El asunto Sally Rooney

Experta en el mundo de los adultos jóvenes que viven tragedias mínimas relacionadas con los afectos, la vocación, la crisis ambiental y el sistema capitalista, la autora irlandesa es uno de los últimos grandes fenómenos globales de ventas. Podría decirse, incluso, que más que lectores tiene fans. De pronto, plantea la autora de este artículo, su éxito no se debe tanto al marketing como a la forma en que combina el ruido de las redes sociales con el silencio de los sentimientos y el temor al compromiso de la generación millennial.

por Marcela Aguilar I 4 Julio 2025

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Es fácil ironizar sobre el fenómeno Sally Rooney. Sus lectoras hicieron filas de madrugada en las librerías de Estados Unidos para comprar su más reciente novela, Intermezzo, a fines de 2024. Las niñas de 12 piden Gente normal, el relato más exitoso de Rooney, como regalo de cumpleaños (doy fe). La serie que hizo Hulu sobre ese mismo libro fue un éxito global, y los actores que encarnaron a los protagonistas hoy filman películas premiadas y/o millonarias. Después de su experiencia de total consagración, en ventas y premios, Rooney decidió irse a vivir al campo irlandés, no dar (casi) entrevistas (el casi es porque el año pasado habló con The New York Times a propósito de Intermezzo) y no autorizar nuevas adaptaciones audiovisuales de sus libros, porque, según explicó al NYT, vio sufrir mucho a los actores de Gente normal por la exposición pública: no quiere provocar más sufrimiento.

En esa entrevista explicó también que no le gusta hablar de su vida privada, porque, bueno, es privada, pero además porque le parece que no tiene nada interesante que contar. La entrevistadora insistía en preguntas acerca de lo que hace Sally Rooney (así, en tercera persona) cuando no escribe, y Rooney le respondía que nada distinto del resto de la gente. Por eso, insistía, no le gusta hablar de sí misma. De sus libros sí puede hablar, explicaba, porque en eso sí le parece que sabe algo más que el resto de la gente. Es una experta en su mundo, el mundo de los adultos jóvenes que viven tragedias mínimas relacionadas con los afectos, la vocación, la crisis ambiental y el sistema capitalista, en un contexto de necesidades materiales razonablemente resueltas, en una Irlanda de paisajes agrestes, pero casas confortables, de poca comida y mucho vino, de estrenos de teatro y conciertos, de gente que hace trabajo intelectual y que interactúa de igual a igual con otra gente dedicada a oficios manuales o a los cuidados.

Hay dolor en ese mundo, por supuesto, pero es un dolor estilizado, bello, marcado por los silencios. Los personajes en el mundo de Rooney hablan mucho y de maneras muy naturales: si algo hay en esta escritura es un excelente oído para las conversaciones, en especial para aquellas que transcurren de manera virtual, a través de los chats y las redes sociales. En el mundo de Rooney, estos son espacios cruciales, donde se juegan las relaciones. Al mismo tiempo, a estos protagonistas les cuesta decir lo importante. Le temen a la solemnidad, sienten aversión por los absolutos. Prefieren la falta al exceso. En este mundo sin clásicos AM no se habla de los sentimientos y dominan los silencios.

El temor a proponer un compromiso ha sido leído como un mal de este siglo y por eso, entre otras razones, a Rooney se le ha caratulado como una escritora millennial. Pero esa constipación emocional que multiplica los malentendidos, ¿no es acaso un componente básico de la novela romántica clásica? Ese no decir, ese escuchar y entender a medias, ¿no es el origen del conflicto trágico en Cumbres borrascosas o cómico en Emma? Pese a su apariencia contemporánea, las dinámicas entre los personajes de Rooney tributan claramente a las de novelas decimonónicas que, reconozcámoslo, aún funcionan.

