Leonardo Padura: “El miedo a la muerte ha recuperado hoy su mejor protagonismo”

El narrador cubano, autor de El hombre que amaba a los perros, cuenta cómo ha sido su cuarentena desde La Habana y se refiere a las consecuencias de la pandemia en la población: “La economía sin turismo y con menos remesas está muy afectada, sobre todo en lo referido a la alimentación, que es un problema que la gente suele tener tres veces al día”, añade el creador del detective Mario Conde, quien en agosto publicará la novela Como polvo en el viento.

por Javier García Bustos I 24 Junio 2020

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Era mediados de marzo y Leonardo Padura (64) figuraba recorriendo México con su libro Los rostros de la salsa. “Ya andábamos preocupados por las noticias que circulaban sobre la pandemia y nos quedaba una presentación en la ciudad de Mérida, que fue suspendida”, comenta desde La Habana el destacado escritor cubano, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015.

“Entonces regresamos a Cuba y nos autoconfinamos. En Cuba se decretan las primeras medidas de aislamiento, pues no hubo cuarentena generalizada, y las cumplimos con mucha responsabilidad, pues tengo una madre de 92 años y una suegra de 82 años, a las que debíamos proteger”, señala el autor de la premiada novela El hombre que amaba a los perros y creador del detective Mario Conde, que incluso debutó como miniserie en Netflix en 2016.

 

Siempre a los escritores se los describe como seres aislados. ¿Ha sido este su caso, donde ha podido elaborar con mayor tiempo sus proyectos o las preocupaciones cotidianas no se lo permiten?
Para escribir, para crear, el mejor sitio siempre ha sido mi casa acá en La Habana. Yo vivo en un barrio del sur de la ciudad, relativamente lejos del centro, en el barrio y la casa donde nací, en Mantilla. A esta casa, que tiene un terreno donde tengo muchos árboles como plátanos, guayabas, mangos y guanábanas… le hemos hecho añadidos y uno de esos es la parte donde vivimos Lucía (su mujer) y yo. Acá tengo un estudio de 6×4 metros, muy ventilado y luminoso, desde donde veo, de un lado, los mangos y del otro, un flamboyán que ahora mismo está florecido y es espectacular. Aquí escribo todas las mañanas de todos los días que estoy en Cuba. Cuando estoy fuera puedo leer, incluso escribir si se trata de guiones de cine o periodismo, pero no literatura. Acá, además, controlo mejor mi tiempo, algo imposible cuando estoy en giras de promoción, y vamos a “la ciudad” un par de veces a la semana, por lo general a ver amigos y comer con ellos, y tomarnos unos vinos, algo que me encanta hacer.

En Cuba el problema de la comida es casi endémico. Son 60 años de escasez. Y si bien una buena parte de los problemas económicos del país tienen que ver directa o indirectamente con el bloqueo comercial y financiero de Estado Unidos contra Cuba, bloqueo que es muy real y cada vez más fuerte, también es cierto que la ineficiencia, la falta de productividad, la distorsión financiera que implica la existencia de dos monedas son problemas propios que nos están afectando hace mucho.

Desde el comienzo del Covid-19, los médicos cubanos han sido destacados por ayudar en países como Italia. ¿Cómo se encuentra el sistema de salud interno cubano ante la crisis sanitaria?
La opinión generalizada, incluso de varios de mis amigos médicos, es que en Cuba se ha manejado muy bien la llegada de la pandemia. Se trabajó sobre la base de criterios científicos, médicos, epidemiológicos, y no de deseos políticos, como ha ocurrido con otros fenómenos. En Cuba era muy importante no llegar a una fase crítica de hospitalizaciones y se logró, con medidas de aislamiento y con tratamientos médicos que han resultado efectivos. Y hoy la enfermedad parece todo lo controlada que es posible tenerla, con una transmisión mínima en el país.

 

Se han reportado solo 85 muertos. ¿Son confiables estas cifras?
Yo confío en esas cifras. Como mismo no he confiado en otras (recuerdo como a principios del siglo el PIB cubano crecía y crecía y nadie veía cómo), en este caso siento que hay seriedad. Si solo hemos tenido algo más de 80 muertes, si en los últimos 12 días un solo fallecimiento, es porque las medidas sanitarias y sociales han funcionado, el sistema de salud ha funcionado, por suerte para nosotros.

