Ricardo Strafacce: “Fogwill era un gran artista, pese a que se disfrazara de otras cosas”

El autor de la sobresaliente biografía de Osvaldo Lamborghini emprende un ensayo biográfico que aborda la vida y obra de quien fuera quizás el último mito argentino: un escritor que estuvo en la cárcel, fue cocainómano, andaba en yate y amaba las armas. Al mismo tiempo, es un diálogo con su campo cultural, es decir, con las filiaciones y rechazos del propio Fogwill, que en este libro aparece más valorado como novelista que como cuentista.

por Gonzalo León I 30 Julio 2024

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Presentación de Rodolfo Fogwill, una monografía, de Ricardo Strafacce (Buenos Aires, 1958), cierra un proyecto de no ficción que se inició con Osvaldo Lamborghini, una biografía (2008) y continuó con César Aira, un catálogo (2018). Con estos tres libros, Strafacce ordena críticamente el campo literario argentino y despliega su lectura sobre tres autores que, para algunos, podrían ser incluso canónicos.

En este nuevo ensayo, Strafacce aborda la presencia del último maldito de la literatura trasandina. Fogwill, desde que se da a conocer con su triunfo en el concurso de cuentos de Coca-Cola, donde termina peleándose con los organizadores, se erige como un autor —y una figura— que no duda en hacerse respetar, costara lo que le costara. Y es que, como señaló Ricardo Piglia en Las tres vanguardias, la literatura argentina es un campo de batalla en que los autores, incluso antes de empezar a publicar, eligen contra quién van a escribir. Fogwill parecía estar decidido a escribir contra todos.

En más de 500 páginas, Ricardo Strafacce aborda muchos aspectos de la obra y de la vida de Fogwill y plantea ideas que van a contracorriente. El momento exacto, por ejemplo, en que se convierte en el escritor maduro lo fija hacia 1985, con Pájaros de la cabeza, que reunía tres nouvelles; defiende la primacía de la novela por sobre el género del cuento, cosa en la que discrepa de varias lecturas anteriores, que han manifestado que el gran valor de la obra de Fogwill eran las formas breves; las influencias o diálogos que establece, las afinidades electivas, en las que destacan Borges y Aira. El único ámbito que Strafacce no toca es el de la poesía. Pese a ello, Presentación de Rodolfo Fogwill es un texto indispensable para abordar a este singular escritor que murió hace 15 años, básicamente, por la rigurosidad con la que Strafacce establece sus asociaciones críticas. Si bien no estamos ante un afán totalizante, hay una clara intención por no dejar que las cuestiones importantes se le escapen.

En el emblemático bar Varela-Varelita, donde algunas veces se encontró con Fogwill, Strafacce, ganador del Premio Konex y del Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires, responde a las preguntas con la amabilidad de siempre. Acompaña la entrevista con una copita de coñac, y es que el invierno en Buenos Aires parece haberse superpuesto a un otoño prácticamente inexistente.

Más que un ensayo, podría decirse que este libro es una biografía crítica, porque hay varios aspectos biográficos que se van entretejiendo con la lectura de la obra. Y además, el libro es cronológico en cuanto a las fechas de escritura de los libros.
Sí, o biobibliografía, qué sé yo.

Asimismo, hay un planteo que desarrolla, similar al que aparece en Las tres fechas, de Aira…
Las fechas de la escritura, de publicación y la fecha a la que remite la peripecia.

Tanto en las Jornadas Fogwill, que se hicieron en el Museo del Libro y la Lengua en 2013, como en Fogwill, una memoria coral, de Patricio Zunini, se ha dicho que fue esencialmente un cuentista y que iba a ser recordado así.
Yo no comparto esa idea en absoluto, porque el Fogwill cuentista nunca se terminó de sacar de encima la influencia nefasta de Cortázar. Es difícil escribir cuentos en Argentina y, de hecho, Fogwill lo dice en el relato “Fuentes”: “Estoy entre dos fuegos”, es decir, sugiere que está entre Borges y Cortázar. Cuando él deja el género y se hace novelista, ya nadie le pisa el poncho. A su vez, sus mejores relatos, como “Memoria de paso” y “Muchacha punk”, tienen un aliento novelesco.

