por Aïcha Liviana Messina I 23 Agosto 2023
Nacer y morir son dos verbos difícil de conjugar y de articular con un sujeto, porque en ambos caso está en juego la pasividad. Yo no muero. Yo me muero. Yo no nazco, yo he nacido.
En ambos casos, puede o debe haber la participación de alguien. Nazco de alguien. Alguien de hecho tiene que pujar y, a veces, hay muchas personas ayudando y apoyando. Nazco de alguien, y nazco a la vida de alguien —o a la vida tout court pero “la vida” no es una cosa, la vamos produciendo, entre todxs. Nacer es de por sí un relacionarse con. En El hombre que se ríe, de Victor Hugo, hay una escena inolvidable: un niño que está abandonado en una isla —creo— se topa con un bebé pegado al pecho de su madre. La madre está muerta. Murió de frío. La guagua está pegada, está mamando. O ya no. Toca. De no hacerlo no se sentiría a sí misma. Moriría.
Morir es despegarse, sin poder frenar este movimiento, sin que nadie pueda retenerlo. Es probablemente esta impotencia generalizada que es terrible en el morir. Qué soledad hay en este sustraerse al mundo, en reconocer que somos un átomo que ya no puede vincularse con otro. Un átomo que ya no está preso en un juego de atracción. Morir no otorga paz interior. No es un retiro —un retirarse para conseguir quietud. En un retiro vamos a un lugar determinado y reposamos. Morir es un retirarse de todo lugar. Es retirarse de toda posibilidad de reposar. Es estar restado del retiro, apartado de cualquier participación. Es verdad, morir es un absoluto, no permite relación ninguna, nos deja sin posibilidad de agarrarnos a nada.
Nacer es sentir por primera vez. Esto no pasa una sola vez en la vida. La guagua siente el pecho muerto de su madre, mientras se nutre o después de haberse nutrido. El nacimiento es un proceso. Nacer a la respiración, al aire, a su sistema respiratorio. Nacer al alimento, al gusto, a la saciedad, al hambre. Nacer al cariño que sensibiliza. Se nace a sí mismo. Se nace por completo. Se nace a la vida y no en la vida. La guagua no tiene un sistema respiratorio antes de gritar, no tiene tacto antes de tocar, no tiene intestino antes de digerir. Nacer no es estar aquí después de haber estado en otro lugar. Esto es trasportarse, tomar un avión y aterrizar en otro país. Pero nacer no es viajar: es ser por primera vez. Es nacer a sí mismo y a la vida, al hambre que se va haciendo, al organismo que se va activando, vitalizando, sensibilizando. En el nacimiento está en juego una totalidad y no un absoluto: a diferencia de la muerte, que es un apartarse de cualquier parte, el nacimiento no da lugar al individuo como un ser apartado sino a la vida como un proceso que requiere la creación continua de sus condiciones de posibilidad.
Si nacemos a la vida y no en la vida, si nacer es nacer a sí mismo, a los sentidos de uno que no preceden el acto o el hecho de sentir, entonces nacer es un proceso continuo. Uno nace al hecho que nada es dado, ni la individualidad de uno, ni la vida en lo que la posibilita. Nacer, por lo mismo, es descubrir la necesidad de nacer siempre. Se nace hasta la muerte.