Los giros excepcionales

Cómo y desde dónde pensar lo cuir (no escrito como queer) es la propuesta analítica de Carl Fischer en su libro Locas excepciones: la vía chilena a la disidencia sexual, volumen que estudia obras de José Donoso, Pedro Lemebel, Alberto Fuguet, Pablo Simonetti, Las Yeguas del Apocalipsis y Carlos Leppe, entre otros, para establecer una propuesta de diálogo que ponga en jaque los colonialismos. Reproducimos el texto leído por Diamela Eltit en la presentación del libro.

por Diamela Eltit I 4 Julio 2024

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Carl Fischer se abocó de manera pormenorizada a establecer un mapa económico, político y cultural del escenario chileno a partir de los años 60, pero señaló, como punto de partida para configurar la excepcionalidad local, al ministro Diego Portales, líder conservador que instaló el autoritarismo presidencial fundado en una irrestricta obediencia civil. Su influencia fue muy visible en la redacción de la Constitución de 1833. Esta mención es importante, porque hasta hoy Portales habita, organiza y recorre el pensamiento y los valores autoritarios que organizan la trama conservadora.

Considerando la mención a Diego Portales como un punto de partida o uno de los puntos de partida, el libro que hoy presentamos examina la Reforma Agraria del Presidente Frei Montalva, se detiene en el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, el exilio y sus producciones estéticas, y desde luego la dictadura y los años de posdictadura. El texto se plantea “mirar” la realidad desde la perspectiva económica, para iluminar las zonas que aborda en su discurso.

El centro que genera la aparición de su libro, Locas excepciones: la vía chilena a la disidencia sexual, publicado por Universidad Alberto Hurtado Ediciones, radica justamente en el concepto de excepción. Un concepto contenido en el campo jurídico, como es el estado de excepción. Pero, desde otra perspectiva, se aborda lo excepcional como un atributo, que es una forma de autorrepresentación de Chile, hasta abordar la excepcionalidad sexual inscrita a lo largo del campo sociocultural.

El término es cursado en un sentido no único ni lineal, sino más bien torciendo y retorciendo el término. Lo hace cuando se refiere al estado de excepción constitucional, es decir, cuando la excepción se pone sobre la ley y en esas circunstancias emerge lo que Giorgio Agamben denomina como poder soberano, un poder que fue ejercido a lo largo de toda la dictadura militar en Chile.

Pero también Carl Fischer repara que Chile mismo ha sido concebido como un país excepcional, de manera sostenida pero especialmente a partir de la hegemonía neoliberal que produjo y generó, como diría Bourdieu, efectos de verdades que promovían y aún promueven la certeza de un país exitoso, que se autodesigna como blanco, homogéneo. El autor, acude a uno de sus hitos más visibles de su épica excepcional, como fue la recepción nacional e internacional del rescate de los 33 mineros y su mediática puesta en escena.

Por otra parte, la concepción de nación, como lo demuestra el autor, dictaminó la heterosexualidad como norma, ser hombre —digamos— hombre o buen hombre portador y emisario de una implícita y explícita condición reproductiva.

En este contexto ingresa el término cuir —un desmantelamiento escritural de la palabra queer inglesa— y con ese término, Carl Fischer se interna en esa zona teórica, literaria, discursiva o performática que horada el mandato heterosexual y extiende el tejido de una red para trazar la excepción. Ingresa a este escenario desde analíticas muy elaboradas, que abordan a José Donoso y El lugar sin límites, y se despliegan con igual elaboración en escritos de Alberto Fuguet, Pablo Simonetti, Pedro Lemebel —aunque este autor ocupa, como lo señala el crítico, un espacio teórico que va a desplegar en el libro—, los escritos de Constanza Álvarez y, desde la performance, Carlos Leppe, Las Yeguas del Apocalipsis, Lorenza Bottner y los tiempos chilenos del artista dominicano Johan Mijail. Organizaciones como Iguales y Movilh. Y entre los analistas, los chilenos Juan Pablo Sutherland o Fernando Blanco.

Es importante leer el libro de Carl Fischer hoy mismo, en el marco de la proliferación de las extremas derechas locales e internacionales que, junto a la consolidación de la riqueza mediante la explotación de los cuerpos, ensueña la heterosexualidad como normativa y solo permite que el cuir liberal se sume a un proyecto que en realidad lo desprecia.

