El Depilador, de Fátima Sime, y Meditación madre, de Ana Montes, tienen una especial relación con los cuerpos, sobre todo de las mujeres. Sean vistos desde una óptica marcada por la perspectiva médica —uno de los libros trata del aborto— o una vinculada más bien a las artes visuales, estos cuerpos toman el centro del escenario: los lectores asisten a las sensaciones y percepciones que pasan por ellos. Nos encontramos frente a un notable debut en el género del cuento (el de Montes) y a otro libro que, aunque no sea la mejor publicación de Sime, viene a confirmar que tiene una voz y una obra coherentes y distintivas.
por Sebastián Duarte Rojas I 20 Marzo 2025
Las preguntas sobre la maternidad (la elección de ser o no ser madre, la relación madre-hija, la crianza) y el aborto (su legalidad, su necesidad, su existencia inevitable) son temas que cruzan ciertas discusiones feministas y que aparecen en la obra de varias escritoras contemporáneas, por lo que no es sorpresa que dos libros de cuentos publicados durante 2024 en nuestro país tomen estos temas como sus ejes: El Depilador, segundo volumen de Fátima Sime en este género, y Meditación madre, de la escritora argentina Ana Montes, publicado en Chile por Neón tras su edición trasandina de 2022.
Si bien el aborto agrupa los relatos de El Depilador, no es el único asunto que se repite en ellos, ya que desarrollan varias obsesiones que podemos reconocer en la obra de Sime, como la presencia de profesiones médicas (ella misma es matrona) o los reencuentros de los protagonistas con fantasmas de su pasado —de lo que Carne de perra fue un caso brutal—, que suelen ir asociados a la paranoia y el ocultamiento o cambio de identidad, todos elementos que marcan, junto a otras vivencias, el cuerpo y la existencia de sus personajes.
Un cuento admirable en este volumen es “Un ave rara del paraíso”, que conjuga perfectamente la crueldad con el sentido del humor. En él se alternan dos temporalidades, las que se entretejen con una costura finamente oculta en los diálogos: en el presente, un estilista atiende y mantiene lo que parece una típica cháchara de peluquería con una refinada mujer, que no lo reconoce; en paralelo vemos lo ocurrido dos décadas atrás, cuando él era enfermero jefe en el Hospital de Calbuco, al que ella llegó como doctora y, cuando se hicieron cercanos, le pidió que la ayudara a realizar un aborto, una operación fallida que terminó, luego de que ella fingiera no saber nada, con él en la cárcel y vetado de su profesión.
En los demás cuentos el aborto aparece de otras formas, pero siempre con lo corporal como eje narrativo: en “Una creación fabulosa”, sobre un matrimonio de doctores de una clínica de fertilidad que, paradójicamente, tuvo muchos problemas para concebir, la mujer tiene una pérdida espontánea y su esposo, luego de que olvidan pedirle el pequeño feto en el hospital, lo conserva en un frasco y se obsesiona con él; “Marta y Berta” trata sobre dos mujeres que hacen abortos a escondidas en una casa, del mismo modo en que mantienen oculta su relación amorosa durante años; y en “Muñeca brava” una joven pareja heterosexual se dirige a un consultorio periférico para que la mujer aborte, una historia que en otras manos podría haberse convertido en el cuento predecible sobre el tema, pero Sime logra evadir ese peligro.
El único relato en que el aborto llega a parecer un agregado tangencial, por desgracia, es el que le da título al conjunto; pese a su final decepcionante, este cuento, que es por mucho el más largo del libro, nos devuelve a la atmósfera nauseabunda de Carne de perra cuando se enfoca en los informes sobre el Depilador, un torturador que durante la dictadura afeitaba con retorcido gusto los genitales de sus víctimas en centros de detención clandestinos y, como descubre otro personaje en el presente, guardaba los mechones como suvenires: “Tomó la caja y la vació sobre una hoja de papel. Pensó en la paradoja de que estos vellos púbicos tan livianos pudieran pesar tanto en los tribunales. (…) Me agarró los testículos. Creí que me iba a castrar y vomité. Casi me ahogo con el vómito. Me salió hasta por la nariz”.