Conversaciones entre amigos (2017), la primera novela de Rooney, fue publicada cuando tenía 26 años y refleja, con descarnada elegancia, la manera en que la gente de su generación navegaba las decisiones cotidianas temerosa de creer en algo. Gente normal (2018) es sorprendente también porque muestra las jerarquías que se establecen en distintos escenarios (la escuela, la universidad) y cómo en cada contexto hay quienes se ubican en el centro de la atención y la influencia, y otros que deben conformarse con la periferia. A esta lúcida observación Rooney le agrega el componente fantasioso: dos personas que pertenecen a círculos completamente distintos, dos personas que no tendrían cómo vincularse, se encuentran. En Dónde estás, mundo bello (2021), Rooney intenta otra estrategia narrativa, que intercala la trama con largas cartas entre dos amigas (nuevamente, amigas improbables) sobre las preocupaciones de su generación: la crisis climática, el consumismo y su inevitable traducción en desechos contaminantes, la existencia de un ser superior y un largo etcétera cargado de sentimientos de culpa. Es, por lo mismo, una novela para incondicionales de la autora, porque exige paciencia con tanta diatriba (bien documentada con datos de Google) y también porque se sustenta en los que probablemente sean los personajes menos queribles (o más insoportables) de su universo: la principal es una escritora joven que ha obtenido un inesperado éxito con sus libros y que sufre por haberse vuelto rica y famosa.

Los personajes en el mundo de Rooney hablan mucho y de maneras muy naturales: si algo hay en esta escritura es un excelente oído para las conversaciones, en especial para aquellas que transcurren de manera virtual, a través de los chats y las redes sociales. En el mundo de Rooney, estos son espacios cruciales, donde se juegan las relaciones. Al mismo tiempo, a estos protagonistas les cuesta decir lo importante.

Intermezzo (2024) da un paso más en el evidente interés de Rooney por crecer como escritora. No solo es su novela más larga, sino que, además, pareciera abordar a personajes más distantes de su experiencia cotidiana. Se centra en la relación entre dos hermanos, hombres, marcados por el divorcio de sus padres y el claro abandono de su madre, quien parece más cómoda con su nueva familia que con ellos. La trama comienza con el funeral del padre: los hermanos, ya adultos, deben afrontar su orfandad, ahora total. Rooney se arriesga en el esfuerzo de construir estas dos personalidades masculinas y se esmera también en usar estrategias narrativas nuevas para ella, aunque nada de nuevas en la literatura, como el acceso interior a los protagonistas, lo que le permite narrar extensos pasajes en modo corriente conciencia. La novela funciona y tiene el tono esperanzador de los libros anteriores, porque en el mundo de Rooney la gente, aunque esté perdida, en algún momento se encuentra.

La subtrama que mejor funciona es la del hermano menor, ajedrecista mediocre, y la mujer divorciada a quien conoce en un pueblo perdido a donde llega a dar una exhibición. Curiosamente, esta línea es, efectivamente, el origen de la novela: Rooney publicó en The New Yorker una historia breve con estos personajes que luego se convirtió en uno de los capítulos del libro.

Como escribió el crítico Nadal Suau en El País de España, “Rooney es una buena narradora, aseada (sé que suena a sarcasmo malvado, pero esa no es la intención: busco rebajar las dichosas expectativas, no tumbar a una autora), atenta al detalle”. El problema, dice, es que se atreve poco. “No hagan caso a los haters: he aquí una buena novelista. Tampoco a los fans: no es una novelista muy importante”.

De acuerdo, Intermezzo no es mejor que las dos primeras novelas de Rooney, pero es un intento por ampliar el registro y eso, al menos, demuestra que la autora tiene la lucidez suficiente para leer su propia situación en el mundo. Ya no es una niña prodigio ni la voz de una nueva generación: ahora, en el mundo de la literatura a secas, puede sobrevivir o perderse. Lo que sería, como en sus novelas, solo una tragedia en tono menor.

 


Intermezzo, Sally Rooney, Literatura Random House, 2024, 464 paginas, $18.000.

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