Notas sobre pertenencia: la puerta de no retorno

Un mapa a la puerta de no retorno, de Dionne Brand, es un libro apasionado, del que salimos con la convicción de que todo acto de memoria importa, de que incluso los fragmentos rescatados de un sueño son materiales nobles con los que construir nuestro rostro, más allá del sueño del arraigo, más allá de toda arbitrariedad geográfica y cultural, siempre conscientes de que cuando entramos a una habitación vacía, la historia ya está sentada ahí, esperándonos.

por Rodrigo Olavarría I 8 Enero 2025

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Un mapa a la puerta de no retorno, de Dionne Brand (Guayguayare, 1953), publicado en una muy fluida traducción de Lucía Stecher por editorial Banda Propia, constituye una excelente adición a una colección que ya incluye los ensayos literarios de Crear en peligro y la novela Claire de Luz Marina, de la haitiana estadounidense Edwidge Danticat (Puerto Príncipe, 1969), ambos traducidos por la misma Stecher en colaboración con Thomas Rothe. Este libro corre por los derroteros de Crear en peligro, es decir, la crisis que hasta hoy viven los descendientes de las personas secuestradas en África y vendidas luego a lo largo de todo el continente americano. La diferencia radica en que donde Danticat pone el foco en la experiencia del artista migrante, Brand opta por apuntar a una herida primordial y constitutiva de la experiencia de esta diáspora africana, un hito que trasciende los límites del hogar y las naciones, y que constituye tanto un momento histórico como una imagen grabada a fuego en sus consciencias: el día en que sus antepasados traspasaron “la puerta de no retorno”.

El libro abre con un recuerdo fundacional. Cuando la autora tenía 13 años, su abuelo dijo saber de qué pueblo descendían. Ella pregunta de quiénes y recita los nombres que conoce: yoruba, ibo, ashanti, mandinga. El responde que no a cada pueblo que menciona y ella insiste, él pide que lo deje en paz, ella vuelve a preguntar y a veces él parece casi recordar la sílaba que abriría su memoria. Pero el anciano nunca recuerda. Al cabo de unas semanas ella dejó de preguntar y entre ambos surgió un sentimiento de decepción. Con el tiempo, el nombre del pueblo perdido dejó de importar y el silencio reveló algo más complejo, una fractura que ambos habían confundido con decepción: no pertenecían al lugar donde vivían y no recordaban de dónde venían ni quiénes eran.

La puerta de no retorno” es el nombre que reciben lugares tanto reales como imaginarios de la costa oeste africana, desde donde se embarcó a esclavos con destino a puertos americanos, por ejemplo, los castillos de San Jorge de la Mina y de la Costa del Cabo, ambos ubicados en lo que hoy es Ghana. Lo que sigue es solo una de las formas en que Brand la define: “En un sentido desolador es el lugar de creación de los negros de la diáspora del Nuevo Mundo”. El caso es que zarpar desde estos puertos marcó el fin de la relación de las personas esclavizadas y su futura progenie con el continente africano, con su sentido de pertenencia y sus identidades, convertidos ya para siempre en bienes sin otra particularidad que su utilidad.

Este libro es mucho más que una suma de relatos. Los fragmentos ensayísticos y poéticos que lo constituyen abordan temas que van desde la relación del sujeto diaspórico con el mar, entendido como puente que conecta con el origen; la eterna pregunta por la posibilidad del arraigo; el cuerpo de los basquetbolistas negros vistos como herramientas destinadas a conquistar el mundo; los cuerpos de mujeres y hombres negros entendidos como proyecciones del deseo y el miedo blancos.

Dionne Brand, nacida en Trinidad y formada ideológicamente en el Toronto de los años 70, una ciudad que cada día era más cosmopolita, vinculada a una comunidad que pasaba sin esfuerzo de la discusión política a la reflexión poética, y donde leyó por primera vez a Malcolm X, Martin Luther King y James Baldwin, examina la metáfora de la puerta de no retorno agotando los ángulos desde donde puede ser considerada, acumulando trazas de la historia y memorias no escritas de los descendientes de quienes la atravesaron.

Pero este libro es mucho más que una suma de relatos. Los fragmentos ensayísticos y poéticos que lo constituyen abordan temas que van desde la relación del sujeto diaspórico con el mar, entendido como puente que conecta con el origen; la eterna pregunta por la posibilidad del arraigo; el cuerpo de los basquetbolistas negros vistos como herramientas destinadas a conquistar el mundo; los cuerpos de mujeres y hombres negros entendidos como proyecciones del deseo y el miedo blancos; el ser habitados por un sujeto desconocido, un africano visto a través del lente de la cultura blanca, un ser inferior que deben eliminar de su interior; y el romance silencioso con el territorio y todo lo que está atrás de la puerta de no retorno, la tierra de sus orígenes y un majestuoso pasado imaginado.

De este libro apasionado y quizás exhaustivo en demasía, salimos con la convicción de que todo acto de memoria importa, de que incluso los fragmentos rescatados de un sueño son materiales nobles con que construir nuestro rostro, más allá del sueño del arraigo, más allá de toda arbitrariedad geográfica y cultural, siempre conscientes de que cuando entramos a una habitación vacía, la historia ya está sentada ahí, esperándonos.

 


Un mapa a la puerta de no retorno, Dionne Brand, traducción de Lucía Stecher, Banda Propia, 2024, 216 páginas, $18.500.

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