”, escribe Lucia. Molly era su hermana, ese colegio es el Santiago College, del cual surge otro de los cuentos más notables que escribe sobre Chile, “Buenos y malos”, un retrato que desde su título revela la conformación de una sociedad inmensamente segregada, y cómo el uso del lenguaje acrecienta las diferencias. La palabra roto suena burlona en boca de sus personajes, que reflejan la hipocresía y la vacuidad de una clase que vive entre el club de golf, la modista y la peluquería. Cae de cajón decir que ellos serían los buenos y el resto, todos los demás, los malos. La gringa que protagoniza estas historias, si bien pertenece a esta clase acomodada, también es capaz de tomar distancia y sentir un alto grado de contradicción e incomodidad, sobre todo por el trato que se le da a los que no pertenecen a ella.

A diferencia de otros relatos, los que van sobre Chile no tienen humor, sí momentos de profunda compasión. Lucia Berlin no regresó al país, aunque Chile fue sin duda una marca que incluso permeó su voz. Cuenta su hijo que al leerles historias antes de dormir tenía un acento entre texano y chileno. La escritora leyó y tradujo a Pablo Neruda (en este cuento lo leen también), y quizás si hubiera regresado, habría leído con un cigarro en la mano y un gesto cómplice en sus ojos azules algo de José Donoso, como si compartiera una experiencia tan común como sofocante, similar al aire de las minas de carbón.

 

Libros de Lucia Berlin:


Manual para mujeres de la limpieza, Alfaguara, 2017, 432 páginas, $20.000.


Una noche en el paraíso, Alfaguara, 2018, 288 páginas, $18.000.


Bienvenida a casa, Alfaguara, 2020, 192 páginas, $17.000.


Una nueva vida, Alfaguara, 2023, 336 páginas, $19.000.

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