Para tiempos utópicos y distópicos

“En los 60, años de educación pública, de humanidades, de democracia liberal en crisis y de movimientos revolucionarios y marchas hacia el socialismo, la lectura de Utopía se hermanaba con los sentimientos de la época altamente utópicos. ¿Qué podría decirnos hoy bajo el dominio del neoliberalismo, la biopolítica, un proceso constituyente ad portas, y cuando está balbuceando fuerte el transhumanismo? Sin duda, más de algo”.

por Elvira Hernández I 20 Octubre 2021

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Poner hoy la lectura en este libelo –escrito corto, librito-, como llamó Tomás Moro a las páginas tituladas De optimo statu rei publicae deque nova insula Utopia libellus, la conocida Utopía, es una invitación a escudriñar lo que el depósito del tiempo ha hecho en esas páginas que resienten la potente emergencia de la modernidad capitalista, en el desfondamiento feudal, y su reguero de víctimas. Permite encontrarnos, en segunda instancia, con los deseos arraigados del ser humano en búsqueda de modelos de una sociedad más justa donde vivir en paz. La primera instancia de esta obra narrativa es la vil realidad, la de los campesinos ingleses esquilmados y empobrecidos por el cercamiento de tierras. Frente a esa injusticia, contrapondrá su modelo insular bautizado con un neologismo venido del griego —utopía— para indicar que, en esa isla, donde acontecía una república armónica según el canon de la época, esta no tenía lugar, no existía o solo lo hacía en el estricto ámbito de la creación. Lo que sí tenía lugar era la injusta Inglaterra. Pero ambas islas, la buena y la mala, estaban alejadas entre sí, ajenas en un plano geográfico impactado por el descubrimiento de América, aunque cercanas en el plano especular. En ese contexto social, el moralista político que era Tomás Moro adelantará un —inesperado para la época— análisis económico que dará cuenta de los abusos de la oligarquía principesca de la mano de la corrupción de las leyes.

Los habitantes de la sociedad soñada por Moro vivían en casas sólidas, donde el agua era fresca y estaban rodeadas de fértiles jardines que les proporcionaban deleite. Nada material faltaba y el solaz estaba ahí tras seis horas de trabajo diario. Si una ciudad crecía demasiado, el exceso demográfico, por llamarlo así, era enviado a otra más pequeña. Es decir, había ciertas imposiciones en pro del bienestar comunitario. Por eso tenían muy pocas leyes y estas favorecían a todos. La garantía no era otra que el gobierno de la Justicia, “el pilar más sólido del Estado” para mantener la sociedad utópica; el núcleo moral férreo de las relaciones mutuas y familiares en armonía; la intensa vida comunitaria no exenta de la libertad, que es el corazón de la política. Buscando mantener su integridad, los utópicos eran esclavistas en la línea platónica, antibélicos y tenían la clemencia como máximo valor; quizá por eso practicaban la eutanasia. ¿Los aquejaba algún problema? Por cierto, la búsqueda de la felicidad.

Los habitantes de la sociedad soñada por Moro vivían en casas sólidas, donde el agua era fresca y estaban rodeadas de fértiles jardines que les proporcionaban deleite. Nada material faltaba y el solaz estaba ahí tras seis horas de trabajo diario. Si una ciudad crecía demasiado, el exceso demográfico, por llamarlo así, era enviado a otra más pequeña. Es decir, había ciertas imposiciones en pro del bienestar comunitario.

Este texto renacentista, recuperado constantemente por el pensamiento político, es también una pieza literaria. Su construcción exhibe elementos de cultura humanística como la epístola y el diálogo, cuya finalidad era guiar al hombre en el arte de pensar y adquirir “un profundo sentido de la vida”; en este caso, introducir al lector a una intimidad y atmósfera de revelaciones. De hecho, las primeras páginas del libro son una carta de Moro a su amigo y editor Pedro Egidio, donde detalla su propósito de escritura: la fidelidad al relato del sabio y navegante portugués Rafael Hythlodeo, conocedor de la isla Utopía. Le interesa transcribir la verdad de ese texto oral —hacerlo verosímil—, que siente lo ha eximido de varios procedimientos retóricos, como la invención y su búsqueda de argumentos e ideas, así como la disposición a distribuirlos con orden en lo que sería la composición. Sin embargo, Moro, a la caza de la autenticidad de la narración, prefiere seguir las palabras veraces y la “descuidada sencillez” de Hythlodeo, su indesmentible alter, abdicando incluso de una elocuencia.

En los 60, años de educación pública, de humanidades, de democracia liberal en crisis y de movimientos revolucionarios y marchas hacia el socialismo, la lectura de Utopía se hermanaba con los sentimientos de la época altamente utópicos. ¿Qué podría decirnos hoy bajo el dominio del neoliberalismo, la biopolítica, un proceso constituyente ad portas, y cuando está balbuceando fuerte el transhumanismo? Sin duda, más de algo.

 

Utopía, Tomás Moro, Booket, 176 páginas, $9.000.

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