Carlo Ginzburg: “Juzgar el pasado con los criterios del presente es el triunfo del provincianismo”

En Aún aprendo, su último libro traducido al español, el destacado historiador revisa su trayectoria y sus libros, convirtiéndose él mismo en un caso de estudio. Esto, sin embargo, no se relaciona con ningún afán introspectivo sino con un examen metodológico. En un ensayo del libro señala que él suele repetirse a sí mismo que siempre es necesario “esterilizar los instrumentos de análisis”, aunque el primer instrumento a esterilizar es el propio investigador.

por Patricio Tapia I 24 Septiembre 2021

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Los “casos” —entendidos como el análisis detenido y en profundidad de una situación particular— le han interesado siempre al historiador italiano Carlo Ginzburg: tempranamente, desde los casos policiales de Sherlock Holmes hasta los clínicos de Sigmund Freud. Pero, más tarde, como historiador, dedicará sus investigaciones a otros “casos”, especialmente aquellos de personas que aparecen en los procesos inquisitoriales, a partir del siglo XVI y durante la modernidad temprana, tomando la paradójica decisión de atender las actitudes y creencias de las víctimas a través de los archivos de la persecución.

En los ensayos reunidos en su último libro, Aún aprendo, Ginzburg ha decidido ser él mismo el caso de estudio; o él mismo, en otros tiempos, pues en varios de ellos vuelve sobre su propia obra, mediante conferencias o mediante nuevos capítulos o notas de reconsideración de sus libros previos, antiguos y no tanto: desde el primero, Los benandanti, publicado en 1966, hasta Nondimanco, publicado en 2018, pasando por Historia nocturna, que apareció por primera vez en 1989. Figuran, de esta forma, algunas obsesiones, como los ritos y los brujos, o quienes son tenidos por tales. Así, los “benandanti”, eran una secta de hechiceros “buenos”, que se sentían obligados a salir en espíritu tres o cuatro veces al año, a combatir de noche, en contra de brujas y brujos: cuando los primeros vencían, las cosechas eran abundantes; mientras que cuando ganaban las brujas había escasez, pero los inquisidores los tendrían por brujos y brujas a ellos, quienes creían luchar con la brujería.

Estas búsquedas suyas, señala Ginzburg, respondían a intereses conscientes, como documentos de lucha de clases, por ejemplo, pero también a circunstancias inconscientes, como la persecución del mismo Ginzburg y su familia —sus padres fueron el profesor de literatura rusa Leone Ginzburg y la novelista Natalia Ginzburg, ambos parte de la resistencia y figuras centrales en la editorial Einaudi— por ser judíos, en la época de la Italia fascista. De esto se percató mucho después, así como de otras constantes: la casuística, la casualidad, la utilización de las herramientas de la filología y de la crítica de arte, en particular los estudios de iconología producidos dentro del Instituto Warburg, que él ha usado en el desciframiento de sus objetos de investigación: los sueños de hechiceros o las teorías cosmogónicas de un molinero, el protagonista de su famoso libro El queso y los gusanos (1976).

Ser él mismo un caso de estudio, sin embargo, no se relaciona con ningún afán introspectivo, sino con un examen metodológico. En un ensayo del libro señala que él suele repetirse a sí mismo que siempre es necesario “esterilizar los instrumentos de análisis”, aunque el primer instrumento a esterilizar es el propio investigador.

Otro “caso” que le ha interesado es el que abordó en su ensayo escrito junto con el historiador del arte Enrico Castelnuevo, titulado Centro e periferia nella storia dell’arte italiana, considerado un trabajo clásico en el campo de la historiografía del arte, recientemente vuelto a publicar. Allí, ambos autores investigaron cómo funcionaba el binomio centro y periferia, asumiendo el arte italiano como un “caso”, e Italia como un “laboratorio privilegiado”. Mostraron cómo la noción de “centro” y “centro artístico” no es neutra. Recomendaban la posibilidad de desarticular una visión jerárquica, sin ignorar o eliminar las diferencias y los desequilibrios, en las relaciones entre centro y periferia, persiguiendo individuos y obras en sus diversas andanzas: por ejemplo, el movimiento de Perugino desde un centro artístico (Florencia) hacia zonas periféricas; o la resistencia de los arquitectos de Borgoña y del valle del Ródano a las soluciones propuestas en la reconstrucción del siglo XIII de la catedral de Chartres; o el ejemplo de Lorenzo Lotto y su búsqueda de una alternativa a los “modelos” de centros como Venecia y Roma, lo que se tradujo en su exilio.