El autor da cuenta de los debates conceptuales abiertos en el interior del universo que analiza, entre ellos el término mismo “cuir”, que ha sido examinado por algunos de sus teóricos como el portador del neocolonialismo a partir de la influencia y, más aún, dependencia que genera su origen metropolitano pero, desde otra óptica, Carl Fischer considera argumentos que señalan la evidente masificación de la globalización económica y tecnológica que permite la diseminación de sentidos en los cuerpos y la relocalización de los términos. Pone de manifiesto discursos que promueven la generación de un canon que aloje e historice, pero también dé cuenta de discursos analíticos que señalan las complejidades y riesgos de establecer un canon cuir por el riesgo de petrificar y especialmente discriminar. El libro abre así las zonas decisivas de solventes posiciones críticas que permiten ingresar a diferencias analíticas, debates, en último término, políticos que posibilitan pensar las disidencias sexuales desde los cuerpos y sus contextos, como también desde lo local a lo internacional.

Mediante un examen, como diría Bourdieu, al “campo” o, en otro registro, a la textualización de los cuerpos y sus signos, Carl Fischer se detiene en uno de los factores más complejos del neoliberalismo: la desigualdad y los distintos costos sociales. Pero también se refiere a la conformación de un mercado de identidades. Y allí se produce en los cuerpos cuir la cooptación y domesticación superflua, a través de procedimientos comerciales que impiden precisamente la excepcionalidad. O bien una normalización rutinaria mediante la inmersión en las redes más transitadas por la burguesía liberal cuir. Señala —y eso forma parte del deseo de nación o de naciones— que históricamente las izquierdas y las derechas en el interior de sus estructuras han sido homofóbicas y que en ese interior lo cuir está impedido de un despliegue ante el imperativo de ceñirse a un escenario regulador de identidades políticas, digamos, tradicionales.

Desde ese no lugar, la loca textualizada por Pedro Lemebel, formaría parte de un escenario otro, más bien irreductible, inasible, que no les pertenece a las izquierdas ni a las derechas, y es esa des-pertenencia la que marca su excepción y así se erige como un “entre” que exige otro lugar también excepcional.

En ese sentido, la discusión más ardua radica en cómo y desde dónde pensar lo cuir. La propuesta analítica del autor, considerando la globalización y la internacionalización de los cuerpos cuir, radica en abrir un surco y establecer una propuesta de diálogo que ponga en jaque los colonialismos. Propone establecer diálogos de las localidades con aquellos discursos teóricos emanados desde la teoría negra decolonial, teorías críticas que consideran clase y raza para debatir y pensar lo cuir.

Esta posición relacional que integra clase y raza reflexiona también en el hoy, con la creciente migración que en su viaje trae consigo clase y raza, y se detiene en la migración haitiana hacia Chile y la dificultad de insertarse en un horizonte, digamos, blanco. Recuerdo aquí a la pensadora feminista Nancy Fraser, citada por el autor a propósito de actos contra la dictadura chilena en Estados Unidos, una autora que pensó y repensó las condiciones sociales en el hoy; ella habló de post-socialismos, pero quizás lo más audaz de su propuesta fue pensar la construcción de una hegemonía “desde abajo”, como respuesta a un espacio en que el poder hegemónico local y global se construye en la relación yo-economía-clase. Señala Fraser que, considerando las diferencias, el abajo sería el espacio desestabilizador del orden pactado por el poder económico social. El pensamiento de Fraser no alude a la antigua dictadura del proletariado, en la medida en que integra identidad y redistribución, considerando las diferencias y complejidades que porta la conexión lineal entre ambas categorías. La lectura del libro me hizo pensar en la posición de Fraser, pese a los dilemas contenidos en la ecuación indiscriminada entre identidad y redistribución como condiciones emancipatorias.

Carl Fischer abre una compuerta disciplinar otra, que horada la elitización y quizás la prolongada dependencia analítica al saber metropolitano, para resguardarse en las zonas críticas desplazadas por los centros. Me refiero a una condición política oprimida por la dominación del horizonte teórico blanco.

Es importante leer el libro de Carl Fischer hoy mismo, en el marco de la proliferación de las extremas derechas locales e internacionales que, junto a la consolidación de la riqueza mediante la explotación de los cuerpos, ensueña la heterosexualidad como normativa y solo permite que el cuir liberal se sume a un proyecto que en realidad lo desprecia.

 


Locas excepciones: la vía chilena a la disidencia sexual, Carl Fischer, Universidad Alberto Hurtado Ediciones, 2024, 360 páginas, $18.000.

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