por Aïcha Liviana Messina I 24 Mayo 2023
El otro día vi a un perrito jugar. Se generaba ahí una alegría. No era solo del perrito, estaba en la intensidad del juego. En ese instante, alegría y energía coincidían. El perrito corría como loco detrás de una pelota, la agarraba, la devolvía, volvía a correr como loco, la agarraba de nuevo. Corría. Sus orejitas volaban. Creo que la alegría se debía a que lograba su meta y podía repetir el juego.
La alegría tiene que ver con el logro. Es una emoción de conquista. Yo también me alegro cuando gana mi equipo de fútbol. Me alegro demasiado. Pero es un logro sin mañana, es un juego. El perrito devuelve la pelota. No es suya. Él solo alcanzó su meta; la meta lograda lleva a la repetición; la repetición produce energía. En ese instante, la alegría se desborda. Proviene de esta mezcla entre logro y juego, conquista y ficción. Gané, pero es un juego. El trofeo pertenece al juego, no al jugador. La alegría coincide con el saber la conquista como ficción.
Me parece que la alegría es así: la tenemos y no la tenemos. Nos alivia de nuestro ser por un instante. Lo logramos, pero sabemos que el logro no dura y esta forma de ser del logro, alivia, alegra. Lo que logra el perro, la pelota, no le pertenece, es parte del juego. De hecho, la devuelve siempre. Nunca el perrito guarda para él la pelota. De otro modo, perdería la alegría. De otro modo, el perro pertenecería ya al recuerdo del logro: a la melancolía.
Entonces la alegría es la emoción que coincide con el hecho de que lo que tenemos, no nos pertenece. Pero en la alegría ganamos algo, ganamos lo que no es posible poseer y que por definición se desvanece: el instante. El instante del logro que produce la repetición, la energía, el desborde. La alegría es la conquista del instante, que por definición no se posee, solo existe al desvanecerse. Es una emoción pura, inocente, juvenil, pero paradójica, sabia, abismal.
Artaud lo dice así: “Estoy lleno de alegrías que no quiero poseer y de las que voy a agotar la fuente de golpe, pues provocan celos”.