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La autora de Lumpérica y Vaca sagrada lee el libro Ciencia ficción travesti, de Claudia Rodríguez, y deconstruye los códigos de belleza que propone el siglo XXI. “El rediseño actual del cuerpo —afirma— conjuga diversos rasgos raciales: labios africanos, pómulos europeos, nalgas caribeñas, ojos almendrados. Ese rostro y ese cuerpo multirracial, solo es posible mediante un conjunto de tecnologías. Un modelo producido mediante un exitoso laboratorio estético que empuja a un consumo inacabable de pabellones quirúrgicos y de procedimientos químicos, enriqueciendo de manera ineludible a las industrias médicas, a los laboratorios y a los multitudinarios centros de estética”.

por Diamela Eltit I 2 Abril 2025

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Claudia Rodríguez, en su libro Ciencia ficción travesti, se interna por uno de los territorios más complejos del presente, como es la escritura del cuerpo de la mujer, la obligación de habitar ese femenino interminable e inalcanzable.

Sí, porque quiero detenerme en este siglo y cómo el conjunto de poderes ha dictaminado la construcción de un cuerpo-collage elaborado desde un catálogo alucinante, solo posible mediante un conjunto de procedimientos químicos y médicos. Quiero señalar con énfasis que las mujeres se pueden sumar a las propuestas estéticas que consideren necesarias, no tengo ninguna crítica al respecto. Mi intención es la deconstrucción de la belleza que propone el siglo XXI.

El rediseño actual del cuerpo conjuga diversos rasgos raciales: labios africanos, pómulos europeos, nalgas caribeñas, ojos almendrados. Ese rostro y ese cuerpo multirracial, solo es posible mediante un conjunto de tecnologías. Un modelo producido mediante un exitoso laboratorio estético que empuja a un consumo inacabable de pabellones quirúrgicos y de procedimientos químicos, enriqueciendo de manera ineludible a las industrias médicas, a los laboratorios y a los multitudinarios centros de estética.

Claudia Rodríguez amplía el escenario del cuerpo, textualiza la violencia más intensa como es acceder a un cuerpo travesti, silicona y quirófano, que, a su vez, se va a sumar a las exigencias multirraciales. Porque la construcción corporal travesti porta una radicalidad corporal modélica mayor.

Ya sabemos que la belleza es una creación cultural móvil, cambiante, entendemos que es uno de los instrumentos de dominación más eficaces para los imaginarios de las mujeres. Sabemos también que el cuerpo siempre es ajeno al cuerpo mismo, el cuerpo no es —o para decirlo de otra manera: es únicamente una zona discursiva en construcción ante un modelo irreproducible, inalcanzable. Pero en este tiempo neoliberal, el mercado de cuerpos ha mostrado una ultra imposición ficcional, serializándolo bajo un modelo que requiere cada vez con más ímpetu el consumo de diversas empresas. De esa manera, la mujer opera no solo como “capital humano” preparado para producir en el ámbito laboral y de cuidados, sino su cuerpo se presenta como materia prima para diversos experimentos modélicos.

Es verdad que la belleza muta, cambia, que es finalmente una moda siempre transitoria y en este siglo XXI duele, se entrega al hambre, a los quirófanos, anestesias, inyecciones, una y otra, deudas, créditos, intereses. Desde luego, la historia del constructo del cuerpo de la mujer ha pasado por el dolor, antaño el corsé y sus agudos metales, causó innumerables muertes; las fajas, incontables enfermedades; el taco aguja y lesiones crónicas en los pies. El mandato al dolor está inserto en el modelo o, para decirlo en otros términos, ese dolor forma parte de la dominación masculina que imprime un deseo de cuerpo desde un diseño químico.

Claudia Rodríguez amplía el escenario del cuerpo, textualiza la violencia más intensa como es acceder a un cuerpo travesti, silicona y quirófano, que, a su vez, se va a sumar a las exigencias multirraciales. Porque la construcción corporal travesti porta una radicalidad corporal modélica mayor. “En la ciencia ficción travesti no hay una transformación, sino transformaciones sobre transformaciones que involucran otra dimensión del cuerpo”, afirma la autora, lo señala en su ensayo de corte autobiográfico, donde se detiene de manera especial en los conocimientos que portan los cuerpos y, como lo señala la escritora argentina Mariana Enriquez en su prólogo, los cuerpos travestis “tienen saberes intransferibles” .

