Lo nuevo, lo perturbador de esta historieta que comenzó a publicarse en 1957 y que ahora se trasladó al formato de serie, no es la amenaza externa, sino los sobrevivientes que se roban, se matan, se traicionan. El Eternauta anticipó con una lucidez brutal la lógica de la dictadura: cuerpos invadidos, sometidos, convertidos en herramientas de otros.
por Galo Ghigliotto I 15 Mayo 2025
“La hermandad entre los hombres se resiente cuando el deseo de supervivencia apremia”. La frase no es de El Eternauta, sino del Manual de supervivencia para los días del gran desastre, publicado en 2008, en Argentina, por la editorial Clase Turista. Esta idea del enfrentamiento humano en contextos extremos fue lo que resultó tan inquietante y atractivo en series como The Walking Dead, donde los zombis funcionan apenas como excusa para mostrar personas capaces de matarse por una caja de antibióticos.
La primera vez que vi la imagen del hombre con máscara y fusil caminando bajo la nieve, fue ese mismo año, en la librería donde compré el Manual… No sabía nada del argumento, pero el nombre sugería un viajero de lo eterno, desplazándose entre dimensiones. Recién en 2013 compré una edición facsimilar de la historieta completa, con tapa dura ilustrada por el dibujante mexicano Dr. Alderete. El prólogo narraba el destino de su creador, Héctor Germán Oesterheld, desaparecido por la dictadura. Esa información me llenó de amargura, y al terminar de leer supe que también sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas, habían sido secuestradas y desaparecidas por agentes del régimen de Videla. Con toda esa predisposición por lo trágico y lo misterioso, me interné en las páginas de esa edición.
La historia que cuenta El Eternauta, ahora en Netflix, es la de un mundo aplastado por la desesperanza: esa es la nieve que cae sobre Buenos Aires. La humanidad es invadida por seres que, a su vez, han sido invadidos y actúan bajo las órdenes de sus propios invasores. Una cadena de sometimiento que alcanza a todos. Pero lo nuevo, lo perturbador de esa historia que comenzó a publicarse en 1957, no era la amenaza externa, sino los sobrevivientes que se roban, se matan, se traicionan. La historieta anticipa con una lucidez brutal la lógica de la dictadura: cuerpos invadidos, sometidos, convertidos en herramientas de otros.
Todo parecía envuelto por un fulgor enigmático. La atmósfera del relato tiene algo de revelación: como una bola de cristal en la que conviven Oesterheld escribiendo en su escritorio, sus personajes combatiendo en la intemperie y los militares acechando desde las sombras.
Más que hablar de la adaptación en términos técnicos o de decisiones sobre el desarrollo de la trama en el presente y los cambios de los personajes, me interesa destacar su impacto cultural. La serie, dirigida por Bruno Stagnaro, ha triunfado en más de 28 países. Ya hay manuales para jugar truco en japonés y no falta mucho para que se ofrezcan tours por las locaciones en Buenos Aires. Pero lo realmente significativo es que ha visibilizado la historia de Oesterheld y de sus hijas. El año pasado, 18 personas se acercaron por estas fechas a las Abuelas de Plaza de Mayo con dudas sobre su identidad. Desde el estreno, 106 han llegado para hacer consultas. El fenómeno ya tiene nombre: “Efecto Eternauta”.
Tienta caer en un chovinismo sudamericano: pensar que si Oesterheld hubiera sido francés o estadounidense, El Eternauta tendría múltiples adaptaciones. Tienta afirmar que somos aventajados en tanto conocemos todo el oro cultural del primer mundo, mientras el primer mundo desconoce los diamantes ocultos de nuestra cultura. Tienta lamentar que este reconocimiento global ocurra bajo el mandato de un presidente como Milei, no solo por la paradoja política evidente, sino porque ha arrasado con los apoyos al cine que permitieron formar a creadores como Stagnaro.
Prefiero pensar que algo de justicia se ha hecho. La calidad de la serie le hace honor a la potencia de la historieta; el reconocimiento mundial a esta historia escondida en América Latina, de un autor sepultado en algún lugar de Argentina, sale a la luz y brilla en millones de hogares del mundo. Todo eso es un respiro, provoca cierta conmoción, como si insuflara la sensación de que, de alguna manera, Oesterheld y sus hijas han aparecido.
El eternauta (2025), dirigida por Bruno Stagnaro, 6 capítulos, disponible en Netflix.