por Joaquín Castillo Vial I 6 Diciembre 2024
El mismo año en que la editorial Sudamericana puso en circulación Cien años de soledad, esa novela que cambió para siempre el lugar que ocupa América Latina en las letras mundiales, un retraído e inseguro escritor peruano consignaba en su diario: “Me acerco a los 40 años sin gloria, sin dinero, sin salud, sin influencia, sin tranquilidad, sin perspectivas. (…) Yo, aún, en pleno combate, pero cada vez con menos resistencia y menos esperanzas”. Corría 1967 y Julio Ramón Ribeyro ya tenía a su haber cuatro volúmenes de cuentos y dos novelas, y era reconocido sobre todo por sus relatos breves. Esa visibilidad estaba bastante limitada a su país natal, a pesar de que Ribeyro hizo casi toda su vida adulta en Europa, principalmente en París. En sus cuentos, el autor limeño despliega un talento narrativo descollante, capaz de construir profundos dramas humanos con breves gestos de sus personajes, en los cuales suele haber un humor triste y un tono desencantado que tiñe el mundo que los rodea.
A Ribeyro, como a Donoso, siempre le pesó ser menos conocido que sus contemporáneos del Boom. Nunca fue una celebridad, pero hoy, a 30 años de su muerte, parece más vivo que muchos escritores que sonaron bastante entre los 60 y los 80. En 2019 Seix Barral publicó con un diseño renovado gran parte de sus narraciones, diarios y aforismos —con distribución en todo el mundo hispanohablante—, y cartas y ensayos suyos han sido publicados en los últimos años en México y Chile. La reciente biografía de Ribeyro, escrita por Jorge Coaguila, es otra prueba elocuente.
La aparición de Invitación al viaje y otros cuentos inéditos es también motivo de celebración. El volumen incluye cinco cuentos que, hasta ahora, eran desconocidos para el público: “Invitación al viaje”, “La celada”, “Monerías”, “Las laceraciones de Pierluca” y “Espíritus”. Escritos en distintas etapas y guardados en un cajón por medio siglo, estos relatos nos vuelven a sumergir en un universo reconocible para sus lectores y preparan el camino, según se ha anunciado, para la publicación de nuevos manuscritos inéditos del peruano, incluyendo nuevos tomos de su diario, La tentación del fracaso.
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En “Invitación al viaje” —el largo relato que da título al volumen y que comprende casi la mitad del libro—, nos encontramos con Lucho, un adolescente que descubre en la vida nocturna limeña un laberinto que, al tiempo que lo atrae, observa con cierta distancia, pues no sabe bien cuáles son sus salidas: “Lucho se dijo que él no podría comprender jamás esas cosas, que de noche una locura súbita descendía sobre los hombres y que, por eso, quizá, las madres ponían candados en las puertas y enseñaban a ver demonios en las sombras”.
Luego de haber escapado de su casa —en lo que pretende ser una independencia definitiva—, recorre arrabales, ferias y cantinas, con la intención de conquistar ese mundo indómito que despierta cuando poco a poco las luces de la ciudad van apagándose.
Acompañado al comienzo del relato por su amigo Teodoro, aunque abandonado tempranamente por él, el protagonista quiere encontrarse, en su larga caminata, con aquellas emociones de un mundo sensual que permanecían reservadas a los adultos. Al modo de un relato de aprendizaje, “Invitación al viaje” muestra el afán del protagonista por hacerse hombre, como le espeta a Teodoro cuando este último renuncia a seguir en su compañía:
—¡Nunca serás un hombre! —gritó antes de que la silueta se esfumara—. ¡Óyelo bien, nunca podrás decir que eres un hombre!
La provocación fue inútil. Teodoro desapareció tras el paradero del tranvía sin volver siquiera la cabeza. Lucho quedó solo.
Como en “Las botellas y los hombres” o “Una aventura nocturna”, en Ribeyro la búsqueda de la adultez, del amor o de la verdad, van acompañados de la decepción de ver que el mundo frustra una y otra vez la satisfacción de nuestros deseos.
Por otro lado, “La celada” y “Fantasmas” son dos cuentos sencillos, de factura familiarmente ribeyriana no solo por la voz llana en primera persona que nos recuerda muchas otras páginas de los cuentos del peruano, sino también por sus escenarios —Lima el primero; París el segundo— y por sus tópicos. En estos relatos, la realidad cotidiana se desdobla en una apariencia fantástica que obliga a observar la trama con atención. El primero refiere a los intentos del narrador por seducir a Gladys, una mujer que cambia radicalmente su actitud hacia él por motivos inexplicables; en el segundo, una sesión de espiritismo —fruto del tedio que llena las tardes en una buhardilla parisina— termina incidiendo más de lo presupuestado en la realidad posterior.
En una anécdota que tiene ecos de la saga de El planeta de los simios —contemporánea a la escritura del cuento, fechado en 1976—, “Monerías” relata el descontrol de la iniciativa de Américo Diosdado por exportar monos a los Estados Unidos, pero que razones administrativas (por considerarse que “formaban parte del patrimonio nacional”) impiden que salgan del Perú. Así, encerrados y reproduciéndose, y siendo incapaz el protagonista de seguir costeando su manutención, los monos terminan por desbordar sus jaulas y amenazar el orden. En “Laceraciones de Pierluca”, Ribeyro vuelve a sus cuentos costeros, mostrando a un escultor que se sumerge en el mar y busca en el suelo marítimo inspiraciones para su arte, con tal ahínco que su vida se le va en ello. Estos dos cuentos están lejos de tener la fuerza o el ingenio de sus mejores piezas narrativas; sin embargo, no cabe duda de que en estos rescates la nostalgia de volver a los lugares familiares también tiene lugar, y en ese sentido cumplen con su cometido.
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Peter Elmore, autor de El perfil de la palabra, una importante obra acerca del narrador peruano, interpreta la obra de Ribeyro a partir de la figura del mosaico. A diferencia de los frescos que, durante los años 60 y 70, intentaron representar la realidad de América Latina como una totalidad —es decir, al modo de la pintura de frescos renacentistas que daban cuenta de la plenitud de un mundo, con sus personajes, clases sociales, historias, escenarios y conflictos—, el autor de Los gallinazos sin plumas construyó una obra a partir de retazos y piedrecillas que, en su conjunto, dan cuenta de un modo de ver el mundo.
En esa línea, Invitación al viaje y otros cuentos inéditos contribuye sin grandes novedades ni joyas a la elaboración de ese gran fresco. Están, una vez más, los bares como lugares de socialización y aprendizaje, las calles de Lima en las que se cruza la búsqueda de sentido y la marginalidad, o las experiencias fallidas que no logran evitar la soledad o la amargura que embarga las vidas de sus personajes. El mosaico, sin duda, continúa en expansión.
Invitación al viaje y otros cuentos inéditos, Julio Ramón Ribeyro, Alfaguara, 2024, 144 páginas, $15.000.
por Marcela Fuentealba