Ahí se libera.
Yo creo que sí. Él dice que dejó de escuchar esa voz o esas voces, que eran Borges y Cortázar. Y el cuento, además, es un género cerrado, codificado, con pretensiones de perfección. Yo creo que a la fluidez y velocidad de la escritura de Fogwill le convenía más la novela y la novela proliferante. E incluso me atrevo a decir que la personalidad de Fogwill es para proliferar, es para lo novelesco.

También está el asunto de la firma: Rodolfo Enrique, Rodolfo E., hasta simplemente Fogwill.
Bueno, el primero que salió con esa firma fue uno de sus mejores libros: Pájaros de la cabeza. Fíjate en el género: ya no son cuentos, pero tampoco es una novela; son nouvelles. Y además, ese libro tiene otra cosa: una contratapa firmada por Aira, pero escrita por Fogwill.

¿Podría hablar algo del vínculo entre ambos?
La relación entre ellos viene por recomendación de Osvaldo Lamborghini, quien le dice a Fogwill que Aira era el único que valía la pena que leyera. Fogwill se puso entonces en contacto con César y a partir de ahí se hicieron muy amigos. Aira lo cuenta muy bien en el libro de Zunini, donde dice que soñó que Fogwill le hablaba de la liebre legiberiana, que aparece en La liebre, Embalse y en La guerra de los gimnasios. Pero también Aira influyó en Fogwill: en el prólogo de Nuestro modo de vida reconoce que es un plagio a La luz argentina, de Aira.

Él dice que dejó de escuchar esa voz o esas voces, que eran Borges y Cortázar. Y el cuento, además, es un género cerrado, codificado, con pretensiones de perfección. Yo creo que a la fluidez y velocidad de la escritura de Fogwill le convenía más la novela y la novela proliferante. E incluso me atrevo a decir que la personalidad de Fogwill es para proliferar, es para lo novelesco.

Beatriz Sarlo, en Plan de operaciones, señala que hay tres escritores que pudieron o podrían haber aspirado a la centralidad de la literatura argentina: Saer (su favorito), Aira y Fogwill.
Concuerdo con ese planteamiento, aunque yo reemplazaría a Saer por Lamborghini, porque las literaturas de Osvaldo, César y Fogwill son imperfectas; Saer, en cambio, tiene esa vocación de perfección de pacotilla. Y a mí me gusta la imperfección, porque ahí el producto nunca está al alcance del proyecto. Entonces, como el deseo huye o se escapa, se puede seguir escribiendo. Saer llegó a lo máximo que podía aspirar con su proyecto, y en su novela La grande se percibe un agotamiento de su proyecto, sin negar que Saer es un gran escritor, sin duda de los más importantes… Aunque pensándolo mejor, Lamborghini nunca podría estar en el centro, porque sería un oxímoron.

Y esta imperfección de la que hablas, ¿podría llevar también a lo incompleto, a la incapacidad de fijar una obra establecida a la manera de Borges?
Es que el proyecto nunca se termina por realizar, siempre hay más, y por eso considero tan interesante cuando Fogwill deja de escribir cuentos y empieza con las novelas. Para mí incluso sus cuentos son una preparación para la novela.

En el primer capítulo abordas la construcción de un autor y cómo Fogwill, en el concurso de cuentos de la Coca-Cola (1979), que tenía un premio importante en dinero y la publicación en Editorial Sudamericana, se pelea con Enrique Pezzoni, el respetado editor de Sudamericana, y con el CEO de Coca-Cola. Allí irrumpe el Fogwill como figura o personaje.
Ahí, en esa pelea, Fogwill se construye como el agente literario de sí mismo. Ahora el proyecto de Fogwill no podría haber ocurrido en otra década que no fuera la del 80, porque esa década venía después de tanta prohibición, de tanto miedo; era la primavera alfonsinista, que era el momento justo para que apareciera alguien así. Era un momento en que todo lo nuevo valía doble, y Fogwill era una cosa muy nueva. Ahora, ese no fue el único incidente con Sudamericana: para la publicación de su novela Vivir afuera también hubo intercambio de cartas de documento, quilombos y juicios.

