Gilles Lipovetsky: “Los mismos que quieren vivir en el presente, viven ansiosos y aterrados del futuro”

En su primera actividad en Chile, el sociólogo francés estuvo en la UDP el pasado viernes dictando la conferencia “El individualismo en la época hipermoderna”, una suerte de paseo por los síntomas y señales que definen nuestro presente: el culto del cuerpo, de la salud, de los placeres y de la hiperconexión. Asimismo, invitó a terminar con la idea de que individualismo es sinónimo de egoísmo.

por Matías Hinojosa I 12 Noviembre 2018

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El pasado viernes, como parte del programa organizado por el Centro para las Humanidades de la UDP, el sociólogo francés Gilles Lipovetsky dictó su charla “El individualismo en la época hipermoderna”, la que se enfocó en el desglose de los rasgos que según Lipovetsky definen al hombre contemporáneo.

En una Biblioteca Nicanor Parra absolutamente repleta, el autor de La era del vacío partió explicando su decisión de denominar hipermodernos a los tiempos que corren. Según él, esta no es “una coquetería de lenguaje”, sino que una respuesta al concepto de “posmodernidad”, pues las sociedades actuales no han superado la modernidad, como el otro término sugiere, sino que por el contrario son “más modernas que nunca”.

El culto hedonista fue el primer rasgo con que Lipovetsky identificó el individualismo del hombre hipermoderno, que bajo su punto de vista “no es una idea, es el código genético de la modernidad. Es lo que nos hace modernos. Todos somos libres, tenemos el derecho de pensar cómo queremos y de construir la propia vida, eso es inédito en la historia humana”.

“La mayoría de las estrellas de Hollywood se han hecho cirugías estéticas. Es decir, es una cuestión generalizada, que no hace diferencia de edad ni de género. Eso nos da una imagen de lo que será el futuro en esta materia”.

Este primer rasgo, Lipovetsky lo asocia con “los placeres del consumo, los pasatiempos y la sexualidad. La valoración de los placeres. Esto no es nuevo”, dijo, “desde Epicuro se valoraban los beneficios del placer, pero esto en esa época era un fenómeno minúsculo, que no afectaba a la sociedad entera. Ahora toda la sociedad es invitada a disfrutar de los placeres”.

El análisis del sociólogo también abordó cómo se ha modificado la relación del hombre con sus expectativas y la historia. “Las sociedades antiguas eran mandadas por el pasado, por la tradición. En la modernidad, es decir en el siglo XVIII, se decía que había que mirar hacia adelante, al futuro, al hombre nuevo, había que construir un porvenir esplendoroso. En el hipermodernismo, se quiere vivir el aquí y el ahora, porque se ha integrado la idea de que hay una sola vida y que esta se debe vivir intensamente. Esto es una revolución cultural importantísima”.

El culto del cuerpo es otro de los síntomas que identificó. Para Lipovetsky sería “más reciente que el hedonismo” y “comienza con los deportes para deslizarse, como el skateboarding, que son deportes de sensaciones y no de competencia, como el fútbol, sino de voluptuosidad. Ello aporta un placer icariano: el placer de volar”. También ve la cultura del spa y el fitness como prácticas relacionadas con este punto. “Desde su origen el hombre corría, ahora se inscribe en gimnasios y paga para ir a correr y sentir el cuerpo”, precisó.

Asimismo, se refirió a la explosión cada vez más generalizada de la cirugía plástica y cómo se imagina que este tipo de intervenciones dominarán la sociedad en el futuro. “La mayoría de las estrellas de Hollywood se han hecho cirugías estéticas. Es decir, es una cuestión generalizada, que no hace diferencia de edad ni de género. Eso nos da una imagen de lo que será el futuro en esta materia”.

Para Lipovetsky el culto al cuerpo no es lo mismo que el narcisismo, pues el narcisismo era un acto contemplativo, vinculado al arrebato poético. Por el contrario, lo que se intenta en el presente es luchar contra los embates del tiempo, una búsqueda ansiosa por mantener un cuerpo joven y saludable. Fijaciones que también se observan en el excesivo cuidado de la dieta y la prevención de enfermedades. “Estamos aterrados con el problema de la degradación y la enfermedad”, apuntó, estableciendo a continuación una paradoja: “Los mismos que quieren vivir en el presente, viven ansiosos y aterrados del futuro”.

El aumento en las consultas psicológicas, por otro lado, manifestaría la ansiedad de las personas por ser escuchadas, cuyo origen estaría en un cambio sustantivo en el modelo educativo. “Antes había una educación autoritaria –dijo–, la familia dirigía a los niños. Por ejemplo, estos no podían hablar en la mesa. Ahora un padre que promoviera esto sería acusado de fascista. En la actualidad se busca que los niños se expresen, que coman lo que quieran. Es una cultura liberal, que tiene beneficios, pero también consecuencias, porque se ha perdido el sentido de la realidad, de que no todo puede ser placer”.

“En la actualidad se busca que los niños se expresen, que coman lo que quieran. Es una cultura liberal, que tiene beneficios, pero también consecuencias, porque se ha perdido el sentido de la realidad, de que no todo puede ser placer”.

El culto a la conexión también estaría relacionado con este último punto. “Desde hace 10 años existe un fenómeno que cristaliza esta ansiedad de expresión y es internet, donde se expresa permanentemente lo que somos o lo que queremos ser. Por ejemplo, se suben fotos y se reciben likes. Esto de los likes crea una ansiedad, porque si no se reciben likes se genera una angustia por no ser aceptado”. Aquí agregó otra paradoja: “Los adolescentes, quienes reivindican más que nadie su individualidad (buscan vestirse de determinada manera, escuchar cierta música), son los que viven más ansiosos por estar conectados. El yo como lo pensaba Descartes, eliminando al resto, es impensado ahora. El yo debe conectar con el otro”.

En el plano político, el individualismo se expresa para él en el derrumbe de las grandes ideologías: hoy no existen visiones que prometan cambiar el mundo y se piensa, por el contrario, que el futuro será peor. “Los ecologistas, por ejemplo, piensan en la catástrofe. Antes se pensaba en el progreso del hombre”, opinó Lipovetsky.

Este sentimiento a su vez es el responsable del distanciamiento de los individuos de las urnas de votación, como del escepticismo de las personas hacia la clase política.

Como ejemplos de este vuelco individualista, Lipovetsky analizó la transformación de la familia y la relación de las personas con la religión.

“Antes la familia era la representación del horror, era limitante, como muestra Gide en su literatura. Ahora uno puede hacer lo que quiera, hay una desregulación de la institución, es decir, la familia ha perdido peso y eso marca el individualismo”. Y el fenómeno se repite respecto a las creencias religiosas: “Hay libre apreciación y comportamiento en relación a la religión. Puedo seguir siendo cristiano, creyente, pero a mi manera. Hay una libre apropiación de estas creencias. Donde antes había unanimidad, en la que se profesaba lo que a uno se le enseñaba, ahora hay una refundación de los dogmas. Estamos viendo un alza de la religión a la carta”.

Para terminar, el francés señaló que el individualismo debe ser criticado pero no demonizado y, por otro lado, que no debe confundirse individualismo con egoísmo. “El individualismo es el derecho a construir la propia vida y no tiene nada que ver con el egoísmo, esa es solo una lectura moral, porque en la actualidad vemos que hay más voluntarios en las agrupaciones; existe Wikipedia, que es colaborativa y en Europa hay más de cuatro mil ONGs”.

El fin de semana el filósofo estuvo en Valparaíso, como parte del Festival Puerto de Ideas.

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