Tamara Tenenbaum: “El ensayo deja salir del monólogo narcisista de las redes sociales”

La escritora argentina (1986) se hizo conocida en 2019 con su libro El fin del amor. Querer y coger en Buenos Aires, que transformó en guion para una exitosa serie de Netflix protagonizada por la cantante Lali Espósito. Dos novelas, más guiones, crónicas de prensa, pódcasts, y su nuevo Un millón de cuartos propios. Ensayo para un tiempo ajeno (Premio Paidós 2025), muestran sus cualidades y variedades para pensar y repensar el tiempo que vivimos.

por Marcela Fuentealba I 19 Junio 2025

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En este libro hay mucho de revisión personal, como en todo ensayo, te tomas todo el tiempo para ir recorriendo ese “tiempo ajeno” que alude el subtítulo, para llegar desde la lectura del clásico de Virginia Woolf al tuyo.
Sí, empecé a pensar en el tiempo ajeno en relación con mi ensayo anterior, El fin del amor. Estaba tratando de encontrar un registro, un tono, una literatura para contar una época, de la que yo me sentía de alguna manera protagonista y también era lo que estaba escuchando por todas partes, la sensación de un clima de época, que yo era de alguna manera un vehículo para cierta parte de mi generación. Y cuando empecé a pensar en este nuevo libro, no en cómo actualizar a Virginia Woolf, sino más bien en qué quiero escribir ahora, qué es lo que tengo que decir en este libro, el lugar discursivo era muy diferente al de cinco años atrás, y tenía mucho más que ver con los márgenes. Digamos que si el discurso del varón heterosexual con voluntad de dominio volvió al centro de la cultura, mi lugar de mujer joven de clase media, que antes tenía otra preponderancia en el discurso mainstream, se había corrido. Efectivamente, me resultaba una época un poco ajena. Y a la vez me pareció que esa era también una buena manera de acercarse a Virginia, que por supuesto escribió desde un tiempo ajeno. Lo primero que cuenta en Un cuarto propio es que trata de entrar a la biblioteca de la universidad y le dicen que las mujeres no pueden: no hay nada más tiempo ajeno que eso.

Creo que el problema no es el feminismo ni el progresismo. El problema son las redes sociales, en general. El tipo de lenguaje que proponen y digamos, todo mezclado con las redes sociales termina siendo narcisista, porque el negocio de las redes sociales es que nosotros vendamos un yo.

Vas urdiendo una revisión muy crítica de este tiempo, en que está cambiando todo. Hablas de esta sensación de que no hay suelo común, y por ahí te vas encontrando con Virginia Woolf.
Me pareció que Un cuarto propio ya era muy actual. Hay textos feministas del siglo XIX o del principio del siglo XX que han quedado viejos. En cambio ella habla de las dificultades para el trabajo creativo, sobre todo. Es un tema que en la época de Virginia les importaba a las cinco personas que sabían escribir. Y hoy nos importa a todos, de alguna manera. Hay personas que te dicen que es un problema de ricos. No es verdad. La gente está muy equivocada si piensa que al más pobre no le interesa hacer algo lindo con su tiempo libre. Es mentira. Viene de esa idea de que los pobres solo se preocupan por comer, como si fueran animales. Me parece que hoy, en cambio, la idea es cómo hago para que mi existencia tenga sentido. Lo creativo hoy se entiende de muchas maneras. Puede ser una comunidad o un jardín. En el libro hablo mucho de la precariedad, que si bien es algo generacional, toma otro color en Sudamérica. Nuestras economías son más inciertas, nuestra relación con el dinero es otra, nuestra relación con el futuro es otra. Mi anclaje es ese.

También vas actualizando otros temas que surgen a partir del feminismo; por ejemplo, esta típica frase de “lo personal es político”. ¿Qué pasa ahora, por ejemplo, con esa frase cuando lo personal es muy narcisista?

Creo que el problema no es el feminismo ni el progresismo. El problema son las redes sociales, en general. El tipo de lenguaje que proponen y digamos, todo mezclado con las redes sociales termina siendo narcisista, porque el negocio de las redes sociales es que nosotros vendamos un yo, ¿no? ¿Viste que cada vez más, cuando la gente tiene que promover un taller o lo que sea, pone una selfie? La gente se dio cuenta de que el algoritmo quiere que postees tu selfie, no tu flyer. No quieren tu taller, quieren tu foto. El problema es cuando nuestros canales de expresión son esos y hay un lenguaje del me gusta, no me gusta, del yo soy esto, que se apodera de todo: del feminismo, del progresismo, de la derecha también, porque la derecha también está cooptada por ese lenguaje narcisista. Y las redes sociales son el único mundo que tenemos hoy, aunque fantaseemos con la idea de que algo va a pasar en los próximos años con el uso de las redes o de internet. Algunos amigos me dicen que no hay vuelta atrás, pero no lo creo. No es probable que las redes sociales e internet dejen de ser muy importantes en nuestras vidas, entonces vamos a tener que aprender a criticar el lenguaje al que estas plataformas conducen y a las cuatro o cinco empresas que son sus dueñas y están tratando de venderte cosas. La conversación en tiempo real, que no se da, te confrontaba con objeciones muy rápido y uno tenía que estar atento a la escucha del otro. Hoy en cambio uno tiene que monologar con puras certezas; por eso, parte de lo valioso del ensayo es que nos permite de alguna manera subvertir eso y pensar cómo quiero escribir, cómo formular mis hipótesis, con qué lenguaje.

Hay algo un poco descorazonador de un discurso de izquierda muy fatalista, poco seductor, que opera con una certeza demasiado fuerte, como si fuera obvio que todo va a salir mal. Por otro lado, los movimientos sociales, como el feminismo, producen reacciones, porque la gente que pierde privilegios se enoja: si vos sos rica y te cobran muchos impuestos probablemente no te caiga bien, a nadie le gusta pasar de competir solo con varones por un trabajo para competir además con todas las mujeres. Lo importante es ver cómo procesamos socialmente eso, desde un lugar que no sea solamente el resentimiento y el odio.

Otro tema que cuestionas es esta sensación actual de apocalipsis.
Sí, es importante pensar que efectivamente hay un futuro, uno no sabe, y los pesimistas tampoco, y por eso del futuro hablamos todos con la misma incertidumbre. Hay algo de decisión en el tono que uno elige para hablar del futuro y yo siempre trato de hacerlo en un lugar donde todavía tiene sentido vivir en este mundo. Eso no implica desconocer las amenazas climáticas ni económicas ni sociales, ni todo lo que está pasando. Hay algo un poco descorazonador de un discurso de izquierda muy fatalista, poco seductor, que opera con una certeza demasiado fuerte, como si fuera obvio que todo va a salir mal. Por otro lado, los movimientos sociales, como el feminismo, producen reacciones, porque la gente que pierde privilegios se enoja: si vos sos rica y te cobran muchos impuestos probablemente no te caiga bien, a nadie le gusta pasar de competir solo con varones por un trabajo para competir además con todas las mujeres. Lo importante es ver cómo procesamos socialmente eso, desde un lugar que no sea solamente el resentimiento y el odio.

 


Un millón de cuartos propios. Ensayo para un tiempo ajeno, Tamara Tenenbaum, Paidós 2025, 256 páginas, $20.900.

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