Ilusión

por Aïcha Liviana Messina I 19 Julio 2023

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Solemos decir de alguien que “se hace ilusiones”, que no tiene los pies puestos en la tierra. En este caso la Ilusión se comprende como una carencia o una deformación. Tengo sed y veo agua. Pero estoy en el desierto, por lo que no puede haber agua. La ilusión toma el lugar de un vacío, lo llena y lo incrementa.

El libro Madame Bovary de Flaubert habla de la ilusión —o deja que la ilusión hable—, no como lo que se opone a la realidad, sino como una condición crítica de lo que constituye nuestra relación con la realidad. Al inicio de la novela, cuando Emma se casa con Charles y pasa entonces a ser Madame Bovary, se desilusiona del amor o de lo que la vida matrimonial prometía ser. “Qué se quería decir precisamente, en la vida, con las palabras de felicidad, de pasión y de ebriedad, que le habían parecido tan lindas en los libros”, se pregunta ella.

Emma no se ilusiona porque es sentimental, como a veces se dice, sino porque es lectora —porque se nutre de palabras. Emma se ilusiona porque las palabras ilusionan. Lucen, pero de algo que no es tan claro, de tal suerte que debemos meternos en ellas, seguir la pista de lo que dejan incierto, para vivir algo, una experiencia.

Sin lenguaje no haríamos ningún tipo de experiencia. Viviríamos, lo que no es poco, pero no buscaríamos descubrir el sentido de lo que vivimos.

Esta búsqueda la hacemos tan solo porque nos enamoramos. En ese momento estamos atrapados en algo que nos supera y que tiene que ver con normas, lenguaje, algo que debiera ser claro y que sin embargo es incierto. La palabra amor inventa el amor, pero al inventarlo nos deja el amor como algo desconocido. Amamos porque la palabra amor es una promesa, algo más que lo que está a nuestra “portada”. Una promesa o un pequeño agujero, algo en lo cual nos metemos a veces. Amamos porque esta promesa es alentadora y también porque es una norma —dibuja, entre otros, la ciudad (los hogares) y las sociedades.

Si se produce una desilusión, esta no debe comprenderse en función de una fantasía personal sino de la fantasía que produce la realidad y ordena un mundo social. La desilusión tiene relación con el lenguaje como fantasía necesaria, fantasía creadora de realidades, de realidades inciertas —no obstante, apasionantes.

En Madame Bovary aprendemos que una Ilusión es una experiencia del lenguaje que condiciona una vida entera. A la inversa, estar desilusionado es experimentar el lenguaje vaciado de su contenido. Es encontrase casi en el lugar de la muerte, pues toparse con un lenguaje vacío, vacío de promesa, nos pone ante la amenaza de permanecer inmóviles, sin deseo, sin razón de animarse.

Si la ilusión es producto del lenguaje y no de un excesivo sentimentalismo, y si la realidad es inseparable del lenguaje, ¿la realidad no es más que una ilusión? Y, si es así, ¿sería el “bovarismo”, más que una señal de disconformidad con la realidad, un encuentro con el engaño que constituye la realidad, un engaño del cual no hay salida?

No tengo respuesta a esta pregunta; solo intuyo algunas pistas.

Primero, la ilusión es mortal (Emma muere) pero la ilusión tiene una vida propia (un comienzo, una duración, un fin). Charles Bovary también se ilusiona. La diferencia con Emma es que su ilusión se mantiene un buen rato, quizás incluso hasta el final. Emma nutre el sueño que para Charles representa la palabra amor. Hay aquí una cuestión de hambre, organismo, alimento. El lenguaje ilusiona; la ilusión anima, mueve. Nos vitalizamos gracias al lenguaje y nos vemos unos a otros bajo el prisma de esta ilusión. Tal muchacho o muchacha me gusta porque me ilusiona. Con él o ella creo en el cuento que me conté. Entonces, tal muchacho o muchacha colma y nutre mi hambre al mismo tiempo. Se crea un organismo vital y viviente. Por ello, cuando vivimos una desilusión no podemos simplemente seguir adelante, conformarnos con la realidad. La desilusión amenaza nuestro organismo cuya vitalidad era hecha posible por la ilusión. Es frecuente que cuando vivimos una desilusión, nuestro organismo se atrofia. Se cierra nuestro estómago. Dejamos de alimentarnos. Nadie que se haya nutrido de una ilusión puede seguir… como si nada. Lo que hacemos es reinventarnos, buscar otros alimentos, disponernos, de tal suerte que el organismo entero se reconfigure. No sé al final lo que le pasó a Charles, pero lo interesante es que su ilusión se mantuvo un buen rato.

Segundo, creo que la pregunta es si la desilusión también tiene vida propia. Madame Bovary es la experiencia de una desilusión: Emma se ilusiona con el amor, con el baile, la noche, con su amante Rodolphe, y luego se desilusiona. La vida matrimonial no tiene brillo. El baile no existe más que una noche. Rodolphe desaparece. Ante estas desilusiones, no hay nada en Emma que permanezca indemne. Emma se mantiene viva porque su marido, Charles, la mantiene en vida, y de a poco nacen nuevas ilusiones. La desilusión es parecida a un estado de coma, una vida sin sueños, una vida sin nadie para sostenerla, salvo los apoyos médicos.

En este sentido, es importante distinguir la desilusión de la decepción. La decepción se mide de acuerdo con una expectativa. Si nos decepcionamos, cambiamos nuestro enfoque. Una desilusión es otra cosa. Se mide en función de la vida, en cuanto es producida por imágenes, luces, brillos, historias. Una desilusión se supera produciendo una nueva forma de vida, pero nos arriesga siempre al borde de la muerte.

Tercero, la ilusión no es una deformación evanescente como cuando vemos agua en el desierto (nunca me ha pasado esto, pero debe ser posible, porque nos nutrimos de fantasías); es la consistencia de la realidad. Con ella se forman organismos, hambre, alimentos, formas de animarnos, hasta ritmos cardíacos. Por esto Madame Bovary es un absoluto. Emma no es una chiquilla sentimental que quiere más que lo que la realidad provee. Con Madame Bovary aprendemos que el lenguaje es a la vez promesa y peligro, que lo que es vital al mismo tiempo es mortal, que el lenguaje tiene algo diabólico, seductor, y que dejarnos seducir por él conduce a vivir una gran experiencia. Por esto también Madame Bovary es más que una heroína: ella no enfrenta la muerte, sino que encuentra lo que hace que la vida sea viva y mortal a la vez.

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