Consideraciones (y algunas paradojas) en torno a la democracia

por Rafael Gumucio I 22 Junio 2023

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1.
La mejor forma de defender la democracia representativa no es enumerar sus principios (la declaración universal de derechos humanos; la libertad, igualdad y fraternidad, y todo el resto del discurso liberal), sino simplemente decir: Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca y Francia, pero también Uruguay o los últimos 30 años de Chile.

2.
Para aclarar los términos: democracia representativa = separación de poderes + mandatos irrevocables + alternancia en el poder + libertad de opinión-culto-asociación + monopolio de las armas en mano del Estado + parlamento, ojalá más de uno + last but not least: sufragio universal.

3.
El liberal canta su confianza al hombre, pero la democracia representativa, tal como la crearon los padres fundadores de EE.UU., es un sistema de desconfianza y vigilancia mutua entre los hombres (y sus instintos).

4.
El liberal enarbola la declaración de los derechos humanos, pero se avergüenza de la guillotina. No es capaz de explicar que una no habría sido posible sin la otra.

5.
La democracia representativa es el sistema de gobierno que ha conseguido mayor paz y prosperidad en todos los países en que se ha impuesto. Muchos de estos países pasaron por guerras costosas mientras tenían democracia representativa, pero son muy raras las democracias representativas en forma que emprenden una guerra en contra de otras democracias representativas.

6.
Alemania y Francia, o EE.UU. y Gran Bretaña, no dejaron de odiarse, ni menos España y Francia, sino que al imponerse en todos esos pueblos un sistema de gobierno parecido, no les quedó otra que vivir en paz y prosperar. Esto no entraña ninguna mejora moral de su parte. Contra países no democráticos, algunas de estas naciones han emprendido guerras cruentas y no siempre justas con la excusa de extender la democracia, pero con el mal disimulado afán de quedarse con sus riquezas (de Corea a Irak).

7.
A un diputado no se le ocurre matar a otro diputado, porque de alguna forma lo hace cada vez que puede en el parlamento.

8.
La democracia representativa no exime a los países de las guerras civiles. Generalmente esta logra imponerse después de ellas. El caso más vistoso es el de Estados Unidos, que corrigió los pecados del federalismo a través de una batalla cruel y terrible. Pero como la democracia representativa necesita una excusa ética (mientras las monarquías solo necesitan apelar al honor), la guerra fue oficialmente la lucha por la liberación de los esclavos del sur. Estos, muy luego, vieron la fragilidad de la excusa.

9.
La democracia representativa tiene tanta sangre en las manos como cualquier autarquía. No se la puede nunca lavar, como nunca se la lavó Lady Macbeth.

10.
Para imponerse, la democracia representativa tiene que convencer que es el mejor de los sistemas, si bien no es el más bondadoso. Es el más justo, pero no deja de ser también cruel. Es el más libre, pero no deja que la libertad ande a sus anchas ni, menos, fuera del propio sistema.

11.
La democracia representativa nunca se impuso por el simple consenso entre los pueblos. En todas partes derramó sangre. ¿Pero no lo hizo también el feudalismo, la monarquía absoluta, la anarquía, el comunismo, el nacionalismo? Es que la democracia tiene menos sangre, quiere pensar el liberal. Y aunque así fuera, no es eso lo que la justifica, sino su capacidad de otorgar derechos a los vencidos, de tratar igualmente a los vencedores y los vencidos después de una generación o dos de la guerra. Si no lo hace, y es la tragedia de Chile con el pueblo mapuche, pierde su legitimidad. Es la tragedia de la esclavitud también en Estados Unidos.

12.
España, el país menos preparado para la democracia representativa (por historia, carácter, religión), terminó por adoptarla casi completamente. Lo hizo bajo el mandato de un rey con el trauma de la Guerra Civil y, después, de la dictadura franquista. El resultado fue espectacular, sin dejar de ser predecible: el país prosperó y tuvo paz como nunca en toda su historia. España se adaptó a todas las instituciones que le eran perfectamente ajenas en menos de 15 años. La moneda de cambio en el caso español fue clara y precisa: adoptar la democracia representativa era la condición para ser parte de Europa occidental, es decir, de su prosperidad y paz.

13.
La fuerza del trauma es quizás la mejor aliada de la democracia representativa. Italia y Alemania, que por historia, sistema y filosofía nunca creyeron en ella, la adoptaron sobre las ruinas de todos sus otros intentos.

La democracia representativa nunca se impuso por el simple consenso entre los pueblos. En todas partes derramó sangre. ¿Pero no lo hizo también el feudalismo, la monarquía absoluta, la anarquía, el comunismo, el nacionalismo? Es que la democracia tiene menos sangre, quiere pensar el liberal. Y aunque así fuera, no es eso lo que la justifica, sino su capacidad de otorgar derechos a los vencidos, de tratar igualmente a los vencedores y los vencidos después de una generación o dos de la guerra.

