Publicado a fines del año pasado, con motivo de la reedición en Estados Unidos de El obsceno pájaro de la noche, este artículo subraya la capacidad de Donoso para explorar la clase y el género, así como para alcanzar “el logro cúlmine del género de horror gótico”, algunos de los tantos puntos por los que ha influido —en opinión de Issenberg— en las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos como ningún otro autor del Boom.
por Zachary Issenberg I 17 Septiembre 2024
El boom latinoamericano de los 60 y 70 se asocia con algunas de las figuras más imponentes de la literatura contemporánea en español, entre ellas, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Pero de todos los gigantes que han sido traducidos, la comunidad de lectores estadounidenses en su mayoría ha olvidado al mejor escritor que salió del Boom: el novelista chileno José Donoso.
El boom latinoamericano, por supuesto, fue construido un tanto artificialmente —un término de marketing de los editores de Estados Unidos para nombrar y encasillar las artes en lengua española, para las que los 60 y 70 fueron años especialmente fecundos. ¿De qué otro modo podrían escritores tan estilística y geográficamente diversos, como García Márquez, Silvina Ocampo y Guillermo Cabrera Infante, caber bajo el mismo paraguas, sino por los esfuerzos de editores y publicistas de editoriales estadounidenses altamente prestigiosas? Pero a poco andar, el Boom se volvió un esfuerzo a dos bandas: la razón por la que ahora conocemos y apreciamos tanta literatura latinoamericana no es solo gracias a editoras como Toni Morrison, Alice Quinn y Victoria Wilson —o traductores tan incansables como Suzanne Jill Levine, Hardie St. Martin, Leonard Mades y Edith Grossman—, sino también gracias al paladín de su generación que fue José Donoso. De hecho, Donoso no es solo el escritor más grande del Boom: ¡él escribió su biografía!
Historia personal del Boom es la crónica de Donoso sobre esta revolución multigeneracional, multicultural del lenguaje por parte de uno de sus primeros partidarios y mentores. A través de esta delgada, cálida memoria, Donoso cumple dos grandes tareas: convencernos de que el Boom nunca existió para los escritores, pero que solo los escritores pudieron haberlo producido. Donoso delinea esta paradoja en las últimas páginas del libro:
[L]a cuestión de la constitución del Boom, quién pertenece y quién no pertenece (…), eso es ingenuo, falso, como es falso el estaticismo en las relaciones humanas y políticas, como es falsa la unanimidad sempiterna de los dictámenes (…). [El Boom] visto desde fuera, y las razones para incluir o excluir, y las personas incluidas o excluidas, son más que nada espejismos que ven los ojos de los no incluidos que quisieran pertenecer.
Para Donoso, tratar de pertenecer a una comunidad que no te acoge es malentender por completo el punto. Como profesor en Iowa y Princeton, durante varios años en cada una, sabía qué autores centro y sudamericanos habían logrado “instalarse” en nuestras bibliotecas, pero ¿qué pasaba con los muchos que no? A lo largo de su crónica y en entrevistas con otros, Donoso nombraba a autores que merecían ser incluidos en el Boom, como Clarice Lispector, e incluso creó a un novelista ecuatoriano ficticio, Marcelo Chiriboga, que apareció a lo largo de varias obras suyas y de Carlos Fuentes. Ya sea simplemente una parodia de la mitología que rodeaba a los autores del Boom en el extranjero, o posiblemente, un agudo gancho contra la exclusión de la escritora ecuatoriana Luz Argentina Chiriboga de las editoriales internacionales, Donoso hizo notoria la ausencia de Ecuador para los lectores extranjeros. Sus esfuerzos no pasaron desapercibidos. Acerca de la influencia de Donoso, la gran escritora mexicana Fernanda Melchor dijo esto:
Hay otro escritor cuyo estilo está marcado por la oralidad: José Donoso, quien es mi favorito del boom latinoamericano (por encima de Gabriel García Márquez). En El lugar sin límites, El obsceno pájaro de la noche y Este domingo podemos detectar cómo sus personajes hablan dos lenguas: los aristócratas se comunican en un español muy correcto, mientras que los bandidos se ciñen a las fórmulas populares.
En otra entrevista más, Melchor nuevamente identificó el impacto de Donoso en su obra:
Mis nociones de belleza están muy empapadas de lo visual y musical… A veces ciertas características de verdad que hay en lo sórdido o lo grotesco se contraponen a la idea clásica de lo bello. Siguiendo los pasos de José Donoso, encuentro que en lo grotesco y laberíntico hay mucho de verdad en la condición humana.
Y la brillante novelista y periodista argentina Mariana Enriquez también ha hablado de cómo Donoso moldeó su escritura:
Podría elegir varias novelas donde aparecen las clases dominantes latinoamericanas encaramadas en todo su poder feroz de dueñas de cuerpos, territorios e impunidad, pero quizá esta novela [El obsceno pájaro de la noche] y también Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato, donde asoma la monstruosidad y la decadencia, sean las que más me influyeron.
