Mi ángel fotográfico es un ángel de la historia

En reconocimiento a su destacada trayectoria, la artista visual y fotógrafa chilena de 91 años ganó el Premio Plagio a la Creatividad Artística 2024, otorgado por segundo año consecutivo por la Fundación Plagio. Reproducimos el discurso de la artista al momento de recibir el galardón, en que habla de su descubrimiento de la fotografía, algunos hitos de su carrera y lo que llama el “estado fotográfico”, que en su caso es “una forma de hacer que va más allá de la fotografía, también atraviesa la escritura, el dibujo y la pintura; es una forma de observar el mundo y de experimentar la vida”.

por Julia Toro I 22 Enero 2025

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En las Tesis de filosofía de la historia de 1940, Benjamin hizo explícita la referencia a un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus: “Se ve en él un ángel al parecer en movimiento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado…”.

Recuerdo con claridad el día que tomé la cámara fotográfica por primera vez. Estaba con Jaime Goycoolea, fotógrafo y mi pareja en aquel entonces. Mi hija Juli embarazada se sacaba una blusa extendiendo sus brazos hacia el cielo como una escultura primitiva, como una Venus. Ese día fue como volver a nacer al mundo de las imágenes análogas.

Estar aquí hoy, es el resultado, la suma de la experiencia que el trabajo me ha venido otorgando: he hablado del estado fotográfico como una forma de explicar lo que siento cuando tomo la cámara —o incluso sin ella—, para observar la realidad que me rodea. El estado fotográfico activa la mirada. Esto que, confieso ahora, ha sido fruto de una forma de hacer que va más allá de la fotografía, también atraviesa la escritura, el dibujo y la pintura; es una forma de observar el mundo y de experimentar la vida. Tener un ángel fotográfico en la mirada pasa por una formación creativa, una atención. Pero voy a contarles primero un poco de mis orígenes. Me crié con mis abuelos y tuve la suerte de tener al Santiago College como el colegio más cerca de la casa. La entrada a este verdadero templo de la infancia fue una etapa de gloria, por fin había encontrado mi lugar. Fui muy feliz y una alumna destacada. También cantaba, bailaba en una niñez culta y protegida. En mi juventud fui profesora de inglés en el colegio San Ignacio de El Bosque. Ahí conocí a Adolfo Couve. Él, profesor de arte; yo, la miss de inglés. Nos hicimos amigos y con el tiempo me enseñó muchas cosas que hasta hoy atesoro. Hay maestros que dejan su huella definitiva. Tener ángel en la mirada es una de ellas. También tuve estupendos profesores como Carmen Silva y Thomas Daskam. De hecho, la primera vez que expuse fue en un encuentro de arte al costado del Museo de Bellas Artes. En un stand estaba Violeta Parra mostrando sus tapices guitarra en mano. Con posterioridad, la sorpresa de recibir una carta del Museo de Arte Contemporáneo invitándome a participar en un homenaje a Borges, año 1976, eran años difíciles a los que sobrevivimos no sin experimentar el miedo de los allanamientos. Recuerdo que en uno de estos desagradables momentos un milico me decía “ustedes son miristas” y no podía entender que yo le contestara “no, somos artistas”… Y otra vez tuvimos suerte, tuvimos ángel fotográfico. Cuando se terminó la dictadura hice una exposición a la que le tengo mucho cariño, Historia de un niño chileno, en el Centro Cultural de Las Condes, en donde se puede ver lo que va del 73 al 89 expresado en la historia de la vida cotidiana de Mateo, mi hijo menor, nacido el 12 de septiembre de 1973. Porque mi obra ha seguido este camino interior de los espacios cotidianos, los cuerpos y las narraciones fragmentarias de lo que nos va pasando como la vida y que se va formando, de obra en obra, y no termina porque una idea llama a la otra.

Se ha escrito y esperado tanto de la fotografía. Yo, como fotógrafa, creo que es de los inventos más importantes del siglo XIX, cambió por completo la forma de mirar. El arte a través de la reproducción mecánica tuvo acceso universal. La fotografía educa, acerca el mundo y su geografía. Sus motivos son infinitos y nadie mira de igual manera. La vida está llena de fotos. Si uno aguza el ojo y pone atención, el ojo se convierte en rectángulo, encuadra y recorta lo que te rodea. La fotografía es también una pasión; es un ojo salvaje que sale a disparar a su presa.

Quisiera aprovechar este momento para expresar también el agradecimiento a la Fundación Plagio y todos sus organizadores, porque al estar aquí con ustedes uno mira retrospectivamente y ve que es el resultado de toda una vida de perseverancia como lo exige el arte, una responsabilidad, de saber acompañarse con amigas y amigos que han hecho posible mis trabajos, desde los retratados hasta el corazón de mis exposiciones. Agradezco también a mis amigos, especialmente a Studio Digital y a todos sus integrantes con los que trabajamos activa e incansablemente, la larga lista de amigos y amigas que están aquí presentes esta tarde. Es verdaderamente un privilegio para mí recibir este premio y poder agradecerles una vez más, públicamente. Podría decir muchas cosas más.

La fotografía clava la mirada en el presente y se vuelve pasado en el instante en que disparamos, en el acto fotográfico. A través del ángel fotográfico —el ángel de la historia— recuperamos parte de un pasado que se nos escapa.

Se ha escrito y esperado tanto de la fotografía. Yo, como fotógrafa, creo que es de los inventos más importantes del siglo XIX, cambió por completo la forma de mirar. El arte a través de la reproducción mecánica tuvo acceso universal. La fotografía educa, acerca el mundo y su geografía. Sus motivos son infinitos y nadie mira de igual manera. La vida está llena de fotos. Si uno aguza el ojo y pone atención, el ojo se convierte en rectángulo, encuadra y recorta lo que te rodea. La fotografía es también una pasión; es un ojo salvaje que sale a disparar a su presa. Conocí la fotografía a los cuarenta años, antes no sabía nada de este arte, ni de sus grandes maestros, ni de su fascinante historia.

Empecé a tomar fotos por intuición. Descubrí que el mundo que me rodeaba era bello y esa belleza la podía retener con un disparo. Conocí también la fascinación del cuarto oscuro. Todo ese proceso es lento, incierto y expectante. Es el tiempo fotográfico. Eso cambió con la era digital, tan rápida, ahora se dispara de otra manera. Creo que siempre habrá cultores de la fotografía análoga. Todavía existen fotógrafos que hacen daguerrotipos.

Quisiera por último, enviarles un mensaje a los que dudan sobre iniciarse en el camino del arte: háganlo, atrévanse: aprendan creando, experimenten, déjense llevar y el ángel de la mirada vendrá.

En mi caso, hoy, pasados los 90, el ángel todavía está conmigo. Mi curiosidad está intacta. Vivo en el presente, con la mirada puesta en el próximo disparo.

Muchas gracias.

Julia Toro

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