La caja de herramientas de Lydia Davis

Ensayos I, de Lydia Davis, contiene principalmente las reflexiones sobre escritura de esta autora estadounidense, pero también habla de la traducción, las artes visuales, la historiografía, la figura de Cristo y la memoria. Además de hacer recomendaciones sobre la rutina de escritura, la corrección y los finales, en estos ensayos libres y llenos de pasión por la lectura identifica sus relatos favoritos: cinco cuentos de Beckett, Grace Paley, Flannery O’Connor, Isaak Bábel y Kafka.

por Rodrigo Olavarría I 29 Junio 2022

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La escritora estadounidense Lydia Davis (1947) es principalmente conocida como autora de relatos que pueden constar de solo una línea, como ocurre en el cuento “Cierta sabiduría extraída de Heródoto”, cuyo texto se reduce a: “Estos son los hechos sobre los peces del Nilo”. Pero Davis sobresale también por su trabajo como traductora, labor a la que se dedica desde fines de los 70. Publicó su primera traducción en 1981, una colección de ensayos de Maurice Blanchot, que fue seguida por los cuatro tomos de Las reglas del juego, la autobiografía del poeta surrealista y etnógrafo francés Michel Leiris, el primer tomo de En busca del tiempo perdido, Madame Bovary y, más recientemente, una colección de 72 relatos breves de A. L. Snijders titulada Grasses and Trees, entre otros.

Ensayos I, impecablemente traducido por Eleonora González Capria, es el primero de dos volúmenes de no ficción, cada uno dedicado a las ocupaciones principales de Davis, la escritura y la traducción. El tomo publicado por Eterna Cadencia reúne ensayos, reseñas, prefacios, observaciones y conferencias escritos desde fines de los 70 hasta principios de esta década. El tema principal es la escritura, pero la traducción también aparece de vez en cuando, así como las artes visuales, la escritura de la historia, la figura de Cristo y la memoria. La escritura es abordada desde distintos ángulos, en amables reflexiones teóricas sobre la forma y la influencia literaria en tres textos fundamentales, y luego en una serie de ensayos más prácticos con sugerencias para una buena rutina de escritura, la corrección de oraciones, la revisión de un cuento y cómo elegir un final.

Otros textos directamente abordan las preferencias de Davis. Hay uno de dos páginas donde revela sus cuentos favoritos: cinco relatos firmados por Beckett, Grace Paley, Flannery O’Connor, Isaak Bábel y Kafka. Estos mismos autores reaparecen en un ensayo donde Davis analiza cómo su pasión por las formas anómalas y los libros que quiebran las lógicas más o menos impuestas por los géneros literarios, influyó en el desarrollo de su propia escritura. En este sentido, es inmensamente iluminador cuando narra el impacto de leer a los 13 o 14 años las dos primeras páginas de Malone muere, de Samuel Beckett, para luego profundizar en las seis lecciones fundamentales que aprendió del escritor irlandés.

Davis analiza cómo su pasión por las formas anómalas y los libros que quiebran las lógicas más o menos impuestas por los géneros literarios, influyó en el desarrollo de su propia escritura. En este sentido, es inmensamente iluminador cuando narra el impacto de leer a los 13 o 14 años las dos primeras páginas de Malone muere, de Samuel Beckett, para luego profundizar en las seis lecciones fundamentales que aprendió del escritor irlandés.

Asimismo, resultan fundamentales la introducción a Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin, una autora cuyo trabajo Davis empezó a leer a principios de los 80; un ensayo donde considera el fragmento como género literario en la obra de Barthes, Mallarmé, Joseph Joubert (otro autor traducido por Davis) y Flaubert; otro ensayo donde analiza las formas en que el material literario encontrado (desde correos electrónicos hasta sueños y recortes de prensa) es transfigurado al ingresar en la literatura, y un trabajo sobre Madame Bovary en que analiza la consistencia psicológica de sus personajes y reflexiona sobre cómo hoy somos incapaces de ver lo radical de esta novela, precisamente porque cambió para siempre la forma en que las novelas fueron escritas en adelante. Otro escrito gravitante es la evaluación de la figura de Edward Dahlberg, un escritor largamente considerado como uno de los más logrados estilistas de la literatura estadounidense (“un maestro de la lengua, el heredero de Thomas Browne, Burton y el Milton de los panfletos más polémicos”, dijo Herbert Read) y quizás el más olvidado. Davis interroga a escritores de distintas generaciones y descubre que pocos conocen más que un par de lugares comunes sobre su obra y menos aún lo han leído. Se pregunta, entonces, por las razones de su olvido y se adentra en su mito, para revelarnos su fascinación por los autores más anómalos, quizás los que recrean en ella la experiencia de leer a Beckett por primera vez.

Leyendo estos ensayos, libres y llenos de pasión por la lectura, es inevitable pensar en la no ficción de J. M. Coetzee recogida en dos tomos, bajo el título La mano de los maestros, y en los Ensayos completos de Paul Auster. En los libros de estos tres contemporáneos hay verdaderas guías de lectura para quienes desean huir de la tiranía de los más vendidos y conocer en profundidad su relación con la escritura y la lectura. Cabe esperar que Eterna Cadencia encargue pronto a Eleonora González Capria la traducción de Ensayos II.

 


Ensayos I, Lydia Davis, Eterna Cadencia, 2021, 475 páginas, $23.930.

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