por Matías Hinojosa
por Matías Hinojosa I 13 Noviembre 2018
Con algunos minutos de retraso llega Peter Sloterdijk a dar su charla “El rol del intelectual público y las universidades” al auditorio del CEP. Antes de entrar en el salón, abarrotado de asistentes desde hace más de una hora, pide perdón a los que se quedaron sin asiento y que tendrán que ver la conferencia desde una pantalla instalada en el exterior. En una tarde imprevistamente lluviosa, el autor de la trilogía Esferas se referirá a la crisis del intelectual público, haciendo gala de un pensamiento inusual y erudito. Hoy tendrá lugar el segundo conversatorio con el filósofo alemán, titulado “El Estado y el futuro de la sociedad”, a las 19 horas, en el mismo recinto. En tanto, mañana a las 11 am, será entrevistado por Cristián Warnken en la sala Gabriela Mistral de la Biblioteca Nacional. A continuación compartimos sus principales ideas expuestas en la jornada de ayer:
“El intelectual moderno es una persona que pierde la fe en la primacía de la religión, quedando solo en un cielo abierto en el que debe inventarse a él mismo. El intelectual moderno y público es como un modelo que demuestra lo que se puede alcanzar con la libertad y, por eso, la mayor parte de los intelectuales hablan de la soledad y de la libertad. Es una fórmula que viene de la universidad temprana de Alemania, del profesor alemán, que vive y piensa en soledad y en libertad. También el filósofo alemán lo hace. Lo que normalmente significa que no puede, como el pastor protestante, tener una esposa, porque como dijo Nietzsche de manera muy concisa ‘el filósofo casado es un personaje de comedia’”.
“La frase clave del 18 brumario fue dicha por Napoleón al afirmar que la revolución ya estaba fijada en sus fundamentos y que por tanto había terminado. Esta frase es clave para todo el siglo XIX, porque en ese momento la opinión pública europea se divide en dos campos: unos creen que Napoleón dijo la verdad y otros descreen de sus palabras. Y el intelectual oscilará entre ambas opiniones. Los intelectuales de la segunda opción, como Marx, están convencidos de que la revolución continúa, porque no solamente consiste en la acción política, sino que en la dinámica que va más allá de la voluntad, el poder y el saber humano. Y creo que el rol del intelectual público está definido por esta posibilidad de posicionarse con respecto a este antagonismo. Decimos hoy la revolución continúa y si es así, por qué; o declaramos que la revolución política está esencialmente terminada y explicamos después el dinamismo de la sociedad moderna no en expresiones políticas sino económicas. Y esto corresponde a nuestra experiencia de hoy, que la economía es más revolucionaria que la política. La política hoy es casi estructuralmente conservadora, en algunos casos incluso contrarrevolucionaria. La política trata de estabilizar el desasosiego que parte de la invención tecnológica”.
“Todos los pensadores importantes, desde los siglos XVI y XVII, eran genealógicamente bastardos, es decir, no venían de las grandes familias. Prácticamente no hay grandes familias de pensadores. Había en Suiza una gran familia de matemáticos, los Bernoulli, y grandes familias de músicos. El talento musical y matemático se hereda, pero el talento filosófico no, esto tiene que ver con que la filosofía, el neurofisismo, es un dote singular. La mayoría de los intelectuales modernos no tienen a nadie detrás de ellos, por lo tanto, uno no puede decir de dónde vienen, lo único que se puede prometer es que siempre habrá grandes espíritus”.
“Rousseau y Voltaire dejan a las generaciones posteriores la pregunta de qué significa ser un hombre en una época en la cual la antropología antigua, aparentemente, ya no entiende del todo al hombre. Son los dos protagonistas en una nueva autodescripción del individuo, es decir, que en Voltaire y en Rousseau surgen dos posibilidades de la individualidad moderna, una especie de filosofía que dice ‘yo’ y que no esconde al filósofo sino que lo devela. Hay que retrotraerse 1.500 años para encontrar otro ejemplo, San Agustín, quien es el hombre de toda la antigüedad que vemos con más claridad, un ser humano en el detalle. Desde Rousseau y Voltaire el filósofo es un nudista sicológico, es decir, un hombre que muestra su alma en la cultura del nudismo y también motiva a otras personas a estar desnudos”.