Una caída exagerada

El nuevo libro de Sebastián Edwards, The Chile Project, se pregunta cómo un grupo de jóvenes tan radicales para su época, como eran los Chicago Boys, logró torcer nuestra historia económica. Y también se interroga acerca de lo que estamos viviendo. Hace años se venía hablando del malestar y existían estudios contundentes (PNUD) respecto de la desigualdad, pero la élite hizo oídos sordos. Aunque para Edwards lo que viene es el ocaso del neoliberalismo, el autor de este artículo cree que unir las palabras down y fall en el subtítulo resulta una exageración de forma y fondo. “El downfall no es cualquier caída —dice Montes—. Es, literalmente, una caída hacia abajo, un desplome abrupto y en picada. Ni siquiera Edward Gibbon fue tan lejos al escribir su Decline and Fall del imperio romano”.

por Leonidas Montes I 20 Septiembre 2023

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Entre 1950 y 1962, mientras Milton Friedman hacía clases en la Facultad de Economía, Friedrich Hayek estaba en el Departamento de Pensamiento Social de la Universidad de Chicago. Aunque ambos se conocían, no hubo mayor intercambio. Y la verdad es que hay diferencias significativas entre ambos economistas “neoliberales”. Pero ambos visitaron Chile durante la dictadura. No una vez, sino dos. Y los dos se reunieron con Pinochet. Esto tal vez contribuyó a echarlos juntos al saco “neoliberal”. Sin embargo, Hayek no se sentía “neoliberal”. Era un epíteto que tal vez le venía mejor a Friedman. Si definimos el neoliberalismo como la hegemonía o preeminencia de la economía, donde la economía no solo es la madre de todas las ciencias sociales, sino que además es una ciencia, Friedman podría caer en esta categoría. Y en esto, los Chicago Boys tampoco se perdían.

Hayek solía repetir que un economista que es solo economista no es un buen economista. Sebastián Edwards pertenece a esa inusual categoría. Tiene intereses que abarcan la literatura, el arte y la historia. Por si fuera poco, también obtuvo su PhD en la Universidad de Chicago en 1981. Como lo señala él mismo en The Chile Project. The Story of the Chicago Boys and the Downfall of Neoliberalism, “me convertí en un accidental y atípico graduado de Chicago, uno que se oponía a la dictadura y escapó del país por eso. Por esta y otras razones, nunca fui considerado un miembro de la tribu de Chicago”.

La mirada del economista chileno más citado internacionalmente y su propia vida caminan por su más reciente libro. Aunque hay mucho trabajo de investigación, estas páginas se leen de un tirón. El autor es observador y protagonista, hay consulta de archivos, análisis de datos, gráficos, estadísticas y notas de prensa internacional. El libro contiene ocho fotografías, 11 gráficos y 13 tablas. También, una cronología que parte con el famoso Coloquio de Walter Lippmann, en agosto de 1938, y termina en Chile, mientras buscábamos la salida del túnel constitucional, en septiembre de 2022. Y, además, incluye un listado de actores, un dramatis personae. Saltan algunos detalles. Se lee: “Jaime Guzmán. Un católico y anticomunista cercano a los Chicago Boys”, pero tal vez hubiera sido más preciso decir: “Jaime Guzmán. Un católico y anticomunista que se hizo cercano a los Chicago Boys”. Ricardo Lagos aparece como “un economista con un PhD de la Universidad de Duke”, en cambio, Sebastián Pinera es “un graduado de Harvard”. Quizá era más exacto definirlos como “un abogado con un PhD en economía en Duke” y “un economista con un PhD en Harvard”. Y hacia el final, el exconvencional Fernando Atria es retratado como un “seguidor de la teología de la liberación”. Para esta historia sonaba más apropiado definirlo como un “seguidor de Carl Schmitt y enemigo del liberalismo”.

La introducción es un resumen o una panorámica de esta aventura intelectual. La pregunta es cómo y por qué este grupo de jóvenes tan radicales para su época logró torcer nuestra historia económica, situando a Chile como “la estrella más brillante del firmamento latinoamericano”. Y la otra gran pregunta es acerca de lo que estamos viviendo.

