La tristeza del chileno, de Franklin Quevedo, (…) [sugiere] que entre nosotros existiría algo así como una correspondencia estructural entre la naturaleza y la cultura, que muchas cosas, entre ellas nuestra violencia, se explicarían porque habitamos un paisaje convulso con un clima despiadado, sobre todo en los extremos.
“El tirano no es veleidoso, sino sistemático. El tirano no se desparrama en caprichos, sino se concentra en una idea. El tirano es un hombre de principios”.
“La habilidad política es la capacidad de predecir lo que va a pasar mañana, la próxima semana, el próximo mes y el próximo año. Y siendo tan hábiles, después, para explicar por qué no fue así”.
“Un único mandato de la moral puede suplantar a todos los demás: nunca hagas ni digas algo que no pueda ver y oír el mundo entero. Yo, por mi parte, siempre he considerado como el hombre más digno de aprecio a aquel romano cuyo deseo se cifraba en que su casa fuera construida en forma tal que pudiera verse cuanto sucedía en ella”.
“Los pueblos más civilizados están cerca de la barbarie como el hierro más pulido lo está del óxido. Los pueblos, como los metales, solo son brillantes en la superficie”.