Entrevista a Virginie Despentes: “¿Qué quieren, hombres, ser violadores para siempre?”

por Evelyn Erlij

por Evelyn Erlij I 24 Mayo 2017

Compartir:

Fóllame, su novela debut, fue un terremoto para la literatura francesa de los años 90: ¿una mujer escribiendo sobre sexo, violencia, punk y violaciones? Veintidós años más tarde, Virginie Despentes no transa su estilo trash, su escritura punzante ni su lucha feminista. En Vernon Subutex, su último trabajo, se pone en los zapatos de un hombre para pintar el paisaje del capitalismo hardcore de hoy y trazar un retrato generacional de los que vivieron por el rock y cayeron con su derrumbe.

por evelyn erlij

Para ser una escritora novata en la Francia de 1994 y bautizar la primera novela con el título Fóllame, se necesitaba coraje. La historia que sigue –y que para Chile suena cercana– sirve de contexto: en 1988, cuando se estrenó en París La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, el público destruyó butacas, un cine fue incendiado, hubo una decena de heridos y 15 de los 17 cines que mostraron la película la sacaron de cartelera. El país de Sade también puede ser el país de la censura, y Virginie Despentes (47), la autora de ese libro con título triple X, lo supo un poco más tarde, en 2000, cuando quiso adaptar su novela al cine. La cinta, algo así como una Naranja mecánica hardcore protagonizada por una prostituta y una actriz porno, fue sacada de los cines por la presión de una asociación católica, que apelaba a argumentos como este: “El hombre es humillado bajo condiciones inadmisibles”.

“El sexo hecho por una mujer está bien en Cincuenta sombras de Grey, pero no si vas un poco más allá”, advierte hoy Despentes, 16 años después de esa polémica y a poco de haber publicado en Francia Vernon Subutex 2, su novela número nueve y segunda parte de un volumen que este año llegó a Chile. En Sudamérica, su nombre comenzó a sonar cuando llegó a librerías Teoría King Kong (2006), un ensayo anarco-feminista y autobiográfico escrito sin eufemismos ni sutilezas. “Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica”, apunta en el texto, en el que se declara “más King Kong que Kate Moss”.

El bombazo de la película Fóllame la hizo despertar, porque hasta ese momento nunca había pensado en temas de género. Ser mujer no le había impedido gran cosa: deambuló en las noches por el underground punk rock francés, durmió en estaciones de tren, se reventó el estómago con cerveza y viajó a dedo por el país para ver a sus bandas predilectas. Se prostituyó cuando quiso y escribió sobre porno y rock para un par de revistas. Ni siquiera cuando la violaron, a los 17 años, dejó de vivir así. Calló el asunto. Y continuó. Hasta que filmó una escena de violación grupal en su película y se armó el escándalo. ¿Por qué impera una cultura del silencio en torno a la violación? ¿Por qué una mujer no puede filmar una agresión sexual sin ser censurada?

“Somos el sexo del miedo, de la humillación, el sexo extranjero”, escribe en Teoría King Kong, un libro que la instaló entre las voceras del neofeminismo. En sus novelas, como Perras sabias (1998) o Bye Bye Blondie (2013), usa como arma el lenguaje de la calle para atacar el universo literario femenino habitual, ese poblado por mujeres deseables, atractivas y delicadas; y las reemplaza por protagonistas violentas, sexuales y excesivas que abortan, se drogan o matan. Son el equivalente del héroe de un filme o novela de crimen o acción, porque el feminismo de Despentes no tiene que ver con “odiar a los hombres”, como algunos creen, sino con tratar a las mujeres igual que a los hombres. Por eso no le fue difícil ponerse en la piel de uno en la trilogía Vernon Subutex, cuya primera parte vendió 80 mil ejemplares en Francia.

“Ese sentimiento de mi generación, que creía que la música era la cosa más importante del mundo, se acabó. Era una manera de vivir, una actitud, una forma de hacer política. No imagino un niño hoy hablando por horas sobre lo que puede o no entrar en el rock”.

“No creo en diferencias tan fundamentales entre chicos y chicas. Creo en una diferencia importante de recepción, en la forma en que los lectores entienden a los personajes dependiendo de su género”, dice Despentes en castellano de España, en un café del barrio XIX de París, a días de haber sido jurado del Premio Goncourt. Vernon, su protagonista, es un cincuentón que fue dueño de una disquería mítica, un “bala perdida”, sin esposa ni hijos, que con el derrumbe de la industria discográfica termina sin dinero y sin hogar, paseándose como vagabundo por las casas de los amigos que el rock le dejó. La mayoría se ha aburguesado, está casado, divorciado o tiene hijos, y lo último que les importa es la música que alguna vez los unió. De fondo, una sociedad capitalista en la que la juventud, el estatus, el éxito y Facebook lo son todo.