Algo sucedió con el milagro de Chile. Hace años se venía hablando del malestar. Había, por así decirlo, una incómoda comodidad. Hasta que el oasis de Piñera se hizo llamas. Ante la violencia, la mayoría de las fuerzas políticas firmó el Acuerdo por la Paz Social y una Nueva Constitución. Pero la esperanza depositada en la Convención Constitucional se esfumó. Y lo que se avecina, según el autor, es un cambio profundo: sería el ocaso del neoliberalismo.

Al comienzo hubo desconfianza entre una pontificia y conservadora Universidad Católica y la Universidad de Chicago, que era laica y liberal. Pero finalmente el acuerdo se firmó en marzo de 1956. De los primeros nueve estudiantes elegidos para estudiar en Chicago, cinco fueron de la Universidad Católica y cuatro de la Universidad de Chile. El criterio de selección no fue de dónde venían. Solo pesaba el mérito.

Edwards formula su propia definición del neoliberalismo: “Un marco de creencias y recomendaciones de políticas públicas que enfatizan el uso de los mecanismos de mercado para resolver la mayoría de los problemas y necesidades de la sociedad, incluyendo la provisión y asignación de servicios sociales como la educación, pensiones, salud, apoyo a las artes y transporte público”. No obstante, se ha escrito mucho sobre el sentido y el significado del neoliberalismo, lo interesante es que en esta amplia definición la experiencia chilena aparece como paradigma o, a lo menos, como telón de fondo. El neoliberalismo a la chilena sería el imán. Tanto el autor, que escribe en inglés y cita prensa anglosajona, como el joven estudiante que vibraba en esa época revolucionaria, no escapan de esta realidad narrativa.

El autor divide su historia de la caída del neoliberalismo en tres etapas: el incipiente neoliberalismo de los Chicago Boys antes de la crisis de 1982; el neoliberalismo pragmático, que se inicia en 1984, con Hernán Büchi, y el neoliberalismo inclusivo, que se inicia con el regreso a la democracia en 1990. A su vez, el libro se divide en tres partes: el contexto de los Chicago Boys y Allende (44 páginas), los Chicago Boys y la dictadura de Pinochet (107 páginas) y el neoliberalismo bajo democracia (104 páginas).

En la primera parte se repasan los orígenes del Chile Project que fue rechazado por la Universidad de Chile. Las negociaciones con la Universidad Católica no fueron fáciles. Al comienzo hubo desconfianza entre una pontificia y conservadora Universidad Católica y la Universidad de Chicago, que era laica y liberal. Pero finalmente el acuerdo se firmó en marzo de 1956. De los primeros nueve estudiantes elegidos para estudiar en Chicago, cinco fueron de la Universidad Católica y cuatro de la Universidad de Chile. El criterio de selección no fue de dónde venían. Solo pesaba el mérito.

Para los chilenos, Chicago no fue fácil. No era solo la barrera del inglés. Las clases eran muy exigentes y en Chile se enseñaba otro tipo de economía. Y las condiciones de vida, como se narra en el gran documental de Carolina Fuentes, eran estrechas. Pero ahí estaba Milton Friedman enseñando teoría de precios, en sus temidos cursos Economics 301 y Economics 302. Solo imaginarlo en la sala sentado sobre la mesa, con sus pies colgando y balanceándose, mientras pensaba un tema o una pregunta para algún distraído alumno, era intimidante.

Poco a poco, el sello de Chicago se fue instalando en la Universidad Católica. Con los Chicago Boys llegaban libros y nuevas ideas para enseñar microeconomía, teoría monetaria y evaluación de proyectos. Y como era de esperar, los Chicago Boys tuvieron sus problemas. Incluso enfrentaron la censura. Estos inquietos jóvenes eran, en palabras de Aníbal Pinto, unos “esotéricos y dogmáticos”.

En 1965 se crea en Santiago el Centro de Estudios Sociales y Económicos (Cesec), financiado por Agustín Edwards. Aquí se fragua El ladrillo y la influencia de los Chicago Boys. El autor calcula que entre 1967 y 1970 los Chicago Boys y su círculo publicaron unas 170 columnas en El Mercurio. No obstante, para la campaña presidencial de Jorge Alessandri, los Chicago Boys, liderados por Sergio de Castro, fueron a presentar sus propuestas al candidato. “Saquen a estos locos de aquí —habría exclamado Alessandri— y que no vuelvan a entrar”.