Parece que no le gustaba mucho el trato con las editoriales.
No, lo que pasa es que él no permitía que las editoriales maltrataran a los autores como suelen maltratarlos, sobre todo las editoriales grandes.

También se peleó con Planeta.
Sí, pero Fogwill obliga a Planeta, cuando publica Una pálida historia de amor (1991), a hacer una aclaración en el Diario de Poesía que no aclaraba nada, porque decía: “se hicieron correcciones sin la anuencia del autor”. ¿Pero qué quiere decir que se hicieron correcciones? Eso quiere decir que había cosas que estaban mal y lo único que reconoce la editorial es que no le avisaron al autor, y no le avisaron porque él se había equivocado. Aunque existe la posibilidad de que Fogwill y Planeta se hayan puesto de acuerdo para hacer ruido en torno al libro, en la última página le metieron unas españoladas que a Fogwill debieron haberlo enojado mucho. De hecho, en el primer libro que publica en España, Canto de los marineros en la pampa, se burla de los españoles.

Si bien está la figura del escritor maldito o conflictivo, el diálogo que establece con los libros de otros autores es muy relevante. Pienso en Camus, Borges, Aira, etcétera.
No, la verdad es que el mundo académico hace una lectura muy buena de Fogwill: es Graciela Speranza en el artículo “Magias parciales del realismo”, que yo parcialmente reproduzco, y también Sarlo cuando escribió de Los pichiciegos y La experiencia sensible. El gran odio fue con Piglia.

¿Qué pasó con Piglia?
Fogwill lo aduló hasta la lisonja, o lo admiró, quería colgarse del éxito de Respiración artificial, sin saber que Piglia muy tempranamente lo odiaba a él y a Lamborghini, no se sabe bien por qué, pero se lee eso en Los diarios de Emilio Renzi.

¿Cuál era la relación que tenía Fogwill con el poder, el dinero y el lujo?
Con el dinero, cuando lo tenía, era gastarlo a manos llenas. Con el lujo era un pobre con gusto de aristócrata. Y por el poder, nunca se interesó, porque en la década de los 80, si él hubiera querido, hubiera sido ministro. No, Fogwill era ante todo un gran artista, pese a que se disfrazara de otras cosas.

En su literatura sí se ve el lujo y el dinero.
Se ve desde la posición de alguien que es pobre. Y como tal, cuando va a la casa de ricos, está atento a las costumbres de ellos, y por eso en su obra él reconoce la calidad de las cosas que tienen los ricos y las conoce mejor que los propios ricos. Y ese conocimiento lo adquirió a través de su trabajo en publicidad. Podría decirse que entró en los jardines de la alta burguesía y sacó beneficio de eso.

Fogwill iba mucho a Chile y es un autor bastante conocido y admirado en algunos círculos. ¿Pensó ir a Chile o contactar a la gente con la que Fogwill se vinculaba?
No, porque el libro lo hice sin salir de mi casa. Sí les consulté a Josefina Delgado, Luis Tedesco, Damián Tabarovsky, pero fue todo por teléfono. Si investigaba Chile, me obligaba a investigar mucho más y el libro es un ensayo, no una biografía como la de Lamborghini, en donde entrevisté a más de 100 personas (en esa época tenía 15 años menos). Ahora, sí puedo decir que Lo cristalino fue algo que Fogwill escribió especialmente para Chile y quien hace la contratapa (un escritor chileno de apellido Labbé) no se dio cuenta de que “Help a él” era una reescritura de “El Aleph”, de Borges. Espero que no se ofenda por lo que estoy diciendo.

 


Presentación de Rodolfo Fogwill, una monografía, Ricardo Strafacce, 2024, Blatt & Ríos, 2024, 536 páginas, $93.000.

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