 

Dijo en una entrevista que si se logra superar la crisis sanitaria “vamos a tener que entrar en la lucha por la crisis económica desde los países más ricos hasta los países más pobres”. ¿Hay más pobreza en Cuba hoy que antes de la pandemia?
Si la pandemia se ha enfrentado con éxito, no creo que sea igual con la crisis que se nos avecina. A menos que se aproveche la crisis para hacer muchos de los cambios que están pospuestos, como la muy mentada necesidad de “liberar las fuerzas productivas” que reclama el propio presidente de la República. En Cuba el problema de la comida es casi endémico. Son 60 años de escasez. Y si bien una buena parte de los problemas económicos del país tienen que ver directa o indirectamente con el bloqueo comercial y financiero de Estado Unidos contra Cuba, bloqueo que es muy real y cada vez más fuerte, también es cierto que la ineficiencia, la falta de productividad, la distorsión financiera que implica la existencia de dos monedas son problemas propios que nos están afectando hace mucho y nos afectarán más en estos meses o años difíciles que se avecinan. La economía cubana de estos meses, sin turismo y con menos remesas está muy afectada y, en consecuencia, también están afectados los niveles de vida de la gente, sobre todo en lo referido a la alimentación, que es un problema que la gente suele tener tres veces al día.

Un mundo en el que quizás los poderes políticos nos digan que otra vez podemos besarnos y abrazarnos, hablarnos y tocarnos… y ya tengamos miedo de hacerlo o, incluso, no sepamos cómo hacerlo. O, peor aún: lo hagamos porque nos lo ordenan.

Judith Butler señaló hace poco que “el aislamiento, en parte, es una estrategia de control estatal”. ¿Hemos perdido muchas libertades con la pandemia?
El miedo a la muerte ha recuperado hoy su mejor protagonismo. Y, para salvarnos, hemos debido entregar uno de los grandes logros universales de los que se ufanaba nuestra generación: muchos de nuestros derechos civiles, una parte importante de nuestro derecho a la privacidad por los cuales tanto gritamos cuando fue necesario gritar. Nuestra generación, si quiere sobrevivir, debe aceptar desde ahora nuevas reglas de juego: y la primera es entregar definitivamente varios de esos queridos derechos. Ya de manera voluntaria habíamos comenzado a hacerlo, y no por temor a la muerte, sino por presiones del sistema. Por los caminos de las redes sociales estábamos entregando a los poderes económicos, políticos y de inteligencia la información de nuestras alegrías, miedos, preferencias y aversiones. Cada entrada en el mundo digital hacía sonar una campana: me interesa esto, quiero esto, no me importa esto. Y alimentábamos los algoritmos que nos diseñarían la vida pública y privada.

 

¿Qué opina de conceptos como “distanciamiento social” y “nueva normalidad”?
Por miedo hemos debido dar un paso más: vamos a aceptar que inteligencias artificiales, manejadas en principio por poderes médicos, sepan los grados de nuestra temperatura corporal, la frecuencia cardiaca y el ritmo de nuestras digestiones. Cámaras y teléfonos inteligentes registrarán nuestras relaciones personales, cada movimiento, cada acto social o individual. Nos permitirán o prohibirán cosas, acciones, incluso pensamientos. Nos cuidarán mientras nos vigilan. Nos castigarán si nos excedemos. Y lo aceptaremos solo por una razón: el miedo a lo inevitable, el temor humano a la muerte… Porque, aun con las muestras de solidaridad y de altruismo que hemos aplaudido, el mundo de hoy está enfermo, no solo de coronavirus, sino de otros males para los cuales no habrá vacunas, como nacionalismos, fundamentalismos, y me hace temer a cómo se organizará el mundo de mañana, que ya es el de hoy en muchas partes. Un mundo en el que quizás los poderes políticos nos digan que otra vez podemos besarnos y abrazarnos, hablarnos y tocarnos… y ya tengamos miedo de hacerlo o, incluso, no sepamos cómo hacerlo. O, peor aún: lo hagamos porque nos lo ordenan.

 

Entiendo que publicará en agosto la novela Como polvo en el viento. ¿Aparece Mario Conde? ¿Ha pensado escribir alguna nueva historia con Conde caminando por La Habana en tiempos de pandemia?
En Como polvo en el viento no aparece el personaje de Conde, aunque los personajes son de la generación de Conde y la época es la de Conde. Esta es una novela en la que también hay misterios, que son en realidad ocultamientos, y la trama gira alrededor de un grupo de amigos, muy unidos, que forman lo que ellos llaman un Clan, que por diferentes motivos se dispersan casi todos por distintas partes del mundo: Miami, Tacoma (estado de Washington en el noroeste de Estados Unidos), Madrid, Barcelona, San Juan de Puerto Rico, Buenos Aires… Es una historia de la diáspora de mi generación… Pero, mientras Conde observa la realidad y no dudo que en el libro que estoy pensando llegue a caminar por una ciudad desierta, casi apocalíptica, en tiempo de pandemia. Aún no lo sé.

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