El autor calcula que entre 1967 y 1970 los Chicago Boys y su círculo publicaron unas 170 columnas en El Mercurio. No obstante, para la campaña presidencial de Jorge Alessandri, los Chicago Boys, liderados por Sergio de Castro, fueron a presentar sus propuestas al candidato. ‘Saquen a estos locos de aquí —habría exclamado Alessandri— y que no vuelvan a entrar’.

Sebastián Edwards resume las políticas de El ladrillo y su implementación. En la impresionante tabla 4.2 desnuda su impacto y profundidad. Y salta una realidad indesmentible: “Una revolución económica de esta magnitud no podía haber sido posible bajo un régimen democrático. Esto hace aún más extraordinaria la adopción de las reformas bajo los gobiernos democráticos de los 1990s”. No olvidemos la famosa respuesta de Margaret Thatcher ante las alabanzas de Hayek sobre lo que estaba sucediendo en Chile: “Estoy segura de que estará de acuerdo que, en Gran Bretaña, con nuestras instituciones democráticas y la necesidad de consentimiento, algunas de las medidas adoptadas en Chile serían bastante inaceptables” (17 de febrero de 1982).

En seguida se cubre la polémica visita de Milton Friedman a Chile, en marzo de 1975. En su autobiografía Two Lucky People (1998), Friedman le dedica un capítulo completo y un apéndice a su experiencia en Chile. Con su habitual franqueza y crudo sentido del humor, concluye que: “Nunca pude decidir si debía divertirme o molestarme ante la acusación de que administraba la economía chilena desde mi escritorio en Chicago”. Había buenas razones para estar molesto. En efecto, este episodio lo persiguió durante toda su vida. Basta recordar la entrega del Premio Nobel en 1976, justo después del brutal asesinato de Orlando Letelier en Washington. Un manifestante interrumpe esa formal ceremonia gritando: “¡Libertad para Chile! ¡Ándate para la casa Friedman! ¡Larga vida para los chilenos! ¡Destruyamos el capitalismo!”. “Pudo haber sido peor”, agrega el maestro de la ceremonia. Siguen algunas risas nerviosas y recibe el premio.

Acerca del famoso Plan de Recuperación Económica, implementado en 1975 por Jorge Cauas, Edwards sostiene que, cuando Friedman se reúne con Pinochet, el Plan “no había sido trazado y ni siquiera delineado”. En una entrevista realizada en mayo de 2014, Jorge Cauas me dijo lo contrario. Y la revista Qué Pasa (número 206, 9 de abril de 1975, titulada “Raquetazos en la Política Económica”) también lo sugiere. Emilio Sanfuentes escribe que el “tratamiento de shock” se encontraba en curso “antes de la venida de los expertos”. O sea… algo había. Edwards, a mi juicio, sobreestima el rol de Friedman y subestima la influencia de los Chicago Boys antes de lo que sería conocido como el shock treatment.

Al margen de esta pequeña diferencia, el autor agrega nuevas aristas respecto de la segunda visita de Friedman, en 1981. Aunque es la más interesante desde el punto de vista económico, es la menos estudiada. En ese entonces, el dólar estaba fijo y ya aparecían algunos nubarrones que presagiaban la aguda crisis de 1982. ¿Cómo se explica que los Chicago Boys hayan fijado la tasa de cambio, que contradecía lo que Friedman pensaba y enseñaba? Edwards devela la influencia de Larry Sjaastad, que pasaba mucho tiempo en Chile, y de Robert Mundell, que estuvo en Chicago entre 1965-72. Y también desmenuza los detalles del conflicto entre Sergio de Castro y José Piñera.

El autor afirma que, en 1981, Milton Friedman y Friedrich Hayek visitaron Chile para asistir a la Mont Pelerin (133-4). Imagino que aquí hay un lapsus calami y no un error. Efectivamente, Friedman vino a Chile en noviembre de ese año para participar en la Mont Pelerin que se realizó en Vina del Mar. En cambio, Hayek no asistió a la Mont Pelerin y vino antes, en abril de 1981. Fue invitado por el Centro de Estudios Públicos, que lo nombró presidente honorario.

Para Edwards, la desigualdad, en su sentido amplio, ha sido el gran problema en Chile. El tema fue advertido por los Informes del PNUD sobre los que se hicieron oídos sordos. No fueron solo los abusos los que explicarían el malestar. Existiría cierta irresponsabilidad de la élite chilena.