“Vernon es símbolo de una clase media francesa que conoció un sistema de repartición de la riqueza que funcionaba más o menos, pero que funcionaba, y que ahora se ha caído totalmente –explica la escritora, que pondría como banda sonora para esta época catastrófica a Slayer, Motörhead, Nirvana y Trent Reznor–. Fue una arrogancia de tontos pensar que esto duraría mucho tiempo. Pero no veo que la gente que está en el poder esté pagando por esa arrogancia. Nos veo a nosotros, el pueblo sin patrimonio y sin riqueza, que estamos pagando muy caro. Lo de la industria musical fue diferente: tenían un montón de arrogancia y ha sido una derrota total. Y los que han pagado realmente son los artistas, no los empresarios de las disqueras, que ahora están donde hay dinero y están vendiendo teléfonos”.

¿Crees, como algunos dicen, que el rock está muerto?

Por lo que yo veo, me parece muerto. Sigue ahí y nos toca, como la poseía del siglo XIX o el jazz de los años 50, cuando escuchar esa música que unía a blancos y negros era una aventura. Con el rock es igual. Ese sentimiento de mi generación, que creía que la música era la cosa más importante del mundo, se acabó. Era una manera de vivir, una actitud, una forma de hacer política. No imagino un niño hoy hablando por horas sobre lo que puede o no entrar en el rock. Ya no apasiona a nadie así. No sé si es posible sentir entusiasmo por una música que escuchan tus padres. Si tienes 20 años, te puede interesar de manera formal, pero que sea tuya, que sea importante y que sea una aventura, no. Ha perdido algo de su carga emocional, subversiva y política. No significa que no se vayan a hacer nuevos discos de rock buenos, pero algo murió.

Hay personajes en el libro que dicen que madurar es olvidarse de la música. ¿Cuál es la diferencia entre crecer y envejecer?

Cuando el rock fue creado, en los 70 y 80, nadie pensó en envejecer. Era una música de jóvenes, y los de Slayer no pensaron que a los 60 todavía estarían con sus guitarras. Esta música ha envejecido con nosotros, y cuando veo a gente de mi edad o más vieja tocando, hay algo extraño, porque es tan “música de juventud”. Sobre crecer y envejecer, creo que es algo común a todas las sociedades reguladas por el consumo: hemos olvidado que envejecer es también aprender cosas. La edad es vista como algo siniestro y negativo, cuando tiene muchas cosas positivas, como conocer más y haber visto un montón de cosas. En Europa no hay lugar para los viejos. De salud, los cuidamos bien, pero nadie sabe qué hacer con ellos. No son útiles para el trabajo, la producción o para vender productos. Es algo muy particular de esta sociedad: hay muchos viejos que nadie quiere ver. Es una contradicción nueva e interesante.

 

baise-moi-2000-05-g

Fóllame (2000)

 

Las redes sociales están muy presentes en el libro y son fuentes de celos, de violencia, de narcicismo. ¿Facebook está desatando lo peor de nosotros?

No solamente, pero sí mucho. Estoy en Facebook y encuentro que es una herramienta genial, pero nunca he leído tanta imbecilidad en mi vida. Hay un aspecto negativo que me parece cada vez más importante. No es la impresión que teníamos en el año 2000, cuando internet se expandió, aparecieron los blogs y todo era más interesante. Para una joven de 15 años, Facebook hoy es el infierno. Es un medio de opresión y de vigilancia cada vez más fuerte. En términos de feminismo, el lado positivo es que nunca había tenido tanto acceso a textos feministas. Hace 20 años, en Francia, los textos de las feministas pro-sexo estadounidenses los teníamos cada tres años. Hoy, gracias a las redes sociales, todo el material está disponible. Para una niña violada y obligada a callarlo, en internet hay una cultura feminista a disposición.

“Estoy en Facebook y encuentro que es una herramienta genial, pero nunca he leído tanta imbecilidad en mi vida”.

¿Crees que el libro habría tenido una recepción diferente si Vernon hubiera sido una mujer?

Estoy segura. Los lectores imaginan un personaje femenino con mucho menos cariño, con más severidad y mucho menos empatía. Una mujer se juzga un montón, mientras que un hombre se entiende, se oye. No hablo de todos, hablo en general. Hay una ternura hacia lo masculino que no existe hacia lo femenino. Quizás me equivoco, pero por el hecho de no tener hijos hubieran pensado “será por su culpa”; por acostarse con mucha gente, hubieran dicho “qué zorra” y por terminar en la calle, “algo habrá hecho para quedarse en esa situación económica desastrosa”.

¿De qué sirve que las mujeres marchen por sus derechos cuando el discurso de la masculinidad sigue sin cambios profundos?