La travesti y su cuerpo protagoniza el texto de Claudia Rodríguez, produce ficciones, genera eventos fantásticos en las que emerge lo inexplicable para, así, desplazar el real quebrando su lógica. Y en otro registro se despliega la violencia, la droga, el maltrato doméstico. Parte de los relatos muestran el asedio que los re-viste; quiero decir: los vuelve a vestir en la noche durante el callejeo travesti.

Esos saberes intransferibles son lo que Claudia Rodríguez busca elaborar para transformarlos en conocimiento político para que incidan y amplifiquen el pensamiento. La autora busca repensar a una parte crucial del llamado falologocentrismo, me refiero al discurso que nos rige en la medida que pone en jaque su homogeneidad y las certezas porque, como señala la autora, “es posible diluir al hombre con otros nombres”, lo que implica una desestabilización de la categoría hombre cuando afirma: “Porque dentro de nuestros saberes está ese, sabemos que hay una sexualidad masculina que no es la oficial de la que ellos mismos no pueden hablar… quizás la búsqueda de otros nombres haga que ellos puedan hablar”.

Sean Baker, el director de cine estadounidense, hoy reconocido después de una serie de filmes que indagaron en las periferias, realizó de manera exacta y productiva la película Tangerine, un relato visual que recoge el tránsito de travestis por los barrios marginales de una ciudad. Mostró de manera intensa el devenir estadounidense de los cuerpos travestis y sus recorridos siempre alterados por los clientes, por las fantasías amorosas, por las noches y sus dilemas, la drogas, los pequeños fracasos, pero, desde una poética del desamparo, se detuvo en el afecto solidario.

La travesti y su cuerpo protagoniza el texto de Claudia Rodríguez, produce ficciones, genera eventos fantásticos en las que emerge lo inexplicable para, así, desplazar el real quebrando su lógica. Y en otro registro se despliega la violencia, la droga, el maltrato doméstico. Parte de los relatos muestran el asedio que los re-viste; quiero decir: los vuelve a vestir en la noche durante el callejeo travesti.

Resulta crucial la necesidad de mantener diálogos y promover la unión de las diversas comunidades que buscan una sociedad inclusiva y que aboguen por la redistribución económica para disminuir la desigualdad. Comunidades que busquen incorporar saberes, como los que nos propone Claudia Rodríguez.

El activismo que realiza Claudia Rodríguez —inscrito en su libro— propone generar conocimiento y que ese conocimiento se incluya en los espacios reflexivos como una manera de ampliar los cuerpos y liberarlos para acceder a la lucidez y, así, establecer las preguntas que faltan en el escenario comunitario abierto por el feminismo.

Hoy experimentamos el poder y sus efectos emanados desde la cúpula de un imperialismo desatado y descarnado que adopta la forma de la amenaza y el insulto, asistimos a las incesantes órdenes centradas en una masculinidad que busca una completa dominación de los cuerpos mediante la humillación discursiva constante. Vemos cómo el gobierno tóxico de Trump extiende su poder mediante la violencia, para anular identidades, prohibir, agrupar y desechar cuerpos para desalojarlos del escenario cultural y laboral. Hoy tenemos que pensar en cómo elaborar el avance de la ultraderecha local apoyado por la élite y sostenida por el machismo popular.

Desde este escenario incuestionable resulta crucial la necesidad de mantener diálogos y promover la unión de las diversas comunidades que buscan una sociedad inclusiva y que aboguen por la redistribución económica para disminuir la desigualdad. Comunidades que busquen incorporar saberes, como los que nos propone Claudia Rodríguez, porque como la autora señala, no se trata de sobrevivir; la tarea urgente es vivir y que cada una de nosotras tengamos, cuando lo necesitemos, la compañía afectuosa de la Pajarito, amiga de la protagonista en uno de sus relatos, después de que se produce la necesaria claridad de una emancipación: “Pasarle unos pesos a la Pajarito para comprar de comer, para hacer una buena cazuela de pollo y recuperar mis fuerzas, sin miedo, porque no voy a dejar que ningún hueón nunca más me amenace, que me haga cagar de hambre y mucho menos me amarre a su miseria”.

 

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Este texto fue leído en la presentación del libro, realizada el 27 de marzo en el auditorio del Instituto de Estudios Avanzados, de la USACH.

 


Ciencia ficción travesti, Claudia Rodríguez, Hekht Libros, 2024, 96 páginas, $16.100.

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