Esta afirmación contradictoria y profundo entendimiento de la inclusión provenían de su experiencia personal. Donoso se desarrolló como artista durante un tiempo en que, como él escribe en su memoria, “el novelista de los países de Hispanoamérica escribía para su parroquia, sobre los problemas de su parroquia y con el idioma de su parroquia, dirigiéndose al número y a la calidad de lectores (…) que su parroquia podía procurarle, sin mucha esperanza de más”. La cultura literaria en la que creció Donoso enfatizaba una literatura pensada para la academia, moralmente rígida. Las novelas carecían de ambigüedad, tomaban partido enteramente por debajo o por encima de la moralidad de su tiempo, aprensivamente sumisas a las actitudes y preferencias de las generaciones anteriores. Citando a Ángel Rama, Donoso lo dice llanamente: “Las grandes figuras prolongan su magisterio durante larguísimos períodos, dando desde lejos la sensación de que en sus países han cortado a ras la hierba para que nada nuevo crezca…”. Es difícil imaginar a cualquier joven artista aprendiz desarrollándose de modo alguno en nuestra época comercialmente esencializada, pero la generación de Donoso se enfrentó a sus propios predecesores venenosos, quienes rechazaron todo menos la limpieza y seguridad de la trillada narrativa de salón. Pero Donoso sintió que en un mundo que experimentaba rápidos cambios —políticos, sociales, ambientales y demás— esta narrativa tenía el mismo impacto que un museo decrépito.
Y en opinión de Donoso, ¿qué podría ser más esencial para la escritura que vivir dentro del mundo siempre cambiante a tu alrededor? En lugar de aspirar a una tradición perfecta, Donoso entendió que su obra creció de “un mestizaje, como un desconocimiento de la tradición hispanoamericana (…), [el que bebió] casi totalmente de otras fuentes literarias, ya que nuestra sensibilidad huérfana se dejó contagiar sin titubeos”. Tal como cada país latinoamericano se estaba cuestionando su propia identidad, también los autores del Boom escribieron para reflejar un mundo más allá de su parroquia. De aquellos gigantes, Donoso exploró la clase y el género; Carlos Fuentes, la historia y la cultura, y Mario Vargas Llosa, el sexo, la política y la corrupción de los ideales. (Este era el Vargas Llosa de una vida pasada, a quien Donoso apoyó desde la misma semana en que se publicó su primera novela; Vargas Llosa describió a Donoso como “el más literario de todos los escritores que he conocido, no solo porque había leído mucho y sabía todo lo que es posible saber sobre vidas, muertes y chismografías de la feria literaria, sino porque había modelado su vida como se modelan las ficciones”).
En un paisaje así de estéril y servil, uno podría preguntarse cómo escritores tan inventivos y visionarios lograron hacer comunidad en los 60 y 70. De hecho, muchos de estos escritores han nombrado a Donoso como una fuerza organizadora, unificadora, central para el Boom. Fue Donoso quien planeó conferencias de escritores en lengua española, leyendo de manera tan amplia y haciendo las diligencias suficientes como para reunir los fondos para congregar a los escritores. Y cuando el mundo se oscureció y Donoso buscó la libertad literaria en el extranjero, él y Fuentes financiaron el escape de sus pares autores latinoamericanos a otros lugares. Y mientras los abundantes y complicados diarios de Donoso nos dejan ver cuánto detestaba su orfandad literaria, lo que le proveyó a otros fue un apoyo sin compromiso para que florecieran.
En medio de esto, Donoso escribió su obra maestra —en mi opinión, una novela perfecta. El obsceno pájaro de la noche, publicada en abril por New Directions en una nueva traducción de Megan McDowell, es el logro cúlmine del género de horror gótico. El estilo de El obsceno pájaro de la noche es totalmente único, una historia construida desde las habladurías de la alta y baja sociedad, que gira y se borronea en torno a una serie de pesadillas entrelazadas en que las personas pierden su memoria, su sexo o, incluso, literalmente sus órganos. Mientras la lees, te despiertas de un sueño solo para entrar en otro, las oraciones se mueven entre géneros, edades e historia con tal precisión que se sienten ambiguas. El efecto es surreal: las palabras se retuercen en la página, se cuelan en tu propia conciencia. Si alguna vez has despertado de una cirugía invasiva, cuando el entumecimiento de la anestesia se desvanece mientras tu cuerpo expuesto se estremece lentamente en su lugar, has sentido el estilo de Donoso.
A veces me pregunto: ¿Cómo hizo Donoso para escribir una novela perfecta y cómo podría alguien lograr hoy la misma hazaña? Bueno, supón que leas y escribas en una época de aburrida continuidad, inundada de bombo por culturas literarias que no son ni las tuyas ni mínimamente buenas. ¿Qué haría Donoso? Primero que todo: ¡ignorar el bombo! Nunca vas a crecer como autor si solo lees y discutes al conjunto de escritores generados por el mercado al que nunca vas a pertenecer. En cambio, enfócate en quien eres y acepta el hecho de que pasar tu vida escribiendo es lo menos cool que hay. Pero recuerda que ser cool no tiene nada que ver con la escritura, y que como todo gran arte, la escritura se puede volver el altar de una comunidad tan incómoda y extraña como tú. En lugar de emular la “perfección” de generaciones anteriores —emular una cultura cuyo lenguaje no podría imaginar el nuestro—, escribamos en un lenguaje que nos sea propio, y solo deseemos que un lenguaje así le parezca peludo e inhumano a cualquiera que no pueda entenderlo. Con esfuerzo y paciencia y genuino amor por los suyos, Donoso no solo escribió una novela perfecta: creó un espacio para que muchas otras novelas perfectas existan.
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Ensayo publicado en The Millions, en noviembre de 2023, y actualizado por el autor para esta publicación. Se traduce con su autorización y la de Publishers Weekly. Traducción de Sebastián Duarte Rojas.