El conspiraciones

“’Demasiadas coincidencias…’, ‘Es raro…’, ‘Da para pensar…’ son frases frecuentes en su vocabulario: lenguaje siempre al acecho del peligro. Lo más probable es que el encierro, el aislamiento, las redes hayan exacerbado los ciegos laberintos de su mente, sobre todo las redes, el dulce hogar de sus quejas. Siempre habrá un nuevo tema, una nueva obsesión; antes eran las criptomonedas, ahora el virus, mañana la Tierra plana”.

por Milagros Abalo I 12 Marzo 2021

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Se activa como un salto en trampolín, comienza a tejer sus redes que son infinitas como una madeja que se arma y desarma adentro de la cabeza. Dicen que la mascarilla activa el virus. ¿De dónde sacaste eso? Me muestra en el teléfono el posteo de un tal @roberto_elfrikis. Es un plan de las farmacéuticas para enfermarte y vender más. La gran mentira de los gobiernos. No distingue partidos políticos ni ideologías, todo es la manifestación de un mismo daño, la mayoría de las veces un daño que va en directo detrimento del bolsillo. La paranoia se le viene encima con sus ideas fijas, sus circuitos de información diurna que, transpiración de manos, boca seca, sospecho crece en los desvelos. La tecla conspirativa aumenta su tensión. Esto fue creado en un laboratorio, quieren reducir la población. Los científicos dicen que es de origen natural. Sí, claro, muy natural todo lo que está pasando, quién les cree a esos acéfalos llamados científicos. Frases cortas llenan su narrativa de ciencia ficción en la que van construyendo una alambicada torre de Babel, llena de cables y pelacables que se conectan en sus puntas de información. El miedo es el principal motor, lo que alimenta y corre en las venas de su discurso, toda nueva chispa de dato incendia la pradera, entre medio cita los últimos posteos de @conspiramatrix, @ladyfinal, @terceraguerra. La información que entrega es ambigua y difusa, se mezcla, se entremezcla y salpica hacia todos lados y todos los lugares son uno. Te dije lo de la vacuna, sí o no que te lo dije, Bill Gates y el chip… ¿no te llama la atención que el resto de los virus haya desaparecido? Todo va in crescendo, como el déficit atencional, mejor no contradecir. “Demasiadas coincidencias…”, “Es raro…”, “Da para pensar…” son frases frecuentes en su vocabulario: lenguaje siempre al acecho del peligro. Lo más probable es que el encierro, el aislamiento, las redes hayan exacerbado los ciegos laberintos de su mente, sobre todo las redes, el dulce hogar de sus quejas. Siempre habrá un nuevo tema, una nueva obsesión; antes eran las criptomonedas, ahora el virus, mañana la Tierra plana. Todo es la trama de una trampa y nosotros, los títeres en este juego en el que los hilos desconocidos del mundo se mueven en las manos de un enemigo invisible que, con agenda en mano, urde el daño. Se sostiene con especial ve­hemencia, insiste; aun cuando ya pasa los 45 resulta admirable la capacidad atlética para mantenerse girando, pues sabido es que la permanente obsesión vaya que cansa. Se separó y se fue a vivir con mi tía, a quien ha convertido rápidamente a la jerga de la conspiración: el teléfono nos escucha, la otra vez dije algo, no me acuerdo qué, y empezó a aparecer informa­ción, un aviso tras otro, a lo que mi primo agregó en voz baja estamos vigilados y esto del virus es una forma de vigilancia más. Tapa la cámara del computador, cachái que por ahí te pueden estar mirando. ¿Seres de otro planeta? ¿Por qué no? ¿Cómo tan egocéntrica pa’ pensar que somos únicos? Ha perdido el sentido del humor y siempre está a la defensiva, como si esto fuera finalmente el contrapeso de algo que no funciona, una guerra librada consigo mismo. Mente solitaria que vive en la sospecha y desconfianza, la desgracia parece ir pisándole los talones día tras día. Brota y rebrota en todas las formas posibles de persecución, gran parte del tiempo se le va en esto. No distingue interlocutor, apenas la ocasión se lo permite (un asado, un velorio, un encuentro casual en la calle, un wasap de primos) activa su relato que corre como el río desbordado de una verdad que cambiará el curso de las cosas. Para él siempre hay una verdad que se está ocultando. Es religioso en su forma de creer, tiene pocas dudas y muchas certezas, es religioso también en su forma de estar predicando permanentemente. Le presto oído por el cariño que le tengo a mi tía. Su tiempo es siempre el de un futuro, sus ojos están puestos lejos del presente que se ha desajustado y cruje por todas sus rendijas. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ya se sabrá quién tenía la razón, repite con su dedo en alto, sus manos siempre se agitan cuando habla y mira a todos lados, igual al animal enjaulado de su imaginación. Esto estaba anunciado y ¿sabís desde cuándo?… señales que, con sonrisa de medio lado y mirada fija, se cierran sobre sí y sobre el mundo en un efecto dominó.

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