A las nuevas ediciones de libros antiguos, entonces, se une la reflexión de Ginzburg sobre ellos. Tal vez porque, como apunta en uno de los ensayos de Aún aprendo, el momento autorreflexivo llega en el crepúsculo, como el búho de Minerva.

 

¿Responde a una situación crepuscular que se hayan reeditado varias de sus obras o es solo el azar editorial?
No, es una elección.

 

Indica que estos ejercicios de “filología retrospectiva” no nacen de un impulso autobiográfico, sino metodológico: tratar de entender sus opciones del yo de entonces con la experiencia del yo de ahora. ¿Pueden conversar esos yo sin enojarse?
A veces, el yo mayor está perplejo, o bien tiene curiosidad: enojado, nunca.

 

Hablando de ayer y hoy, ¿qué opina de la creciente tendencia a juzgar los acontecimientos del pasado con criterios del presente?
Si es que, como se ha dicho a menudo, el pasado es un país extranjero, el anacronismo (juzgar el pasado con los criterios del presente) es el triunfo del provincianismo.

 

¿Hasta qué punto es posible evitar toda “contaminación” entre ambos?
Estableciendo un diálogo entre el presente y el pasado. Ninguno de los dos debe darse por sentado.

 

Los análisis retrospectivos de Aún aprendo parecen haberle mostrado aspectos de usted que no percibió en su momento. ¿Hay algo que le haya parecido particularmente sorpresivo?
Lo que encontré más sorprendente e inesperado es el papel que desempeña la criptomemoria: la memoria oculta e inconsciente.

 

Percibe también algunas constantes, como la importancia del vínculo entre anomalías y normas. ¿De qué manera la excepción a la regla puede ser más fértil que la regla?
Como dije (citando inconscientemente un comentario de Kierkegaard), las normas no pueden incluir todas las anomalías posibles; las anomalías necesariamente incluyen una referencia a las normas.

 

Esta relación también podría considerarse como la que existe entre “casos” y generalizaciones. ¿Le incomodó ser usted mismo un “caso” de estudio?
Para nada.

 

En el ensayo escrito junto a Enrico Castelnuovo investigó el binomio centro y periferia, asumiendo el arte italiano como un “caso”. ¿Hay casos menos específicos que otros?
No diría “menos específico”: menos anómalo, sí.

 

La noción de “centro artístico”, ¿también hay que “esterilizarla”?
Efectivamente, y eso es lo que intentamos hacer, Enrico Castelnuovo y yo.

 

Por la época del ensayo con Castelnuovo, en los años 70, escribió otras obras en colaboración: con Adriano Prosperi y con Carlo Poni. ¿Cómo fue la experiencia y por qué no continuó?
Disfruté mucho aquellas experiencias; aprendí mucho de ellos. ¿Por qué no continué? Probablemente porque comencé a trabajar en el proyecto centrado en Storia notturna, el libro que escribí sobre el sabbath de las brujas. Una trayectoria solitaria, que duró más de 15 años.

 

Volviendo a Aún aprendo, cita más de una vez a Carlo Dionisotti, quien destacó la casualidad o “la regla que rige la investigación de lo desconocido”. ¿No deberíamos sospechar del azar?
Hacer hincapié en el papel del azar en la investigación es ciertamente arriesgado. Pero, como dice un proverbio siciliano, chi non risica non rosica: quien no se arriesga, no podrá conseguir comida.

 

Menciona que no le convence la “paleontología lingüística” de Pictet. Sin embargo, se detiene en palabras suyas en obras antiguas que lo desconciertan, como “paradigmático” antes de Kuhn o “indudable” antes de documentar una certeza. ¿Cuánto importan las palabras?
Las palabras ciertamente importan, pero tenemos que mirarlas desde la distancia, y también muy de cerca. Para decirlo de otra manera, usando el extrañamiento.

 

Bueno, usted ha destacado el extrañamiento como una forma de conocer. ¿Qué piensa cuando la “empatía” se señala como un logro histórico?
Me disgusta intensamente la noción de empatía: es engañosa. Yo he solido ​​oponer la filología (en sentido amplio, en el sentido de Giambattista Vico) a la empatía: oponer la distancia a la falsa identificación.

 

Aún aprendo, Carlo Ginzburg, Editorial FCE, 2021, 154 páginas, $15.900.

Centro e periferia nella storia dell’arte italiana, Enrico Castelnuovo y Carlo Ginzburg, Editorial Officina Libraria, 2019, 164 páginas, 18 €

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