El eslabón perdido del documental chileno

por Matías Hinojosa

por Matías Hinojosa I 18 Julio 2018

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Vuelve a ponerse en circulación parte de la filmografía de Jorge Di Lauro y Nieves Yankovic, gracias a la Cineteca Nacional, que en el marco de su colección de DVD Nuestro Cine acaba de lanzar una caja con cuatro de sus documentales. El trabajo de estos realizadores se desarrolló en años adversos para la producción nacional, donde ser cineasta era apostar el todo por el todo. Este rescate es la consumación de una deuda largamente aplazada, antecedente insoslayable para la generación del Nuevo Cine Chileno.

por matías hinojosa

Hasta hace no mucho, de los años 90 hacia atrás, hacer cine en Chile era una cuestión exclusiva de excéntricos. La tarea implicaba tal nivel de osadía que cualquier sujeto más o menos prudente, con los pies bien puestos sobre la tierra, como se dice, hubiese optado por pasar de largo. La creación de Chilefilms en los años 40 fue un intento por establecer algo parecido a una industria cinematográfica, pero aquella iniciativa se disipó y lo que quedó fue apenas una serie de películas que emulaban torpemente los códigos del cine hollywoodense. Tras el fracaso de esa compañía, los que se atrevieron a tomar la cámara se enfrentaron a toda clase de sinsabores. Eran años donde no había apoyo financiero del Estado, donde no habían equipos digitales ni softwares de edición: todo se hacía a pulso, como una pieza de artesanía, nada más que por amor al arte.

El problema, sin embargo, no estaba tanto en la precariedad de los medios (que ciertamente era un enorme problema), sino en la escasa repercusión que hallaban estas obras. En este escenario, destaca una pareja de documentalistas que logró sacar adelante una serie de películas en las que exploraron nuestro país y sus diversas manifestaciones culturales.

Parte de la filmografía de Jorge Di Lauro y Nieves Yankovic, los cineastas en cuestión, vuelve ahora a ponerse en circulación gracias a la Cineteca Nacional, que en el marco de su colección de DVD Nuestro Cine acaba de lanzar una caja con cuatro de sus documentales. Hasta el momento solo la obra de Aldo Francia se había reunido en este formato, decisión que da cuenta de la importancia patrimonial y artística del trabajo de estos documentalistas. El paquete, cuya cuidada presentación merece ser subrayada, incluye las películas Andacollo, Los artistas plásticos de Chile, San Pedro de Atacama e Isla de Pascua, títulos que en su momento apenas fueron exhibidos y que durante décadas permanecieron inaccesibles para el público. De este modo, la Cineteca Nacional devuelve una obra de la cual prácticamente se tenía solo referencia bibliográfica.

Además de aproximarnos al trabajo mismo de estos realizadores, este material ilumina una época, permitiéndonos conectar con las inquietudes de aquel grupo de cineastas, contemporáneos al matrimonio Di Lauro-Yankovic, que en los años 50 y comienzos de los 60, bajo el alero de la Universidad de Chile y la Universidad Católica, se abocó a la búsqueda de un cine propiamente nacional y consciente de sí mismo, tentativa que permeó más tarde a la generación del Nuevo Cine Chileno. Ese momento bisagra, en el que se rompe con la producción enfocada en piezas audiovisuales con fines publicitarios e institucionales, tuvo entre sus protagonistas a Sergio Bravo y a esta pareja de directores, quienes desde su primer documental en conjunto, Andacollo (1958), dieron claras muestras de querer impulsar un cine con mirada autoral y de experimentación estética.

Nieves Yankovic, que nació en Antofagasta en 1916, proveniente de una adinerada familia de ascendencia yugoslava, estudió arte en Inglaterra y posteriormente sociología y psicología en Yugoslavia. Tras terminar con su primer esposo, vuelve a Chile en 1943 para formar parte de la primera generación del Teatro Experimental de la Universidad de Chile. En esos años también intenta sumarse al equipo de Chilefilms, como diseñadora de vestuario. Sin embargo, el director Luis Moglia Barth la elige para asumir uno de los papeles protagónicos en Romance de medio siglo. Por su parte, Jorge Di Lauro, nacido en Buenos Aires en 1910, estudió ingeniería civil para más tarde especializarse en Estados Unidos en cine y sonido. En 1944 fue contratado por Chilefilms para ejercer como sonidista. Fue allí donde conoció a Yankovic, con quien se casó en 1946.