En los primeros tres cuentos de El Depilador, la autora opta por puntos de vista masculinos para narrar sus historias, uno de los aspectos en los que se distingue del libro de la joven escritora argentina, compuesto por más relatos, pero más concisos y solo con protagonistas y narradoras femeninas. El tema central de Meditación madre es la maternidad, pero también hay otros elementos que se reiteran: el agua, ese símbolo tan materno (“tiene una potencia transformadora, como la de tu cuerpo”); el arte, otra clásica metáfora de la maternidad (la escritora también es artista visual), y las fuerzas exteriores insalvables (a veces metafóricas, a veces brutalmente tangibles, como el cáncer en un relato) a las que estas mujeres se ven enfrentadas.
La maternidad suele ser vista en el libro como una de aquellas fuerzas. Sin por eso ser cuentos que solo vean el costado negativo, estos no temen adentrarse en los horrores que puede experimentar una madre, como cuando la narradora de “Una catástrofe” comenta “una pintura de Picasso de una mujer dándole la teta a su bebé (…). La mujer tiene una sonrisa plácida, dar la teta no le duele. Hay otra pintura de Picasso, Madre con niño muerto, que se parece mucho más a la maternidad. Una mujer grita con la mirada perdida. Con un brazo sostiene al niño y con el otro señala a cualquier lado. Tener un bebé es una forma de estar muy cerca de la vida pero también de la muerte”.
Ese cuento es uno de los que destaca en el libro, además de ejemplificar el buen uso que hace la autora de la forma de narración por la que opta. Mientras Sime cuenta historias en un estilo que podríamos llamar más tradicional —si bien experimenta con el tiempo y otros elementos—, Montes trabaja en esa línea contemporánea de los relatos en que no ocurre mucho, pero lo que la eleva sobre varios de sus contemporáneos es el sentido dramático que le da a esa falta de acción en casos como el de “Una catástrofe”, que muestra cómo los temores de un día cualquiera se amplifican en la mente de la protagonista, una madre primeriza que al final sigue con su vida y con su hijo, como la mayoría de las mujeres en su situación.
Otros relatos sobresalientes del conjunto son “Truco de magia”, una historia que se diferencia de las demás por ser más cercana a la tradición del relato fantástico rioplatense; “La flamenca”, un cuento con un encanto alucinado, en que la maternidad es tratada de manera más bien simbólica, y el cuento homónimo, que concluye la serie y justifica su título: “Laurie Anderson escribe sobre la Meditación madre, un ejercicio budista que consiste en encontrar un momento en el que tu madre realmente te amó sin reservas (…), para darle tu propio amor sin reservas al mundo como si fueras su madre. Laurie dice que ese momento siempre se le escapa y me angustia que a mí también se me escape a menudo. Me cuesta mirar a mamá, siempre le temí a ese espejo que podía llegar a ser”.
Debido a sus temáticas, estos dos libros indagan en los cuerpos, sobre todo de las mujeres. Sean vistos desde una óptica marcada por la perspectiva médica o una vinculada más bien a las artes visuales, estos cuerpos toman el centro del escenario y las dos escritoras le prestan especial atención a transmitirnos a sus lectores las sensaciones y percepciones que pasan por ellos. Nos encontramos frente a un notable debut en el género del cuento y a otro libro que, aunque no sea la mejor publicación de su autora, viene a confirmar que tiene una voz y una obra coherentes y distintivas, y que puede seguir dando mucho más.
El Depilador, Fátima Sime, Cuneta, 2024, 131 páginas, $14.900.
Meditación madre, Ana Montes, Neón, 2024, 162 páginas, $13.000.
por Javier García Bustos