Mirando dentro del antropoceno

La autora de La sexta extinción entrega informes desde la primera línea en el frente acerca de los esfuerzos de comunidades de todo el mundo tratando de cambiar los impactos que la acción del ser humano provoca en el mundo natural. El autor de esta reseña, catedrático de astrofísica en la Universidad de Rochester, destaca la forma en que Elizabeth Kolbert muestra que la naturaleza se estaría reconstruyendo, pero eso no es un proyecto claro, limpio o seguro. En otras palabras, no se sabe si podremos salvarnos.

por Adam Frank I 29 Noviembre 2022

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¿Cuál es la diferencia entre una ciudad y un humedal? ¿Qué ocurre con una fábrica y un bosque? ¿Qué separa los entornos que construye la “naturaleza” y los que construyen los humanos? Si bien esto podría haber sido una cuestión abstracta para filósofos en un momento dado, ya no lo es más. Transcurridas décadas de lo que apropiadamente se ha llamado “la crisis climática”, los humanos ahora se enfrentan a un planeta que ha cambiado profundamente debido a nuestras actividades colectivas. En nuestra lucha para encontrar una respuesta, y si tenemos suerte, salvarnos, la relación entre los humanos y la naturaleza se está reconstruyendo.

Esa reconstrucción en curso es el foco del nuevo libro de Elizabeth Kolbert, Bajo un cielo blanco, con el subtítulo: “Cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro”. Y como ella nos muestra, es un proyecto que no es claro, limpio o seguro.

Kolbert es bien conocida como la autora superventas del libro La sexta extinción. Sus informes presentaban, desde la conversación en la literatura científica al conocimiento común, la continuidad del evento de extinción masiva que entonces estábamos inadvertidamente causando. En este nuevo libro, Kolbert una vez más mira dentro del cañón del fusil del Antropoceno, la nueva era geológica donde la actividad humana representa la fuerza más poderosa que configura la maquinaria de la evolución planetaria de la Tierra. Tempranamente en el libro, Kolbert enumera los sorprendentes hechos de esta nueva Tierra del Antropoceno: “A día de hoy, los humanos hemos transformado de manera directa más de la mitad de las tierras emergidas y no heladas del planeta, unos 70 millones de kilómetros cuadrados, y, de manera indirecta, el resto. Hemos embalsado o desviado la mayoría de los grandes ríos. Nuestras plantas de abonos y cultivos de leguminosas fijan más nitrógeno que todos los ecosistemas terrestres, y nuestros aviones, coches y plantas de energía emiten unas 100 veces más dióxido de carbono que todos los volcanes juntos. (…) Humanos y ganado suman más biomasa que todos los otros vertebrados juntos, excluyendo los peces. En la edad del hombre, no hay ningún lugar —y eso incluye las más profundas fosas de los océanos o el centro de la capa de hielo de la Antártida— donde no se pueda encontrar ya la huella de algún Viernes”.

La consecuencia del extraordinario poder que estamos ejerciendo sobre la Tierra es que el planeta está cambiando. Se está deslizando fuera del estado en que lo encontramos hace 10 mil años, cuando terminó la última edad de hielo. Pero este nuevo planeta parece que va a ser mucho menos hospitalario para nuestro “proyecto de civilización” que aquel con el que habíamos comenzado. En respuesta a este hecho aleccionador, las comunidades de todo el mundo están tratando de cambiar los impactos inadvertidos en el mundo natural hacia el control consciente e intencional. El libro de Kolbert está, en lo esencial, informando desde la primera línea en el frente acerca de estos esfuerzos frenéticos.

Lo que es tan iluminador en los escritos de Kolbert es ver la transformación planetaria reducida a la escala humana. Lograr un buen Antropoceno, si existe tal cosa, solo sucedería como resultado de millones de personas en millones de comunidades haciendo experimentos. Ellas intentarán millones de maneras de alterar, ajustar y adjudicar los procesos naturales que ya alteramos por error.

Bajo un cielo blanco se descompone en tres partes. La primera, “Río abajo”, cuenta dos historias: la primera es el esfuerzo por administrar y controlar las poblaciones de peces asociadas con los ríos en el Medio Oeste. La historia es en realidad sobre el río Chicago, pero, como Kolbert se esfuerza por demostrar, el gran problema en gestionar el Antropoceno es que todo está conectado a todo lo demás. Una especie como la carpa plateada introducida en un estanque de Arkansas puede, eventualmente, encontrar su camino para dominar los lagos en Illinois. En la segunda historia, Kolbert habla del esfuerzo igualmente complicado para enfrentar el ahogamiento del delta del río Mississippi de Louisiana, lo cual es una consecuencia del vasto esfuerzo en el siglo pasado por domesticar ese mismo río.

La segunda sección del libro, “Tierra adentro”, detalla los intentos por salvar especies y ecosistemas de los impactos que provocamos, mientras que la tercera, “Al aire”, cuenta la historia de la “geoingeniería”, donde el calentamiento global es contrarrestado no al reducir los combustibles fósiles, sino literalmente reconfigurando la atmósfera. Como muestra Kolbert, las consecuencias no deseadas de la geoingeniería pueden ser bastante aterradoras. Un plan para enfriar el planeta al rociar pequeñas partículas que reflejan la luz solar muy alto en el aire convertiría el cielo azul en uno blanco.

Lo que une los informes de Kolbert en todas estas historias es la sensación de escala que viene con los problemas que enfrentamos al buscar un resultado razonable para nuestro Antropoceno, un “buen Antropoceno” como algunos lo llaman. Durante más de una década, he estado pensando en el Antropoceno desde mi perspectiva de astrónomo; esto significa que lo veo desde un punto de vista de 10 mil años luz, donde aparece como una transición planetaria, muy parecida a las otras grandes transformaciones que la Tierra y su vida han atravesado antes. Lo que es tan iluminador en los escritos de Kolbert es ver la transformación planetaria reducida a la escala humana. Lograr un buen Antropoceno, si existe tal cosa, solo sucedería como resultado de millones de personas en millones de comunidades haciendo experimentos. Ellas intentarán millones de maneras de alterar, ajustar y adjudicar los procesos naturales que ya alteramos por error. Con un considerable humor, Kolbert nos muestra cuán lleno de tensión será ese proyecto.

Lo que hace que Bajo un cielo blanco sea tan valioso y una lectura tan convincente es que Kolbert cuenta mostrando. Sin machacar la cabeza del lector, ella deja claro lo lejos que estamos de un mundo de una naturaleza no perturbada, perfectamente equilibrada, y también hasta qué punto todavía debemos buscar encontrar un nuevo equilibrio para el futuro del planeta que aún nos tiene, a nosotros los humanos, dentro suyo.

 

Este artículo apareció en la revista NPR, en febrero de 2021. Se traduce con autorización de su autor. Traducción de Patricio Tapia.

 


Bajo un cielo blanco, Elizabeth Kolbert (traducción de J. L. Riera), Crítica, 2021, 214 páginas, $14.900.

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