Las cosas cambian, lentamente, pero cambian. No hay que olvidar que las mujeres que ahora tienen 60 años estaban convencidas hasta los huesos de su inferioridad. Hoy hay una población de mujeres que tienen todo claro y que no cambiarán de ideas tan fácilmente. Ha habido cambios profundos importantísimos en nuestros cerebros. Pero para cambiar más se necesita que las chicas que se acuestan con chicos sean un poco más exigentes, tengan un poco menos de ternura y más educación. Tengo 47 años y estoy harta de hablar con chicas de agresión sexual. Si queremos vivir juntos hombres y mujeres, ellos tienen que empezar a pensar en un posmasculinismo, deben hablar sobre qué están haciendo: ¿qué quieren? ¿ser violadores para siempre? ¿ser violentos para siempre? Nosotras no buscamos problemas. Son ellos los que tienen que entrar en una búsqueda de una masculinidad que les convenga y que nos convenga a todos. Creo que están más preparados de lo que pensamos para eso.

En las discusiones sobre el aborto en Chile hubo diputados que dijeron “hay violaciones que no son violentas” y “no sé de dónde salió la idea de que la mujer tiene derechos sobre su cuerpo”. ¿Crees que con el auge de la extrema derecha y del conservadurismo en el mundo hay peligro de involución moral?

En Francia también vuelven luchas súper duras contra el aborto, que es un derecho muy importante. Fue un error pensar que se obtuvo para siempre. Dicen que no es una contracepción, que no debes hacerlo demasiadas veces, pero creo que hay que entender que sí es una contracepción; si quieres hacerte 15 en tu vida, adelante. En Francia se despenalizó hace 30 años y cuando escuchas las discusiones de la época, Simone Veil, la ministra de derecha que impulsó la ley, una mujer muy respetada, fue atacada como la última de las zorras. Y sí, el control de las mujeres sobre nuestro cuerpo es algo que empezamos a pensar por primera vez después de dos mil años. Hay una involución con el regreso de la religión, pero tengo la sensación de que esta reacción de la extrema derecha y de la religión no durará tanto. Algo ha pasado en los cerebros que va a ser difícil de cambiar. Suelo ser pesimista, pero en esto tengo fe.

“Los lectores imaginan un personaje femenino con mucho menos cariño, con más severidad y mucho menos empatía. Una mujer se juzga un montón, mientras que un hombre se entiende, se oye. No hablo de todos, hablo en general. Hay una ternura hacia lo masculino que no existe hacia lo femenino”.

Cuesta pensar en autoras francesas feministas, aparte de Marie Darrieussecq, Catherine Breillat y tú. ¿Cómo se explica esto en el país de Simone de Beauvoir?

En Francia somos especialmente sexistas y misóginos. Simone de Beauvoir fue un escándalo fuerte. Fue un accidente. Lo hemos olvidado porque pasó hace 60 años, pero cuando lees la prensa de la época, fue un accidente que una mujer de aquí escribiera El segundo sexo. Judith Butler estaba traducida en toda Europa y aquí esperamos más de 10 años para leerla. Cuando miras nuestro cine, las mujeres que hay son jóvenes que nunca van a hacer películas con dinero. No somos el país del libertinaje, somos el país de una sexualidad un poco libre, pero de hombres y para hombres heterosexuales. Y ahora tocamos el tema del feminismo por racismo, para denunciar el machismo del hombre musulmán. Es la primera vez que hablamos un poco de feminismo y es únicamente para denunciar al hombre musulmán. Estamos más torcidos de lo que se cree, jajaja.

Michel Houellebecq, que se asume machista, dijo que “el hombre aprendió a callarse para que la mujer crea que cambió” y que las feministas deberían leerlo “para conocer el punto de vista de los hombres”. ¿Qué opinión tienes de él?

Creo que Houellebecq es dueño de una masculinidad totalmente inadecuada y que de niño sufrió la brutalidad de sus “colegas” machos por eso. Por esa razón lo vuelve un poco loco pensar que otros hombres lo tomen como un símbolo de masculinidad. Se nota, es obvio: es un poeta, no es Messi. Creo que ni siquiera habla en serio cuando dice esas cosas; el asunto es que cuando las dice, son recibidas como algo importante. Por eso lo veo como “el escritor de las pequeñas pollas blancas” del mundo entero que se reconocen en él. Es una masculinidad que sufre, que cree que sufre por culpa de las feministas, pero que en verdad sufre por culpa del sistema neoliberal. Houellebecq sabe que si ataca a mujeres tiene su público, no así si ataca al mercado laboral, lo que lo haría perder apoyo. Sus primeros libros me gustaban un montón. Pero creo que quería atraer la fama, y lo que la atrae es el machismo y el racismo, así que da al público lo que este quiere. Eso me parece mucho más idiota que el escritor en sí mismo. Ha entendido lo que esperamos de él y el resultado son esas mierdas de libros. Y me da pena, porque hubiera podido desarrollar una obra muy distinta a esa mierda.

 

vernon

Vernon Subutex 1, Virginie Despentes, Literatura Random House, 2016, 340 páginas, $15.000.

Palabras Claves

Relacionados

Una constante oscilación

por Guido Arroyo

Insomnios con Flora

por María Sonia Cristoff

La tormenta que se avecina

por Mike Wilson