La tercera parte del libro cubre el periodo 1990-2022. Si bien en esta sección se echa de menos algo del contexto de la Guerra Fría, una frase de Robert Barro que describe a Patricio Aylwin como “un Pinochet con rostro humano” refleja de manera cruda lo que Edwards asume como la última etapa de los Chicago Boys durante la Concertación. Fue una gradual y pacífica transición que mantuvo los grandes ejes del modelo económico. Si la desigualdad no era prioridad para los Chicago Boys —la prioridad era reducir la pobreza—, los gobiernos de la Concertación apuntaron a crecer con igualdad. Fue la exitosa apuesta por el “crecimiento con equidad”.

Para Edwards, la desigualdad, en su sentido amplio, ha sido el gran problema en Chile. El tema fue advertido por los Informes del PNUD sobre los que se hicieron oídos sordos. No fueron solo los abusos los que explicarían el malestar. Existiría cierta irresponsabilidad de la élite chilena. Para graficar esta crítica, comparte un testimonio de su colega y amigo Arnold Harberger. Después de 50 años, cuando fue a almorzar nuevamente al Club de la Unión, se da cuenta de lo poco que había cambiado. El autor insiste en la desigualdad horizontal, tomando como inspiración las ideas de Elizabeth Anderson. La pregunta es si esto es responsabilidad del modelo o del neoliberalismo, o la verdad es que en Chile no hemos sido realmente liberales. Personalmente, y teniendo en mente “el plan liberal de la igualdad, la libertad y la justicia” de Adam Smith, me inclino por esto último.

Ahora vamos al tema de fondo. El autor usa en su título la palabra downfall para referirse a la caída del neoliberalismo en Chile. Las palabras, como nos enseñaron Wittgenstein y Austin, encierran realidades y sentidos. Pienso que al unir down y fall, Edwards exagera la realidad. El downfall no es cualquier caída. Es, literalmente, una caída hacia abajo, un desplome abrupto y en picada. Ni siquiera Edward Gibbon fue tan lejos al escribir su Decline and Fall del imperio romano. Y esto no es solo una cuestión semántica. De su propia definición de neoliberalismo no se desprende una caída tan precipitada ni estrepitosa. Que nuestra nueva Constitución sea escrita en democracia e incluya un Estado social de derecho no es causa suficiente para el downfall del neoliberalismo, tal como lo define Edwards. Creo que exagera en el título de su libro y en el centro de gravedad de su tesis.

Milton Friedman fue muy criticado —y con justa razón— por su metodología positiva de la economía. En resumen, postulaba que la validez de un modelo económico se definía por su capacidad predictiva. En Chile también vivimos esa fiebre predictiva, que puede ser otra herencia de Chicago. Nuestros economistas competían por adivinar cifras, olvidando que el futuro es impredecible. Y aunque es imposible saber lo que el futuro nos depara, el autor finaliza su libro con un panorama desalentador: “Creo que Chile se alejará de los mercados y la competencia… del modelo impuesto por los Chicago Boys y refinado por los gobiernos de la Concertación. Algunos recordarán la era neoliberal con nostalgia y otros se sentirán aliviados de que haya finalizado. Es posible que en una o dos generaciones Chile vuelva al lugar donde estuvo gran parte del siglo XX: al medio del pelotón latinoamericano”. Aunque el “posible” lo eximiría del afán predictivo de Friedman, su apuesta por el downfall es eso, solo una apuesta.

Sebastián Edwards es un observador crítico y un protagonista comprometido. Al final confiesa: “A ratos pienso que he estado trabajando en este libro toda mi vida profesional”. Hay algo humano y profundo en esto. Se respira cierta nostalgia, una especie de catarsis por entender esa historia que también le es propia. El autor no desaparece, porque su distancia también es pertenencia. Edwards es y sigue siendo un chileno que se preocupa por el rumbo de su país. Por esto y por mucho más, esta es una historia de carne y hueso.

 

Fotografía de portada: Imagen del documental Chicago Boys (2015), dirigido por Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano.

 


The Chile Project. The Story of the Chicago Boys and the Downfall of Neoliberalism, Sebastián Edwards, Princeton University Press, 2023, 376 páginas, US$23,47.

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