14.
Los países en que la democracia representativa tiene más éxito, gozan generalmente de un Estado fuerte y una economía de mercado paralela y floreciente. Salud, pensiones y educación suelen ser públicas, de tal manera que los ciudadanos se ven libres de la obligación de sobrevivir y pueden ocupar su tiempo en producir. Estados Unidos es la excepción notable a esta constante, y eso explica su tendencia a crear demagogos y a involucrarse en todo tipo de guerras que nunca gana. Eso explica también que su Estado esté quebrado y que la desigualdad, uno de los enemigos más perniciosos de la democracia representativa, sea ya una enfermedad crónica.

15.
La igualdad no es solo la condición de la libertad; también es un mecanismo de control. Es decir, se puede ser libre en todo, pero en rigor las opciones se reducen a las que el vecino, los vecinos, el vecindario, han elegido por ti.

16.
Donald Trump llegó y se fue. No logró casi nada de lo que se había propuesto. Los tribunales, los estados, la prensa, el parlamento, pero sobre todos los funcionarios de Washington, se lo impidieron. Con su llegada al poder la democracia representativa pareció fracasar; con la impotencia de Trump para hacer lo que realmente quería, demostró su éxito.

17.
Los franceses llevan décadas votando por Jean-Marie Le Pen, o su hija Marine. No han ganado nunca del todo una elección. Se sienten, con toda razón, estafados. La democracia en Francia permite que todos compitan, pero que gane siempre un presidente de centro-derecha o uno de centro-izquierda.

18.
Nos vemos así siempre enfrentados a la contradicción esencial de la democracia representativa: en ella solo algunos pueden ganar, o sobre todo algunos nunca pueden ganar. O peor aún, algunos están condenados a perder… siempre.

19.
Un país puede ser poderoso y autocrático, pero está llamado a quebrarse en mil pedazos debido a la rebeldía de los suyos o, con mayor frecuencia, a una guerra exterior que las propias autocracias necesitan para mantener tranquilo a su pueblo (y a sus tiranos).

20.
Ni la libertad de prensa ni la de asociación ni la de culto, ni menos la igualdad y la fraternidad, son respetadas íntegramente en ninguna democracia representativa. Pero lo que la vuelve exitosa es el modo especial en que estos principios son violados. O más bien la manera en que estos principios copulan entre sí: el modo en que gozan uno del otro, el modo en que no dejan de moverse por el deseo de ser el otro y de llegar hasta el fondo de sus respectivos vientres. Las democracias representativas parecen una partusa, pero son siempre muy reglamentadas orgías.

21.
En las democracias “reales” siempre gana la mayoría. En las democracias representativas nunca pierde la minoría.

22.
La democracia es muy antigua, milenaria; la democracia representativa es relativamente nueva, de mediados del siglo XVIII. Es una construcción cultural compleja, fruto de la reflexión y acción de un grupo de intelectuales y políticos ilustrados, que compartieron lecturas y visiones en un momento particular de sus vidas y carreras. No puede, por tanto, ser popular ni aristocrática ni menos oligárquica; está condenada a ser burguesa, igual que sus creadores.

23.
Todo sistema político administra el poder a su modo. La democracia representativa administra la impotencia de un modo único. Más que definir lo que puede hacer una autoridad u otra, un ciudadano u otro, asegura lo que no puede hacer y se asegura de repartir esa incapacidad de modo medianamente justo.

24.
Jaime Guzmán creía en la democracia protegida. Pero la verdad es que toda democracia representativa es una democracia protegida, o más específicamente, una democracia vigilada. Lo que importa es saber quiénes la van a proteger, quién está a cargo. Para Guzmán, los militares y los empresarios eran los encargados de vigilar la democracia. Para los comunistas, sería el partido. La gracia de la democracia representativa es que son los mismos representantes los que se vigilan unos a otros, los que se protegen unos a otros. Es el poder Judicial el que vigila al Ejecutivo y este al Legislativo y viceversa, lo que no quita el hecho indesmentible de que los vigilados y los vigilantes deban pertenecer a la misma clase social, es decir, a la pequeña burguesía intelectual.

25.
En la “clase política” puede haber alguien que venga del mundo popular o de la vieja o nueva nobleza, pero solo es admisible plenamente si acepta los usos y costumbres de la clase media universitaria: su castración, sus miedos, sus libros, sus hijos, sus amantes, su frágil indestructibilidad.