Las películas de Di Lauro y Yankovic destacan por su enfoque educativo y una voluntad de estilo hasta entonces inédita en nuestro país, la cual se expresa en sus temas de interés y puntos de vista, también en el uso creativo que hacen del montaje, la música y la voz en off.

Las películas de Di Lauro y Yankovic destacan por su enfoque educativo y una voluntad de estilo hasta entonces inédita en nuestro país, la cual se expresa en sus temas de interés y puntos de vista, también en el uso creativo que hacen del montaje, la música y la voz en off. Su sello se aprecia ya en Andacollo, donde el ensamblado de imágenes y música comunica vivamente la fiebre que acompaña las celebraciones de la Virgen acontecidas en dicha localidad. En San Pedro de Atacama e Isla de Pascua intentan un ejercicio de similares características, sumergiéndose en una búsqueda por atrapar el paisaje geográfico, humano y cosmológico de esos lugares. En San Pedro de Atacama la riqueza de la cultura atacameña es explorada a través de la figura del sacerdote Gustavo Le Paige, fundador del museo de San Pedro (este es el único de los documentales seleccionados sin un protagonista colectivo), a quien se sigue en sus labores arqueológicas de excavación. Y en Isla de Pascua, donde se radicaliza el montaje expresivo explorado en Andacollo, se articula un cuadro poético en el que convergen paisajes, fiestas, ceremonias y bailes. Quizás su trabajo más convencional, y por temática menos próximo a los otros tres, sea Los artistas plásticos de Chile, en el que se propone una panorámica de la escena de las artes visuales. La película, cuya restauración es la mejor lograda de todo el conjunto, es un documento historiográfico de valor inigualable: en ella podemos ver trabajando en sus talleres a Lily Garafulic, Ramón Vergara, Nemesio Antúnez, Camilo Mori, Gracia Barrios, José Balmes y Ricardo Yrarrázaval, entre otros.

Para la pareja, el documental era la forma cinematográfica que el país necesitaba impulsar a fines de los 50. Como le confiesa Di Lauro al director de fotografía Héctor Ríos en una entrevista compilada en el libro Hablando de cine, frente a la precaria producción nacional la ficción era para ellos una manifestación “un poco inútil” y “gratuita”, que únicamente proporcionaba al realizador “una serie de halagos y frivolidades”. Esta concepción ética de la creación artística luego encontraría eco en los directores del Nuevo Cine Chileno, quienes si bien hicieron ficción estaban fuertemente influidos por el neorrealismo italiano.

Esta visión del cine también explica su interés por la divulgación. “Había que mostrar esa realidad a los que no podían ir a Andacollo y, también, a los que no veían lo que había en Andacollo”, le dice Yankovic a Héctor Ríos sobre las motivaciones que los llevaron a registrar esa fiesta religiosa. “Lo importante para nosotros –continúa ella– era que teníamos que hacerle ver a los que no veían, cuánto amor, cuánta belleza, cuánta maravilla y alegría había ahí”.

Las peripecias que tuvieron que sortear para realizar cada una de sus películas son una prueba de su fuerza de voluntad. Para filmar Andacollo, por ejemplo, que les tomó cinco años finalizar, vendieron todo lo que tenían para arrendar los equipos a Chilefilms y, aunque más tarde el ministerio de Relaciones Exteriores les compró la película, aquel dinero fue destinado para Isla de Pascua, financiamiento que de todos modos resultó insuficiente para terminarla, teniendo que vender otras propiedades personales. Como la propia Nieves afirma: “Todas nuestras películas han sido pelea tras pelea”.

Lo dramático fue la minúscula distribución que tuvieron estas obras, las que prácticamente no fueron vistas por nadie. Tanto Andacollo, que Héctor Ríos considera “uno de los pilares del documental en nuestro país”, como Isla de Pascua, se estrenaron en conjunto el 25 de diciembre de 1965 y como confiesa Jorge Di Lauro, “no pasó nada”, agregando que “No hubo uno que no nos dijera: qué maravilla. Que no nos golpeara en el hombro y nos dijera: qué maravilla, ustedes los Di Lauro, sigan adelante, ánimo. Y nosotros, como buenos caballos de carretela, seguíamos adelante, pero no había plata, no había medios para hacerlo”.

El rescate de estos documentales tiene entonces un aura de justicia. Luego de 50 años el matrimonio Di Lauro-Yankovic recoge el fruto de sus esfuerzos. Después de todo, la quijotada de hacer cine no fue en vano.

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