Monumento al mapa

por Matías Celedón I 13 Marzo 2025

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El mapa más antiguo que se ha encontrado es una representación circular del mundo centrada en el Éufrates, inscrita en una tableta de arcilla babilónica. El dibujo cuenta con etiquetas y marcas como pantano, canal, ciudad u océano (“río amargo”), hendidas en acadio cuneiforme cerca del año 700 a. C. Sobre la imagen hay un texto que versa sobre el supuesto origen del mundo. Resulta asombroso y significativo (debiéramos agradecer) que el primer mapa que se conserva sea una cartografía del mundo hasta entonces conocido y no a una descripción pedestre sobre cómo llegar al próximo mercado. Del tamaño de un teléfono celular, el Mapa Babilónico del Mundo, en su enigmática capacidad de síntesis, prefigura en una tablet de arcilla los componentes esenciales de la cartografía como la conocemos.

Hace unos días encontré en internet la foto de un viejo juego de mesa que no veía hacía 30 años. Se llamaba Viaje intercontinental. El tablero era una cuadrícula de 356 casilleros, conformada por paralelos y meridianos desplegados sobre un colorido mapamundi. Meta y Partida estaban en la Antártica, un recuadro, el centro de la base del mapa, junto a la península O’Higgins. El logotipo del perrito en una caja de juguetes Guau, me recordó el viento, una mica transparente que cubría una cuarta parte del tablero y que por un golpe de dados podía cambiar, llevándose las fichas que tenía encima hacia un hemisferio distinto, alejándolas de sus destinos.

Ese mapa fue mi primera introducción a la noción del mundo. Recuerdo de niño cierta fascinación por el globo terráqueo de Mafalda y uno de madera que tenía mi abuelo, pero seguramente fue en ese tablero donde asimilé el gran cuadro de los países y los continentes, y donde me formé la idea de que al viajar uno entraba en los avatares de un juego, donde generalmente cambia el viento cuando estás cerca del destino.

En su ensayo “El aventurero”, Georg Simmel valora la manera en que la aventura, a pesar de ser algo aislado y accidental, se vuelve necesaria y significativa. “Debido al lugar que ocupa en nuestra vida psíquica, el recuerdo de una aventura tiende a adquirir la cualidad de un sueño. Todo el mundo sabe lo rápido que olvidamos los sueños porque también ellos se sitúan fuera del contexto significativo de la vida como un todo”, escribe Simmel, para quien lo “onírico” no es más que un recuerdo unido al proceso vital (“unificado y coherente”) por menos hilos que las experiencias ordinarias.

Puntos notables dentro de nuestra plana existencia. Sin ellos el horizonte es un espejismo. La veracidad de una carta de navegación se vuelve relativa cuando han pasado tres días desde que los navegantes han debido ver tierra. Los instrumentos siempre pueden fallar. Se puede avanzar en círculos sobre el amargo río cristalino. Son maneras de comprender el mundo. Por más que el territorio siempre sea distinto. Veo pasar las estaciones del metro en el diagrama sobre la puerta del vagón. Los mapas topológicos son la más básica expresión de distribución espacial, y se han utilizado universalmente desde la antigüedad. Su único principio es la continuidad.

Un argumento puede consistir en una serie de tramas espaciales. “En la novela moderna, lo que ocurre está en estrecha dependencia del dónde ocurre”, enfatiza Franco Moretti en Atlas de la novela europea. Los mapas son capaces de expresar lo desconocido y, a la vez, contenerlo. La cartografía es un campo semántico familiar y de esa forma explica lo que no hemos visto. Entendiéndolos como instrumentos de análisis (“los mapas no me interesan como objetos ‘a leer’, sino que cambien mi manera de leer”), Moretti hace énfasis en que cada espacio determina, o al menos, estimula un tipo distinto de historia. Se podría hablar de una topografía de las funciones narrativas. O una geografía del argumento que permita establecer nuevas lecturas.

Los mapas son representaciones gráficas que facilitan la comprensión espacial de cosas, conceptos, condiciones, procesos o acontecimientos del mundo humano”, escriben J. B. Harley y David Woodward en Historia de la cartografía.