26.
La democracia representativa se basa en frustrar deseos, en frenar impulsos, en limitar necesidades. El que quiere vivir completamente su vida siente que la democracia de eunuco que lo limita, siempre será una prisión.

Todo sistema político administra el poder a su modo. La democracia representativa administra la impotencia de un modo único. Más que definir lo que puede hacer una autoridad u otra, un ciudadano u otro, asegura lo que no puede hacer y se asegura de repartir esa incapacidad de modo medianamente justo.

27.
Gobernar significa siempre controlar; en la democracia representativa significa también controlarse. Es lo que Freud comprendió tardíamente, al fragor de la Guerra del 14. La cultura entraña malestar, es decir, límites; es decir, frustración.

28.
En octubre del 2019, en Chile algunos manifestantes las emprendieron contra los semáforos. Los que defendieron los derechos de los semáforos fueron ridiculizados por no defender con el mismo entusiasmo a los humanos. Pero en la democracia representativa, un semáforo es una ciudad, o sea, miles de personas.

29.
En la democracia representativa, como en la literatura, la forma es el fondo. En cualquier forma de anarquía revolucionaria el fondo camina sin forma, convertido en un fantasma que busca un lenguaje en que anidar. Fondo sin forma eran aquellos que quemaban semáforos, gente que tenía razón en el fondo, pero que carecían de la forma de la razón.

30.
La separación de poderes es más que una ley o una regla, es un principio inseparable a la democracia representativa. Y no se trata únicamente del Legislativo o Judicial, sino el del dinero, la reputación, las armas, las letras. Todo poder tiene que ser controlado por otro. Es un sistema de “chaqueteo”, como se dice en chileno a la costumbre de jalar las chaquetas a quien quiere destacar demasiado. Estados Unidos violó la regla del control de poderes de manera obscena con Reagan, e Inglaterra con Thatcher. Todo empezó a venirse abajo cuando el dinero se puso muy por encima de la política.

31.
En las democracias representativas se permiten todas las religiones y cosmovisiones, pero solo una gobierna: París, que bien vale una misa. Y París significa polis, es decir, Estado.

32.
Las redes sociales, que centralizan en muy pocas manos toda la información y la publicidad del mundo, careciendo a su vez de gobierno, son lo contrario de la democracia representativa.

33.
Las crisis de la democracia representativa se producen, generalmente, cuando el declive económico se junta con la irrupción de un nuevo medio (y modo) de comunicación, es decir, con la incorporación al debate público de nuevos actores que no conocen y no comparten las lógicas de la democracia representativa. El telégrafo, el avión, el teléfono: Primera Guerra Mundial. El cine y el hambre en los años 30. La sobreabundancia y la televisión y los discos de acetato y las guitarras y los pianos eléctricos en los años 70, todo lo cual termina con la crisis de la OPEP.

34.
El tiempo, que la democracia representativa necesita para dividir sus escenas y actos, es lo que las nuevas tecnologías han sacrificado en primer término. El tono de la vida no parece ya el de los gabinetes y los ministros, el de los palacios y las elecciones periódicas. Hay un nuevo lenguaje, una nueva gestualidad, una vestimenta otra… en fin, un mundo al que le resultan ridículos los protocolos lentos y predecibles.

35.
Ante un descontento tan evidente, parece que la respuesta es modificar la democracia o al menos las condiciones o las formas de representación de ella. Una democracia más directa pide el pueblo… o los estudiantes que se hacen pasar por pueblo. Algo hay que cambiar, eso es seguro, ¿pero qué?

36.
Es evidente que el nuevo feminismo y la conciencia ecológica obligan a repensar las reglas del juego. ¿Pero son realmente las reglas del juego las que están en juego o es el orden de los jugadores, su capacidad de entender esas reglas o simplemente el hecho de que en este juego nadie gana del todo y los que ansían alguna victoria total no pueden soportar el empate (o siquiera un triunfo ajustado)?

37.
La democracia representativa está entonces de nuevo en cuestión. En cuestión como nunca. ¿Como nunca? Como siempre.

38.
En Kagemusha, de Kurosawa, distintas partes del ejército de samuráis representan diferentes elementos: fuego, viento, bosque. En el centro está el jefe del clan, rodeado de banderas blancas. Simboliza la montaña, y la montaña no se mueve. Todo el resto debe moverse para que ella no lo haga.

39.
Es evidente que el debate cultural, político y artístico no puede ser otra cosa que intenso, ante la transformación radical de los modos de vida que hemos experimentado en muy pocos años. Es evidente que el malestar tiene que ser dicho, mostrado, que tiene que llegar al poder, que tiene que acertar y equivocarse mil veces. Pero la montaña no tiene que moverse.

 

Imagen: Declaración de Independencia (1818), de John Trumbull.

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