Hoy, curiosamente, pareciera que habitamos los mapas y desconocemos los territorios: la realidad ha reducido su escala. El viajero sobrevive inmóvil. La expansión de Google Earth y otras herramientas de mapeo por satélite nos permiten mirar el teléfono esperando un taxi sin mirar la calle. Por más que la idea de la precisión resulte un poco más viable, sigue siendo imposible, virtual. Un mapa siempre será una herramienta imprecisa y su objetividad inevitablemente ocultará sus sesgos culturales o ideológicos.

Uno podría pensar que las bibliotecas son mapas físicos del conocimiento. En el fondo, los mapas son metáforas, instrumentos del discurso e instrumentos analíticos que desmontan y visualizan la realidad en una forma distinta de la acostumbrada. Por amplia que parezca la definición, lo cierto es que un mapa nunca puede abarcarlo todo. Para que la representación tenga sentido es preciso escoger y limitarse a un número razonable de elementos. Desplegar un mapa escala 1 a 1 de un país, cubriría completamente el territorio y no dejaría pasar la luz, observaban los campesinos de Lewis Carroll: “Así que ahora utilizamos el propio país, como su propio mapa, y te aseguro que funciona casi tan bien”.

Hoy, curiosamente, pareciera que habitamos los mapas y desconocemos los territorios: la realidad ha reducido su escala. El viajero sobrevive inmóvil. La expansión de Google Earth y otras herramientas de mapeo por satélite nos permiten mirar el teléfono esperando un taxi sin mirar la calle. Por más que la idea de la precisión resulte un poco más viable, sigue siendo imposible, virtual. Un mapa siempre será una herramienta imprecisa y su objetividad inevitablemente ocultará sus sesgos culturales o ideológicos. La misma tablilla babilónica ilustra la relación con otras regiones legendarias más allá del océano, situando al Éufrates en el centro de la circunferencia.

Un mapa puede ser mudo o político —escribe el argentino Mario Ortiz en Cuadernos de lengua y literatura X—. El mudo no tiene palabras ni fronteras externas. El político, sí. En cierto sentido, todos los mapas son mudos porque no hablan; pero en otro sentido, todos los mapas son políticos”.

Observando un monumento al Mapa de Argentina, Ortiz parece haber encontrado una fisura por donde podríamos formalmente reclamarlo en el acto. Al no tener plaquetas o inscripciones, siendo imposible determinar quiénes y con qué motivo construyeron ese monumento, esa pared está libre para todo tipo de interpretaciones.

Gráfica y textualmente, la dimensión simbólica de un mapa puede dar cuenta de toda una ideología del espacio interpretable en múltiples niveles. Un mapamundi medieval, por ejemplo, es mucho más que una representación espacial de la Tierra, a la manera de Google Earth. Proyecta, al mismo tiempo, los acontecimientos históricos en un marco geográfico y permite abarcar el continuo espacio- tiempo de la historia de principio a fin. De ese modo, se hacía visible y comprensible el orden invisible que guiaba el curso de los acontecimientos humanos. Pienso en el mapamundi de Fra Mauro, donde la estructura y el contenido proponen una cartografía más basada en una tradición de relatos (teológicos, filosóficos, cosmográficos y de viajeros) que en la geografía. O en ejemplos aún más primitivos, como las canciones de los aborígenes australianos cuyas letras kilométricas describían el paisaje de sus viajes y eran memorizados como caminos.

Capas de tiempo apiladas en un mismo lugar geográfico, donde convive lo histórico, lo mítico y lo religioso. La naturaleza del espacio y el tiempo, tal como el misterio de su relación, han sido objeto de investigación desde la antigua filosofía griega. Los mapas son inevitablemente un reflejo de la cultura en la que se producen. Ayudan a representar ideas que no pueden experimentarse directamente.

Google Earth permite volar a cualquier parte del globo terráqueo. Hacer zoom desde tu propia casa hasta la última de las islas del extremo sur. Cambiar de imágenes panorámicas de satélite a la subjetividad de los planos vistos desde la calle, pasando de la abstracción a la realidad: la tecnología de satélite y la electrónica de radar se han combinado para poder observarnos desde más allá de la Tierra. Sin embargo, cada mapa sigue siendo una vista puntual de un momento concreto. Como todo mapa, incluso Google Maps capta el incesante mundo siempre en un solo momento determinado.

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